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Aleluya de qué
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Aleluya de qué

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Juan Carlos Aragón

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Aleluya de qué. El Señor ha resucitado, pero Cruyff no. El país sin gobierno, Del Bosque sin equipo, Europa sin seguridad, los bares sin vergüenza, la prensa muda y yo avergonzado con mi artículo de la semana pasada. No lo soporto más. El silencio para los cobardes. Aquí va éste.

 
Maldigo con toda mi alma el punto de vista del que afirma que hay que mantener un respeto a las tradiciones, cuando hablamos de tradiciones que no respetan ni a su puta madre, como la de los Toros del Aleluya, que no es más que el correlato ibérico de una forma muy nuestra de practicar la religión, y ya empiezo a estar un poco harto del sadismo institucionalizado. Cada Semana Santa certifico preso de espanto que el fervor cofrade es directamente proporcional a la crueldad representada en el paso. La Borriquita no levanta pasiones porque no hay sufrimiento, pero al menos conserva intacta la esperanza de saber que va a haberlo. La Santa Cena pone al personal mucho más. De hecho, la mayoría de los ojos buscan a Judas a ver si ha reunido ya la bolsa con el dinero. Los Prendimientos y Sentencias suben tres o cuatro peldaños en la escalera del morbo que conduce al éxtasis místico de la crucifixión, pasando por las cruces a cuestas algunos las prefieren con caída y rodillazo, otros a palo seco sin Cirineo que le ayude, y las sumisas Columnas, que son más atractivas de espaldas que de frente porque así es como muestran todo el esplendor de la saña y la sangre de los latigazos. Por último, los Perdones, Expiraciones, Últimas Palabras y demás episodios previos al instante de la muerte, constituyen el auténtico orgasmo cofrade porque representan la apoteosis del dolor.
Siempre he mantenido sin poderla resolver la enigmática duda de quién disfruta más con la perversión de la tortura, si el verdugo o el espectador, aunque me inclino más por el segundo, ya que el primero cumple con su deber pero el segundo contempla por gusto. De hecho, el Cristo muerto marca el principio del fin del fervor porque, como en todo proceso que conduce a un orgasmo de tipo lineal, cuando se consuma, comienza el proceso disolutivo de la pasión y el crecimiento vertiginoso del desinterés. De hecho, los Descendimientos de la cruz con los rostros inexpresivos en el yacente y seca la poca sangre que conservan no pueden jamás tener el encanto de una buena lanzada en el costado, salpicando sangre fresca, y con el Cristo entre la cumbre de la agonía y la entrada en el umbral de la “Buena Muerte”, como llaman los más sádicos a una muerte en estos términos, que manda cojones. Si no, pregúntenle a un publicista adónde pagaría más por colocar su espónsor. Ya lo del Santo Entierro es un coñazo. Además, no suele verse. Los niños piden que los suban a hombros a ver si hay algo que merezca la pena dentro de tanta pompa de cristal y plata. Pero que va. Parece que hay uno dentro, pero ni se le ve la campanilla ni echa sangre por ningún lado.
A estas alturas del artículo, en las que ya he cabreado a buena parte del personal sólo por aplicar lo que la teoría psicoanalítica del inconsciente humano demostró hace más de un siglo, quiero que levante la mano todo aquel fervoroso cofrade que haya ido a celebrar la Resurrección contemplando tan refrescante imagen de buenaventura y esperanza, participando del sentido completo y único a su vez de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, tal como ordena la religión cristiana y ojo la tradición. Admito que alguien me diga que cree en Dios a su manera, pues el concepto de Dios es tan relativo y abstracto que es imposible que dos mentes converjan en una única idea de lo divino, ni aunque sea para negarlo. Pero en modo alguno admitiré mientras viva que —en nombre de la tradición— cada cual pueda convertir una religión en una perversión particular de la doctrina que exija —para más inri— RESPETO, cuando son ellos los primeros que faltan el respeto a la propia doctrina que pervierten.
Una apuesta. Ya que lo cofrade es un arte, como la tauromaquia, vamos a mantener las corridas de toros y la Semana Santa sin rastros de tortura, centrándonos exclusivamente en lo artístico, esto es, celebrar ambos festejos sin la presencia de una puta gota de sangre, ni real ni pintada. Si el espectáculo sigue funcionando, la teoría de lo artístico habrá vencido y me comprometo a ser yo quien pague la conviá. ¿Sí o qué?
JUAN CARLOS ARAGÓN

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  1. Vamo de frente

    Respeto esta opinión. Aunque quién la escribe decía el año pasado "esta es mi religión, tu la respetas" aludiendo al carnaval, y él no muestra mucho. Debe ser un episodio traumatico, porque cuando no hay musas, usa el recurso fácil de la Semana Santa. Eso si es "tradicional" en él.

