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Día Mundial Sin Idiotas
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Día Mundial Sin Idiotas

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Juan Carlos Aragón
El Día Sin Coche en Madrid (Foto : EFE)
El Día Sin Coche en Madrid (Foto : EFE)

Desde que tengo uso de razón incluso cuando la he perdido me ha llamado poderosamente la atención la posmoderna carajotada de los 'Día-mundial-de' o los 'Día-mundial-sin', y siempre los he contemplado como un producto más del cinismo civilizatorio que predica lo contrario de lo que impone, como queriendo contrarrestar la barbarie de sus designios con antídotos más antinaturales si caben. El jueves pasado ya no se celebró el 'Día Mundial de la Bicicleta', sino directamente el 'Día Mundial sin Coche'. La peña progre y superguay que promovía el evento consiguió el cierre al tráfico de calles importantes, durante unas horas, para montar en bici, leer y tocar el piano en la calzada. Qué emocionante, primo. Si lo llego a saber, me llevo la guitarra a la Plaza España y termino al popurrí... De aquí a la Revolución sólo falta un paso... pero un paso atrás.

 
En Barcelona, los niños, en una exhibición de inocente lealtad a las normas, multaron simbólicamente a los mayores. Uno de ellos, borjita total, salió en la tele orgulloso: "parecíamos policías de verdad". Espero que el niño aún no haya visto a los policías matando a los negros en Estados Unidos, ni a los que retiran con la grúa a los coches que no estorban, ni a los que linchan a palos a un manifestante, ni a los que arrastran a los desahuciados de sus casas, ni a los que colaboran con los narcos, pues esos también son "policías de verdad", y muy de verdad. La mayoría, no, claro. La mitad menos uno.
No obstante, la reflexión de hoy no va contra la policía, sino contra la organización social de la idiotez. En el mundo en que vivimos, promover un día sin coche es como promover en el mundo de la caza un día sin perro. O en la pesca un día sin anzuelo. O en el Patronato del COAC un día sin Quiñones. Con la de injusticias y miserias que tenemos por delante, promover un retorno a la naturaleza constituye una romántica cortina de humo espeso, ante la que aparecen los mismos sinvergüenzas que los otros 364 Días Mundiales con Coche los usan con un chófer que pagamos nosotros y a velocidades tales que los "policías de verdad" no pueden sancionar. El resto de los pringaos que lo usamos a diario no solemos hacerlo por gusto, sino porque nos vemos obligados a recorrer cientos de kilómetros para trabajar. Aún así, algunos hacemos al año más kilómetros en bicicleta que toda la peñita que la cogió el jueves (muchos de los cuales no montaban desde el día de su primera comunión, sólo había que verlos), y sin carril bici, como sucede en Cádiz, ciudad en la que un "policía de verdad" inauguró la jurisprudencia de la sanción —200 euros y cuatro puntos del carné— contra un ciclista por saltarse un semáforo a 5 kms por hora (ciclista identificado como el abajo firmante).
Al margen de la docencia, la labor social del filósofo consiste en liberar al individuo de los prejuicios dogmáticos y las ideologías encubiertas. Y una ideología encubierta es, por ejemplo, el falso ecologismo derivado de estas carajotadas organizadas, mientras la industria del coche lucra a tres cuartas partes del mundo. O sea. Si el sistema te impone el coche como una prolongación de tu cuerpo, no puede luego proponerte el día sin coche, porque un día sin coche puede ser peor que un día sin nabo. Y aunque parezca un símil gratuito y soez, no lo es: como con el nabo sobrepases los límites de velocidad o lo metas en un parking privado, también pueden cascarte una multa para toda la vida, peor que cualquiera de las que ponen los "policías de verdad".
No estoy sistemáticamente en contra de todo. Entiéndaseme bien, suplico. Estoy sistemáticamente en contra de todo lo que sea hacer el idiota. El idiota, en la terminología aristotélica, es el individuo que anda perdido y desorientado, entre otros motivos, por desentenderse de los motivos políticos que lo convierten, precisamente, en un idiota. Y el sistema es el mejor especialista político en organizar a los idiotas para instalarlos definitivamente en la idiotez, e incluso conseguir que se identifiquen con ella. Es por ello por lo que entiendo mucho más urgente organizar de modo alternativo el Día Mundial de las Elecciones sin Idiotas, el Día Internacional de la Audiencia Televisiva sin Idiotas, el Día Universal del Idiota sin Twitter y el Día Final del Mundo sin Idiotas.
Supongo que con este artículo muchos idiotas no estarán de acuerdo.
JUAN CARLOS ARAGÓN

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  1. Alberto Corrales Ruiz

    No estaría yo muy seguro de si los idiotas, saben que son idiotas.

