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La defensa de Alá. Crónica desde Bruselas
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La defensa de Alá. Crónica desde Bruselas

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David Torres

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Pasan los días y me sigue pareciendo un poco frívolo hablar sólo de fútbol, aislarme del entorno y no rebelarme contra la barbarie terrorista. Y aunque en España, por desgracia, sabemos mucho de eso por culpa de la ETA, nunca uno se acaba por acostumbrarse al dolor, al miedo, a la inseguridad, a ser todos objetivos de unos terroristas despiadados. 

Parece algo lejano, propio de los informativos televisivos, pero les aseguro que es inquietantemente real. Créanme que sé de que hablo, pues escribo estas líneas desde Bruselas, muy cerca del barrio de Molenbeek, donde las redadas y las sirenas están a la orden del día y de donde o hacia donde partieron los terroristas que atentaron en París hace unos días. Es la capital belga una ciudad fantasma, lluviosa, en la que el metro está cerrado y donde mi amigo Matías, sus euroamigos con Clara a la cabeza y todo español que cae por su alrededor, combaten los días grises con esa alegría española que, hasta en días en los que el ejército copa las principales calles de la ciudad, les permite sacar un rato para beber, reír y acoger invitados como un servidor.
En Bruselas he pasado miedo. Lo reconozco. Todos los árabes me parecían sospechosos -lo siento-; todas las mochilas se me asemejaban armas de destrucción masiva; huí de las concentraciones e, incitado por mi madre (mamá estamos bien) y mi mujer, he evitado las zonas más turísticas, los centros comerciales... He pasado más horas pendiente del entorno que de disfrutar el crisol de culturas que puebla la capital de Europa.
En Bruselas he pasado miedo. Lo reconozco. Todos los árabes me parecían sospechosos -lo siento-; todas las mochilas se me asemejaban armas de destrucción masiva; huí de las concentraciones e, incitado por mi madre (mamá estamos bien) y mi mujer, he evitado las zonas más turísticas, los centros comerciales... He pasado más horas pendiente del entorno que de disfrutar el crisol de culturas que puebla la capital de Europa.
He esquivado casi todas las concentraciones pero no quise privarme de ver el Clásico en un bar, entre Rammés, Triples Carmelitas, Omers y toda cerveza que cayó por mi alrededor (vaya tocata al amigo Benítez, por cierto). Lo vi tranquilo, haciendo gala de españolía y con la tranquilidad que me daba pensar que "mi" Valencia iba a ganar. Craso error. Seguí el partido, también en buena compañía. Narré eufórico el gol de Alcácer y, a medida, que la UD Las Palmas se fue apoderando del partido, me fui aislando del juego, pensando en el mundo que me rodeaba, en que los musulmanes, en cuyo nombre matan los asesinos, son como nosotros, que están en nuestras vidas, en la puerta del cole, tienen nuestros mismos problemas, nuestras mismas inquietudes y sufren y aman como cualquiera. Por estar, están hasta en el Valencia CF... Estuvieron hasta en el desastre de Mestalla.

Y es que, el otro día me lo señalaba un amigo. Si Abdennour y Mustafi, jugaban contra la UD Las Palmas (Como así fue), la defensa del Valencia sería musulmana. Jamás habría reparado en ese dato si los yihadistas no se hubieran colado como un huracán en nuestras vidas. El caso es que, cuando se lesionó Mustafi, más que pensar en el nuevo desastre que estaban perpetrando los de Nuno, me centré en la faceta humana. Di por hecho que los ataques en París les produjeron a él y a su compañero Aymen tanto rechazo como nosotros, los occidentales. Ellos deben ser la defensa de Alá, en el Valencia, y de paso en nuestra sociedad. Porque los ídolos, las estrellas, los divos, no están sólo para ser multimillonarios, sino también para ser ejemplos y modelos de comportamiento, integración y, como en este caso, de convivencia.
Con todo, y como ya no me podía quitar de la cabeza tanta Alerta Máxima, cuando vi a otro musulmán salir por la pantalla, estuve quizá más atento que de costumbre. El bueno de Feghouli, (ojalá renueve ya) dio la clave del partido: "Los jugadores no hemos estado a la altura". Con todo, cuestiones religiosas a parte, la sentencia del choque la emitió Nuno: "Mestalla es soberana", afirmó. Ésto es, "que tiene el máximo poder o autoridad sobre algo". Si fuera así de verdad, Mestalla ya ha emitido su sentencia y Peter Lim y Lay hoon no pueden hacer oídos sordos: Nuno debe irse, y no hay defensa de Alá, Jesús, Mahoma, Buda o Dios que lo pare. Feliz semana.
David Torres
Delegado de ElDesmarque Valencia    

 

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