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David Torres

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Ya está aquí el mes de mayo y con él las comuniones. Este año he tenido la suerte de ser invitado a dos: la de mi sobrina Noa y la de mi prima Icíar. Es ésta una celebración que me resulta especialmente atractiva. Recuerdo mi primera comunión con cariño y veo la ilusión y la inocencia en los rostros de los niños y pienso que no puede haber más felicidad e ingenuidad juntas y al mismo tiempo.

Da gusto ver sus caras cuando interiorizan que empieza una nueva vida para ellos, es impresionante verles orgullosos porque es uno de sus primeros pasos hacia la vida adulta. Es, al menos en España, el inicio de la segunda gran socialización.
Comunión es un término compuesto que viene de las palabras común y unión y es lo que, ya un poco más mayores, vivimos con nuestro grupo de música preferido, con nuestra pandilla y, por supuesto, con nuestro equipo de fútbol, con el Valencia CF. Y es exactamente eso lo que se ha vivido este año en Mestalla domingo tras domingo. Ante el Celta, este finde, sin ir más lejos, la parroquia consiguió que se me pusieran los pelos de punta desde que el equipo apareció en autobús por la avenida de Suecia hasta que volví a casa muchas horas después para cenar una maravillosa merluza (había que controlarse tras los atracones comunioneros). 
No importó que el Celta se adelantara en el marcador o que el Valencia fallara lo indecible; la gente estuvo ahí, haciendo temblar el estadio y creyendo hasta el final. Equipo, estadio y afición todos unidos, en común unión.
Uno, que celebra ya dos décadas de profesión, ha visto muchas cosas, he vivido noches épicas, tristes, mágicas y dolorosas. Lloré de alegría por el Valencia y también de pena; pero el idilio continuado de esta temporada no lo había conocido. La afición no ha fallado jamás. Siempre ha estado al lado del equipo, siempre ha apoyado, siempre lo ha recibido en Mestalla y en los campos dónde fue y ha conseguido que el templo valencianista se haya convertido por méritos propios en una de las canchas más difíciles de asaltar de Primera División. Sólo unos privilegiados y con fortuna -como el Celta- lograron sacar puntos aquí. 
La llegada de Peter Lim, la culminación del proceso de venta, los aciertos defensivos, la puntería de los medios, el trabajo de los puntas... Nada de todo esto habría servido si la afición no se lo hubiera creído; si la parroquia no hubiera llenado cada peña, cada bar, cada rincón del estadio cada vez que su Valencia jugaba.

La figura de Amadeo Salvo

La común unión que se ha vivido en el valencianismo ha sido especial este año. No sé si porque veníamos de una época muy turbulenta; si porque necesitábamos cualquier noticia como la inyección económica de Peter Lim; o si porque estábamos necesitados de celebrar, pero el caso es que la atmósfera que se ha vivido en Mestalla y en el entorno ha sido especial. La comunión en el viejo templo valencianista ha sido casi mística (y eso que este año no había competición europea de por medio). 
Y ahí, aunque a muchos les parezca impopular decirlo en un día como hoy en que el sueño se pospone, buena parte de mérito la tienen Amadeo Salvo y sus colaboradores. Ellos han logrado que la atmósfera de Mestalla sea especial y, sobre todo, han conseguido que muchos vuelvan a sentirse orgullosos de ser del Valencia, al menos de proclamarlo. Es momento, por tanto, de tener presente la comunión vivida y no tirarlo todo al traste cuando queda sólo una etapa más para concluir la transformación. Consignas como #juntstornem; "No se puede vencer a quien nunca se rinde"; #esperitdelaSenyera; o "Che We can"... Han hecho que la energía valencianista vuelva a brotar con fuerza.
Ese poder interior de la afición, regado por los millones de Lim, arengado por el ardor guerrero de un equipo que ha sacado puntos de campeón de Liga aunque lleve menos de medio año junto; ha sido dirigido además de por Salvo y sus colaboradores, por la batuta de la Curva Nord (cuando se centran en lo que toca son geniales) y ha crecido en un remodelado estadio que es la envidia de propios y extraños. Un Mestalla que, por cierto, cierra sus puertas hasta la presentación de la temporada que viene, que promete ser la de la consolidación del primer proyecto Lim-Salvo. Bueno...Mejor dicho, cierra hasta la semana que viene que llega una nueva edición de "Yo pisé Mestalla" que estoy seguro que este año estará más abarrotado que nunca de niños que quieren emular a sus ídolos y vivir su primera comunión valencianista con la clasificación de Champions en el bolsillo. Feliz semana.
David Torres 
Delegado de ElDesmarque Valencia

 

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