Espino: el chico que iba en autobús para comprar una casa a su familia

Es uno de los jugadores de moda en el Cádiz CF. Por el gol que marcó en Almería y por ser uno de los futbolistas que más ha cambiado con respecto a la pasada campaña, en la que no pudo mostrar los motivos por los que el club decidió ficharlo en el mercado de invierno. Ha pasado mucho tiempo, pero sigue siendo ese chico que iba en autobús a entrenar para ahorrar dinero y comprar una casa a su familia.

Dijo esta semana Álvaro Cervera que Espino es una persona peculiar. Y quizá sea verdad porque los que lo conocen bien recuerdan cómo en sus inicio tenía muy claras sus preferencias. En lugar de gastarse sus primeros ingresos como profesional en comprarse un gran coche, reunía dinero para hacerle una casa a sus padres, Betty y Luis, en el barrio Unión Repeto de la población de San Jacinto. Sus dos hermanos, Marcos y Andrés, tenían que compartir habitación y el jugador del Cádiz quería que cada uno tuviera su espacio. 

Era tan especial que iba a los entrenamientos en autobús. Y lo hacía cuando ya había salido campeón con Nacional. Incluso así era el que llegaba primero y para eso se iba a las 6:45 de la mañana para hacer los 50 kilómetros que necesitaba para llegar a Montevideo. Alguna vez se quedaba dormido, pero el chófer lo avisaba para que no se saltara la parada. De tanto coincidir ya era amigo de los conductores.

Le pusieron el mote de Pacha por un jugador uruguayo llamado Pacha Barilko y se le quedó. Eso fue mucho antes de que se le pasara por la cabeza la idea de jugar en Europa. Cuando salió de Nacional tuvo otras ofertas más fuertes económicamente para haberse quedado en América, pero dio el salto de venir al Cádiz para cumplir sus sueños. 

Aquí está disfrutando al máximo de su hija Alai y de su esposa, Saralea, con quienes suele hacer viajes para conocer algunas ciudades de Andalucía y de España. Cuando todavía no era padre pasaba más el tiempo libre con actividades relacionadas con el fútbol y uno de los hobbies de Espino era entrenar a las categorías inferiores de El Rojo de San Jacinto.

Desde la distancia se siente más uruguayo que nunca y disfruta del mate con sus amigos. Ahora saborea tiempos de éxitos después de unos meses complicados, pero no pierde esa sonrisa perenne ni la humildad de quien sabe muy bien de dónde viene.