San Valentín en la NASA
La semana pasada, previa a San Valentín, la agencia espacial norteamericana (NASA) ha dado a conocer una imagen que mucho tiene que ver con la fiesta de los enamorados. Se trata de un anillo, formado por cientos de estrellas, una foto captada a nada menos que 450 años luz de distancia de nuestro pequeño planeta Tierra. Una estampa inusual del cosmos que nos hace desatar la imaginación y fantasear con un universo romántico, poético, amante y enamorado que nos quiere hacer un regalo en este día especial. Sin embargo, la realidad es un poquito más prosaica, aunque no menos interesante.
Se trata de una colisión espacial, el choque tremendo y colosal entre una galaxia espiral y otra elíptica que se toparon hace miles de millones de años. Como resultado -algo estudiado por la ciencia- se forman unas estrellas muy breves, que duran apenas unos pocos millones de años (pensemos que nuestro sol morirá después de vivir alrededor de 10.000 millones). Estas estrellas, al final de su vida, explotan formando gigantescas supernovas, dejando en su interior un núcleo que evolucionará hacia esa aberración intergaláctica que absorbe todo lo que encuentra: un agujero negro. Las supernovas, enormes explosiones de hidrógeno en expansión, son los puntos que se ven de azul, mientras que los agujeros negros son las luces que aparecen en rosa.
La foto en realidad es mentira, o, mejor dicho, es una composición algo “artística”. Digamos que es la unión de dos imágenes muy distintas. La primera, proveniente del telescopio espacial Hubble, el primer gran telescopio espacial que se puso en la órbita, un satélite que habita en el exterior de nuestra atmósfera y que desde hace casi 20 años nos manda estampas del aspecto de nuestro universo en las frecuencias de luz visibles. Es decir, que su trabajo consiste en apuntar a una dirección del espacio y amplificar la luz que nos llega, como un telescopio normal pero mucho más grande y preciso. Las luces de color azul y las partes más amarillentas provienen de este instrumento.
¿Y de dónde salen las rosas? Pues de otro telescopio, otro satélite que habita en el exterior de la Tierra y responde al nombre de Chandra. Su funcionamiento es similar al del Hubble, pero con la particularidad que Chandra se especializa en los rayos X, que son ondas similares a la luz visible pero de una frecuencia muy alta. Tan alta, que no la vemos. Por eso, para que las podamos ver, nos las tienen que pintar de un color, en este caso, rosáceo.
Al combinar ambas fotos obtenemos esta maravillosa imagen que recuerda a un anillo repleto de piedras turquesas y con diamantes rosas engarzados. Un anillo que, por su nombre científico, responde a ARP 147. Una cosa de otro mundo.