  2. Carlos

    Es muy naïf que alguien pretenda ser provocador con estos artículos, al autor le animo que se esmere en el próximo articulo a ver si consigue escandalizar a alguna monjita. Lo realmente preocupante es que este señor sea profesor de filosofía, viendo el nivelito no me extraña que este desapareciendo de los planes de estudio.

  3. Juan

    Solidaridad y buen rollito Aragón, di que sí

  4. Sergio García Ramos

    eres un youtuber antes de existir el tuber. eres el ripio carnavalesco de mi generación perdida terco estudioso, de ingenio e inteligencia prieta que daña y ofende mas de lo que pretende a los tontos que se engañan que se jodan que ya solo falta 1 año para otra semana santa...

  5. María

    La Semana Santa y los toros, un clásico en varios municipios de la provincia de Cádiz. Primero le lloran al paso (ese muñeco con cara de pena), pero muñeco a fin de cuentas; luego van a maltratar a los toros y se les olvidan los rezos y la religión que los parió. Deja que la crueldad se extinga por sí misma. No hay actos crueles sin derramamiento de sangre y, de haberlos, siguen apostando por el maltrato. Gritaremos el "aleluya" cuando se acabe la opresión a los toros.

  6. Alba Aragón Estrada

    Creo que hay otras maneras de ver lq Semana Santa que omiten la crueldad mencionada. No obstante, me parece un tema muy interesante para reflexionar y llegar más lejo, sobre todo, siendo ambo personas que han estudiado filosofía. Me gustaría aportar mi particular visión del tema, no sin antes resaltar que siempre he sido y sigo siendo ATEA (si, del todo, no encuentro consuelo en ninguna entidad trascendente, ni siquiera la fuerza. SOBRE UNA EXPERIENCIA DE LA SEMANA SANTA CON LOS OJOS CERRADOS Cierras los ojos. Estás ahí. Respiras. Desde la lejanía te llega el retumbar de los tambores. Sientes como tu respiración se acompasa con ellos, incluso el ritmo de tu “corazón”. Vibras con ellos, todos los órganos son uno con la membrana del tambor. Un golpe, dos, tres, y redoble. Sientes el cielo estrellado sobre ti, y respiras el aire de la primavera. La secuencia empieza de nuevo e incluso mueves la cabeza con ellos. Ya llegan. Vuelves a respirar. Sientes la brisa. Te trae el sonido de los tambores. Y respiras. Respiras y el incienso inunda tus “pulmones” (obviamente, no los físicos). Sientes como se introduce en tu cuerpo, como empieza a correr por tu sangre, como empiezas a formar uno con él. Te sientes trasportado. Trasportado a la propia presencia del ahí y el ahora. La brisa huele a incienso. Tú eres incienso, formas uno con él. El azahar. Te inunda, te colma, te penetra hasta lo más profundo de tu ser. Lo respiras y eres uno. ¡Ya está aquí la primavera! La sientes. Traspasa la “piel”. Llega dentro. La respiras, y se queda bajo tu “piel”. Uno con la vida, uno con el renacer. La sientes y te sientes vivo. Respiras y sientes. ¡Ya vienen! Se escuchan las pisadas. Pies pesados arrastrando el peso de los cuerpos y siguiendo el ritmo de los tambores. Izquierda, derecha, izquierda derecha. Arrastran la vida con ellos. Y vuelves a respirar. Te haces uno. Los tambores, el incienso, las pisadas, todos corren por tus “venas”. Son ya parte de ti. Los sientes. La piel se pone de gallina. Respiras y lo respirado se hace parte de ti, como las moléculas de oxigeno pasan a formar parte de la sangre. Respiras, respiras, respiras porque la vida se te va en ello. Crujido. Está delante de ti. Lo oyes crujir. Izquierda, derecha, izquierda, derecha. Crack, crack, crack, crack. Y lo respiras. Respiras y lo haces parte de ti. Distante se oyen las voces de las personas que lo portan. Y las respiras. El