¿El futuro es el coche eléctrico?

Detroit es la cuna de la automoción. En esta ciudad se encuentran las sedes de las “Big Three”, las tres grandes compañías fabricantes de automóviles de los EE.UU. En Detroit se respira motor. Y su salón del automóvil, el NAIAS, que acaba de comenzar, es el lugar en el que se suelen marcar las tendencias del sector para el futuro inminente.
Si hacemos caso a las noticias de lo que allí está ocurriendo parece que el futuro es el vehículo eléctrico. Todas las marcas de coches presentan novedades en este sentido. Comenzando por Volvo, la que más fuerte apuesta, que presenta con el modelo C30 un paso firme hacia la comercialización masiva. Una máquina 100% eléctrica alimentada por baterías de litio que pesan la friolera de 280 Kg. y que como innovación se distribuyen en el suelo en forma de “T”, mejorando la seguridad de los ocupantes en caso de impacto. El C30 está planteado sobre todo en este sentido, trayendo bajo el brazo unas óptimas pruebas de choque, asegurando la integridad del espacio interior habitáculo y, como mejora, con un sistema con el que las baterías se desconectan ante la apertura del airbag, reduciendo el peligro de electrocución de las personas.
Además de Volvo, el otro gran fabricante que parece que apuesta fuerte es Ford. Alan Mulally, consejero delegado de la empresa, ha anunciado el “plan de productos más agresivos de la historia” de la compañía, en el que se incluye la fabricación en serie de vehículos “eco” de todos los tipos: híbridos (recargables y eléctricos) y convencionales de consumo limitado y con mejores rendimientos de motor. Pero no son los únicos, pues otras compañías como General Motors, Nissan, Volkswagen, Toyota, Honda o Hyundai también están presentando sus novedades eléctricas.
La idea que parece de fondo es que el futuro es el eco, y sobre todo el eléctrico. Quizá no de forma inminente, pero sí en los próximos años, de forma que quien se ponga las pilas -nunca mejor dicho- tendrá mucho terreno ganado para cuando lo que ahora comienza sea una realidad irremediable. Los informes que se manejan sitúan en el 2020 el punto de inflexión de la tendencia, en la que los vehículos eléctricos invadirán intensamente las listas de ventas y los motores convencionales empezarán a perder fuelle.
Sin embargo, no todo está a favor de esta estrategia. En un informe publicado recientemente por IBM, basado en entrevistas de más de 1.600 ciudadanos estadounidenses, parece que se reflejan las dudas de los consumidores. Tan sólo un 13% de los encuestados estaría dispuesto a efectuar los cambios pertinentes en sus casas para poder realizar las recargas a las baterías de los coches, que se calculan en un entorno de entre los 1.000 y los 2.000 dólares, que es lo que cuesta de media pasar de los 110 voltios actuales a los 220 necesarios para tener enchufes con los que recargar los coches.
E incluso más. Porque, aunque los eléctricos no emiten contaminación a la atmósfera, si la energía con la que se cargan no ha sido producida por un medio renovable (solar, eólica, etc.), ¿qué es lo que se está consiguiendo? Sencillamente, limpiar la cara a nuestras calles para ensuciar más donde no se ve, en las centrales eléctricas a base de carbón o petróleo. Sólo si la electricidad se “fabrica” con un medio ecológico se aseguraría que la automoción fuera “verde”. Y quizá tampoco, porque en todo esto no se analiza la fabricación en sí, con lo que puedan contaminar, ni el reciclaje de los residuos (aceites, ruedas, componentes) gastados o inservibles. En pocas palabras, la ecología no es tan fácil ni rápida como a veces nos quieren contar.