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Divide y… perderás
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Divide y… perderás

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Carlos Egea

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Son días difíciles, muy difíciles para el valencianismo. Y tras muchas horas de reflexión les voy a contar mi punto de vista, mi idea de donde radica el principal problema del Valencia CF y del valencianismo. Es mi opinión por supuesto y como por suerte he escuchado la de muchos amigos que intentan ver la luz al final del túnel, expongo la mía.

Para este humilde servidor el gran problema está en la división que vive esta maravillosa sociedad desde hace muchos años. Cuando éramos niños acudíamos al viejo Mestalla acompañados de un padre y unos hermanos que te alimentaban valores de respeto, pasión y educación. No hacía falta nada más. Subías a tu general de pie y los educados aficionados te cedían el hueco en la valla para no sufrir porque uno era pequeño y podía ser aplastado. Todos eran un solo sentimiento. El de su equipo, el de su escudo, el de su bandera…
Tras sufrir en la juventud el casi descenso a segunda, llegó, ya trabajando, la perdida de categoría. Parecía imposible pero pasó. Y la Valencia blanca, lo del negro fue otra imposición, resurgió con más entereza que nunca, con más fe, con más unión… Todos remaron hacia la misma dirección, el objetivo era tan apasionante como hermoso.
Los tiempos, la modernidad para muchos, cambiaron. Tras sufrir en la juventud el casi descenso a segunda, llegó, ya trabajando, la perdida de categoría. Parecía imposible pero pasó. Y la Valencia blanca, lo del negro fue otra imposición, resurgió con más entereza que nunca, con más fe, con más unión… Todos remaron hacia la misma dirección, el objetivo era tan apasionante como hermoso.
Pero esta armonía desapareció con la transformación del club en SAD y con la explosiva aparición de Paco Roig.
Y aquí comienza el principio del mal. No por el personaje en sí pero sí por la guerra civil que se empezó a vivir. O eres de los míos o eres un traidor anti valencianista. A esto se unió un periodismo direccionado ante una u otra opción y el cisma fue total. Pocos mantuvieron su lugar de informar. Opinaron más que contaron. Y tuvieron victorias momentáneas pero derrotas morales insalvables para gente con principios.
Y esa división fue creciendo. Y el objetivo se difuminó. Y la victoria ya no era del valencia era la de MI Valencia y se perdió el respeto por el club. Y se convirtió en un negocio incontrolable de egos y envidias.
Pasaron más presidentes y se calmó un poco. Los triunfos tienen un bálsamo de tranquilidad que no tiene la derrota.
Pero llegó el momento definitivo el de la venta del club. Muchos no creímos que esto pasaría. Pero el derroche, la mala gestión y las concesiones políticas obligaron a ello.

Y aquí volvió el baile de la desunión. Salvo y Martínez capitalizaron una venta con más sombras que claros. Y lo peor se erigieron en los salvadores de una patria que no les pertenece ni en un centímetro. Anestesiaron a una afición ávida de soluciones y se alinearon con aquellos que seguían sus directrices al pie de la letra. Llamaron a la unión ante el nuevo mesías futbolístico y la gente encontró la paz que buscaban.
El nuevo dueño vendió su proyecto a un colocador de jugadores y todo se desbarató. Lo primero, se cargaron a un entrenador que merecía una oportunidad y colocaron un mal encarado y déspota técnico al que salvó la fortuna y una prensa poco reflexiva.
Pero el amor duró poco. El nuevo dueño vendió su proyecto a un colocador de jugadores y todo se desbarató. Lo primero, se cargaron a un entrenador que merecía una oportunidad y colocaron un mal encarado y déspota técnico al que salvó la fortuna y una prensa poco reflexiva. Tras su divorcio con los aduladores el desastre se convirtió en norma.
El Valencia es un caos de dimensiones bárbaras. Un desastre intolerable. Un club de la comedia sin gracia y lo que es peor un nido de odios y manías que parece no tener fin.

Y una tristeza profunda.

Hay que volver al principio. Recordar cuando ir a Mestalla era una fiesta. Cuando encontrar al vecino de localidad tras el verano una alegría preciosa. La emoción de ver el nuevo pase. Ir a la presentación a animar a los nuevos jugadores. Mirar el sorteo de la liga con ilusión. En pocas palabras sentir el club desde lo más profundo.
Yo me niego a darle importancia a los que utilizan esta entidad para su bien personal, paso. Yo me quedo con la emoción de acudir a Mestalla de la mano de mi padre y la de llevar de la mano a mi hijo. Eso no lo entienden ni en Singapur ni en muchos sitios pero para mí eso es el Valencia, lo de ahora es un burla necia e intolerable.
Carlos Egea
Periodista 

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