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Una instantánea madrileña del Athletic Txapeldun
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Una instantánea madrileña del Athletic Txapeldun

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Alejandra Herranz

Sábado 6 de abril de 2024, 20.45 horas. Salgo de casa para coger el autobús 53 e ir a Euskal Etxea a ver la final de la Copa del Rey 2024 entre el RD Mallorca y el Athletic Club de Bilbao. Son 15-20 minutos de trayecto y me da margen de llegar al salón de actos y ocupar mi butaca de siempre, la número 17, y poder ver esta finalísima.

Paro el autobús y el chófer me explica que no suba, que en mi parada termina el recorrido por esta jornada: en Cibeles hay un acto de alguna organización de culto y está todo cortado, no se puede circular. Me doy por vencida antes de tiempo y emprendo el corto camino a casa.

No, mejor lo intento con el Metro. Voy a la estación Príncipe de Vergara de la Línea 2, subo a la formación y nos quedamos 10 minutos detenidos en la estación de Retiro. Mi corazón y mi impaciencia van a no-sé-cuántas revoluciones por minuto (ay, mi hipertensión). ¿Por qué tantas dificultades para alcanzar una final anunciada con tanta antelación, para la que tenía todo planificado?

Arranca la formación y llegamos a la estación Sevilla. Salgo casi eyectada, que Euskal Etxea debe ser un gran manojo de nervios y ansiedades, de tanto athleticzale que debe haber. Debo ocupar mi butaca 17.

El saludo entre Ernesto Valverde y Javier Aguirre, antes de la final Athletic - Mallorca (Europa Press).
El saludo entre Ernesto Valverde y Javier Aguirre, antes de la final Athletic - Mallorca (Europa Press).

II

Son las 21.15. Llego al salón de actos y me encuentro un primer problema: mi butaca 17 está ocupada. Más dificultades. Me presento a los ocupantes de la tercera fila del lado derecho, explico mis credenciales de ocasión a toda velocidad, exigiendo mi butaca, y el padre de familia se molesta, me llama gilipollas; la madre de familia convoca al Presidente de la entidad, quien me reclama mis modos y, finalmente, logro mi butaca de siempre. Estoy muy nerviosa para discutir, así que me llamo a silencio.

¿Comprenderán estas personas, implícitamente, que las cábalas son las cábalas y en una final de fútbol son un dogma: no se discuten? Pienso que el ocupar mi butaca número 17 es parte de mi contribución a ganar la final.

III

Tomo mi bolígrafo y mi cuaderno de hojas blancas y comienzo mi terea paralela a la final: tomar notas de lo que sucede, desde la pantalla y desde el butaquerío del salón de actos. Se lo prometí a Asís, mi antiguo editor de ElDesmarque.com, que perdió a su querida ama el viernes 5 de abril. Me dijo que ella hará fuerza desde su particular estrella en el cielo y yo le creo.

Gol de Oihan Sancet en la final de Copa del Rey ante el Real Mallorca (Foto: Kiko Hurtado).
Gol de Oihan Sancet en la final de Copa del Rey ante el Real Mallorca (Foto: Kiko Hurtado).

Apunto: unos 100.000 hinchas de ambos clubes se personaron en la ciudad de Sevilla, sin entradas y se ubicaron en sus respectivos espacios asignados. En el estadio de La Cartuja, a rebosar, sólo caben 60.000 personas con entradas y con invitaciones. El Athletic había ganado en 2015 y en 2021 la Supercopa de España, mas no resultaba suficiente ante la exigencia de 40 años sin títulos, desde aquel 1984 de Liga y Copa del Rey.

En el salón de actos se escucha una babelia reducida: comentarios en euskera y en español, que se superponen. Ya son las 22 y comienza la final. Antes, en el egongela y en el salón de actos, se canta el himno del Athleeeeeeeeeeeetic.

Comienza la final. El Mallorca sale con una defensa de 5 y cierra los espacios al ataque del Athletic. Lucha, lucha, presión, presión. Ninguno da tregua. Las apuestas dan ganador al Athletic, me recuerdo. Minuto 20: gol de Dani Rodríguez para el Mallorca, tras 2 rebotes y un despeje de Agirrezabala. Silencio en el salón de actos: ¿Quién esperaba esto?

Óscar de Marcos, emblema del Athletic Club, en la final de Copa del Rey (Foto: Kiko Hurtado).
Óscar de Marcos, emblema del Athletic Club, en la final de Copa del Rey (Foto: Kiko Hurtado).

Continúa el partido, atacan los dos equipos, lo intentan los dos. A los 38 minutos hay un gol de Nico Williams: anulado, estaba en fuera de juego. Más dificultades ante la paridad de juego y nuestros nervios.

Finaliza el primer tiempo. Repaso mis notas, observo el ambiente: no hay desesperanza, los 40 años del Athletic pesan más que los 13 del Mallorca. Sin embargo, hay un silencio contenido.