palio cruje, y ese crujido es ya tuyo, tiemblas con él. Te haces uno. Y lo sientes en las “venas”, van recorriendo tu cuerpo. Ya son parte de ti. Y la música. Suena la música. Y entras en éxtasis. Las dulces melodías te arrastran. Izquierda, derecha, izquierda, derecha. Los pelos de punta. Te acogen. Y eres uno con ella. Subes, bajas, el cielo, las tinieblas, todo en uno. Es ella, la música, te embriaga. Sientes como te sostiene, en el aire, sin tocar la tierra. Y respiras. Sois uno. Los tambores, los clarinetes, saxofones, cornetas… todos son uno y tu uno también con ellos. El corazón se abre con los brazos extendidos y llega a ti. No hay tiempo, no hay espacio, no hay nada y hay todo. Eres todo. La Luna. La Luna llena allá en lo alto sobre el palio. Todo lo ilumina. Su luz que todo lo inunda. Y la respiras. La sientes. Y eres uno con ella. Se presume lejos pero la sientes cerca. Está en ti. Sois uno. La Luna y su luz. Y las estrellas, te llaman, te reclaman, y las respiras. Sois uno. La brisa del mar, el viento en la catedral de Cádiz. Sublime. Respiras y te inunda. No puedes pedir más. Sientes y respiras. Respiras. Cansancio, los pies te pesan. Llevas seis horas caminando, con la música, el incienso, el crujido y los tambores. Tus pisadas son lentas y pesadas. Te duele todo el cuerpo. Y respiras. Respiras y eres uno. Eres uno con la magia que te envuelve. Nada más que abres tu “piel” y sientes, dejas que recorran tu “piel”, tus “venas”. Ya no hay barreras, todo es uno y uno es todo. Éxtasis. Nada y todo. Respiras. La gente. Las escuchas hablar. Un murmullo constante. Se une con la música. Estas solo y a la vez acompañado. Respiras, la sientes y ya sois uno. Los sientes a todos bajo tu “piel”. Sientes que todo se une, todo se siente, se respira. Todo es el aquí y el ahora y el allí y el entonces. Sientes. Respiras. Respiras y sientes la fe, el fervor y la devoción. Y te preguntas ¿siento ese momento, siento cuando Cristo fue subido a la cruz? Sientes, sientes y sientes. Respiras y sientes. Gente, Luna, primavera, incienso, azahar, tambores, música, crujidos, pisadas. Respiras. Respiras y sientes. Atraviesan tu piel, van adentro, a lo más profundo, llegan al “corazón”, se expanden, recorren todo el “cuerpo” y eres uno. Sientes. Los ojos cerrados, siempre cerrados. Nada ves y lo ves todo. Sientes. El corazón se encoje y acto seguido se expande. Las calles vacías. Son las tres de la mañana. Sueño. Cansancio. Poca gente. Y ahí va el paso caminando bajo la luna, como flotando sobre las calles. Una lágrima. Recorre tu mejilla. Te sientes uno con el mundo. No hay barreras, el respirar las ha diluido. Respiras, sientes y eres uno con el todo y el todo es uno en ti. Sientes. Ya se recoge, ya se va. Suenan los últimos acordes y te vas con ellos. Miras al cielo. Deseas que vuelva pronto. Sientes la pena de lo que se acaba y la alegría de un nuevo renacer. Respiras y sabes que eres uno en el todo. Y me pregunto, ¿no puede acaso un músico ateo que ha tocado durante seis años en las más distintas procesiones, en distintos pueblos y ciudades, sin expectativas, sin estar cegado por la fe y la pasión a una imagen, tener una experiencia igual de válida que la del creyente?, ¿hace falta ser católico para que la Semana Santa te emocione? No, es algo que trasciende a la religión, a la fe, es el uno en el todo y el todo en el uno. El macrocosmos y el microcosmos. Sientes y respiras y ese sentir y respirar eres tú mismo. Un saludo.

  7. Capirote

    Uy uy lo ca dixo. Este tipo es duro eh. Cuidaito con él q es tela de vasilón...(detras de la pantalla claro)

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