Giraldo juega contra sus demonios y pierde

El colombiano Santiago Giraldo saltó hoy a la pista 3 de Roland Garros para jugar contra dos rivales: el belga David Goffin y el más temido de todos, sus propios demonios. Ante los dos salió derrotado.

Tras un buen primer set -pese a perderlo- y una segunda manga primorosa, Giraldo parecía haber encontrado el camino hacia el triunfo ante un rival complicado, cabeza de serie 17 del torneo, pero no imbatible.
Sin embargo, una serie de errores no forzados desconcentraron de repente al colombiano, quien a partir de entonces se perdió en un mar de autorreproches, golpes a la raqueta y bofetadas en la cara.
Al final fueron dos horas y 35 minutos para un marcador de 6-3, 4-6, 7-5 y 6-2, que dejaron a Giraldo, de 27 años con la sensación de que se le escapó un duelo que podía haberse llevado perfectamente.
"Cuando juego con Rafa (Nadal) o con (Roger) Federer, me pasan por encima y ya, pero este partido siento que lo pierdo yo más que que me lo gana él", reflexionó el de Pereira tras el partido.
Se siente en un buen momento de su carrera, pletórico de físico y pegándole duro a la pelota, pero en los torneos del Grand Slam, con partidos a cinco mangas, siempre llega un momento en el que se encuentra con el obstáculo de su cabeza.
Y no esconde por un segundo que es algo que lo atormenta.
"En partidos largos, y es una constante a lo largo de mi carrera, me cuesta administrar todo lo que tengo. Estoy ya muy viejo para decir mentiras. Ya he probado muchas maneras, estoy haciendo cambios... Siento que soy más consciente y más maduro, pero la frustración es grande", se sinceró.
Se trataba de su primer enfrentamiento con el belga, por lo que el primer set fue sobre todo de tanteo y solo se decidió por una rotura "medio tonta", según el colombiano, de su servicio.
En el segundo, Giraldo bordó el tenis, sacó a pasear su revés, con el que martirizó a la joven promesa belga, y dibujó un partido que se presumía muy favorable a sus intereses.
Cuatro bolas fáciles, errores no forzados que se fueron por mucho, desquiciaron al suramericano, que se fue del encuentro y tampoco pudo ocultarlo.
"Son unos nervios diferentes a los de otra gente. Es una sensación de decir 'calma' y no la tengo, me desconcentro con cosas que no me debería desconcentrar, con tonterías... es increíble", asume mientras sacude la cabeza.
Pese a todo, no cae en el desánimo, y buscará desquitarse en París con una buena actuación en el dobles, en el que participa junto al serbio Dusan Lajovic.
Y conserva intacta la fe en sus posibilidades tenísticas, porque considera que sus golpes "están mucho más arriba de mi ránking, siento que están a la altura de los mejores".
Este año, Giraldo ya no podrá igualar su mejor actuación en el abierto parisino, una tercera ronda en 2012, pero está siendo una buena temporada para él, con semifinales en Sao Paulo y Ginebra, donde derrotó al croata Marin Cilic.
Ahora sus esperanzas pasan también por la temporada sobre hierba, donde el año pasado llegó a tercera ronda en Wimbledon, lo que le hace imaginar un salto de calidad en su juego.
Pero todo pasará, claro está, por controlar a sus demonios interiores y domar esa cabeza rebelde que limita su rendimiento en las grandes citas del tenis mundial.