IV

Vamos a la segunda parte. Lucha, lucha, presión, presión: los dos equipos quieren el título. Minuto 49: el silencio se quiebra en un estruendo de gritos de gol y de “Athletic, Athletic” porque Oihan Sancet marcó, tras pase de Nico Williams. Me digo que ahora, ante el empate, comienza realmente la final.

Se suceden los minutos de juego, los cambios en uno y otro equipo, las ocasiones de gol de ambos. A los 61, el entrenador del Mallorca dispone 2 cambios que muestran sus intenciones: entran 2 centrocampistas por 2 delanteros; acaso una declaración de intenciones de preservar el físico e ir a los penaltis. Porque, tras el empate en uno, se creció el Athletic y no paró.

Ernesto Valverde celebra la Copa en La Cartuja con una camiseta especial, por su fallecido amigo Jon Ordorika, en la mano (Foto: Kiko Hurtado).
Ernesto Valverde celebra la Copa en La Cartuja con una camiseta especial, por su fallecido amigo Jon Ordorika, en la mano (Foto: Kiko Hurtado).

V

Finalmente, hay prórroga. La piña de jugadores de uno y otro equipo a pocos metros de sus respectivos banquillos. Como en un rito, se preparan para sobreponerse a estos 30 minutos de tensión de no cometer errores. El Athletic lo buscará más, sin embargo, se llega a los penaltis.

Pienso en mis compis de la Peña Athletic Club de Euskal Etxea Madrid. José Luis, el presi, están en el egongela. Mi amigo Jaime está en Oropesa y ha colgado una bandera del Athletic en el balcón de su piso de playa y está viendo el partido con su cuadrilla. Mi amigo Luis Ángel, su esposa Nieves y su hijo Unai están en el espacio Athletic Hiria, en Sevilla, criando sentimiento. Jon y Jose fueron a Sevilla en el AVE y estarán por allí, también, con las pulsaciones medidas en años luz. ¿Qué habrán hecho Rosa y Javi? ¿Y Diego? Yo estoy en el salón de actos, haciendo sudokus. ¿Estaremos todos con la procesión por dentro, de qué sucederá en los penaltis?

El Athletic Club de Ernesto Valverde, campeón en la final de Copa del Rey de 2024 (Foto: Kiko Hurtado).
El Athletic Club de Ernesto Valverde, campeón en la final de Copa del Rey de 2024 (Foto: Kiko Hurtado).

VI

Se conjuran nuevamente los dos equipos con sus entrenadores, cuerpos técnicos y plantillas. Han llegado hasta el punto del penalti, el de los 15 metros, tras intensos y disputados 120 minutos de juego. Ya están seleccionados los ejecutores de ambos conjuntos. Ahora hay que encomendarse a la mente fría y la ejecución de la técnica de los pateadores y a que los porteros hagan también su trabajo.

Tensión en el campo, contención del grito en el salón de actos, en el egongela, en el txoko de Sagardi. ¿Estaremos todos rezando a la Amatxu Begoña?

Comienza la alternancia de los penaltis. Adentro el de Muriqi. Adentro el de Raúl García. Para Agirrezabala el de Morlanes. Adentro el de Muniain. Afuera el de Radonjic. Adentro el de Vesga. Suena fuerte el himno del Athletic en el salón de actos. Adentro el de Antonio Sánchez. Adentro el de Berengueeeeeeeeer.

VII

Ahora sí: ¡Athletic Club de Bilbao Txapeldun de la Copa del Rey 2024!

Llegada del Athletic Club, en avión, a Bilbao con la Copa del Rey en manos de Iker Muniain y Oscar De Marcos.
Llegada del Athletic Club, en avión, a Bilbao con la Copa del Rey en manos de Iker Muniain y Oscar De Marcos.

El festejo es athleticzale, rojo y blanco, bilingüe, emocionado, desahogado, vivido. Aquí, allí y en todas partes.

Entre la tensión y el sueño, empaco mis bártulos de cronista de ocasión y emprendo la búsqueda de un taxi. Pasan muchos sí, todos ocupados. Regreso a pie a casa con la bufanda del Athletic. Recibo un par de “¡Aúpa Athletic!” por el camino. Son ya las 1.40 y estoy en casa, con mi gata Franela. Pienso en Asís (y su Ama; el cometa Halley volvió a pasar), en Jaime, en Luis Ángel y su familia, en José Luis, en Rosa y Javi, en Diego, en Jose: los imagino todos pletóricos y felices; los siento así.

Las dificultades de la jornada, al final, no fueron tales y todos pudimos sobreponernos a ellas. Esperamos 40 años para un nuevo y renovado alirón. Ahora sí, la gabarra regresa a su estela de ría enarbolando el pabellón de “Athletic Txapeldun”.

· Por Alejandra Herranz, periodista y athleticzale argentina

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