  2. Adrián

    * MÁS DE 10 MILLONES DE IDIOTAS * Concretamente 10.394.047 -idiota arriba, idiota abajo- Esos son los españoles que realmente me avergüenzan. Y no, no son los votantes del PP, ni la suma de votantes de derechas, ni la de izquierdas. Tampoco me refiero al número total de votantes de los partidos tradicionales, esos me dan pena, no vergüenza. Los españoles que realmente me avergüenzan no son votantes, son IDIOTAS, por mucho que se llamen abstencionistas. La palabra idiota, aunque en la actualidad quiere decir "tonto o corto de entendimiento", tiene su origen en el vocablo griego "idiótes" (ἰδιώτης) que hacía referencia a "aquel que se preocupaba sólo de sí mismo, de sus intereses privados y particulares, sin prestar atención a los asuntos públicos y/o políticos". Puesto que en la Antigüedad grecorromana la vida pública era de gran importancia para los hombres libres, esta palabra se convirtió pronto en un insulto. De hecho, en la democracia ateniense era considerado deshonroso no participar de ella. Quizás por ello, Grecia sea uno de los pocos países en los que el voto es obligatorio, aunque tampoco estoy de acuerdo con ese extremo, ya que a mí, por ejemplo, obligándome ya me estarían dando un motivo para no hacerlo. Además, la mayoría de países europeos son mucho menos idiotas que el nuestro, sin que les obligue nadie. Italia, Austria, Dinamarca, Alemania, Francia, Países Bajos, Reino Unido o incluso nuestro vecino Portugal. Todos son países bastante menos idiotas que España. Y eso es lo que de verdad me avergüenza. Y no, no me vale como argumento que alguien no se sienta identificado con ningún partido, con ninguna ideología, habiendo más de 500 candidaturas de todos los gustos y colores. Muchas de ellas creadas y promovidas por personas que tampoco se sentían identificadas con las opciones disponibles. Tampoco me vale el que lo justifica defendiendo que no es una democracia real, que todo es un engaño, que no cree en el sistema. Si no crees en el sistema, esta es la única forma de cambiarlo. Porque, te guste o no, naciste y te educaste gracias al sistema, a no ser que nacieras en una cueva y te educaran los lobos. Porque, te guste o no, vives en el sistema y utilizas el sistema todos los días, en todo momento, a no ser que vivas en una isla virgen sin ningún tipo de herramienta, servicio ni comunicación. Y ese sistema, repito, te guste o no, te afecta a ti, a los que te rodean y a los que tú rodeas. No es sólo una cuestión de justicia histórica, por ser un derecho cuya obtención ha costado miles de vidas, que también. Sobre todo se trata de justicia social, si a ti te da todo igual, deberías hacerlo por solidaridad. Porque en un país con unas 11 millones de personas en riesgo de pobreza, no es tolerable que haya casi el mismo número de auténticos idiotas. Obviamente no son los mismos millones unos que otros, aunque incomprensiblemente una parte de ellos coincidirá en ambos grupos. El resto es probable que se repartan entre la incansable audiencia de Telecirco que son más de nominar que de votar, los fanáticos del fútbol que sólo votarían para escoger seleccionador nacional, los espirituales que proclaman "paz y amor" con su iPhone Plus desde el salón y los jóvenes "millennials" que sólo participarán cuando se pueda votar con #HashTag. Si algo han demostrado claramente los sondeos, es que la mayoría de estos idiotas se avergüenza de serlo. Porque si hay algo más idiota que un abstencionista, es el que además alardea de ello.

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