El dolor de la autocrítica

Durante toda la vida hemos escuchado que “siempre es bueno hacer autocrítica”. Que reconocer los fallos de uno mismo con el objetivo de pulirlos y ser mejor es algo positivo. La teoría nos la sabemos al pie de la letra, pero nos cuesta aplicarla. En una sociedad que cada vez está más “futbolizada”, tomamos ejemplo de los jugadores, entrenadores y presidentes que rara vez admiten errores.

Esto no sólo se da en el fútbol profesional, también encontramos casos como estos en las ligas amateurs. Si bien hace unos años no había problema alguno en admitir que el contrario había sido superior, hoy en día parece que admitir dicha superioridad es como condenarte a una inferioridad con respecto al rival. Parece que hoy en día nadie pierde un partido por la superioridad del rival, sino porque ellos han jugado mal. Parece que los rivales no supieran jugar.   Y si por una casualidad la superioridad del rival ha sido tan evidente que decir lo contrario sería terriblemente absurdo, siempre queda la excusa del árbitro. Todo el mundo dice conocer el reglamento de principio a fin, pero en realidad no conocen ni las normas más básicas.
Desde la grada, el sofá de casa o la barra del bar, arbitrar es muy sencillo. Ahora bien, habría que ver a más de uno con un banderín o un silbato en un partido. No admitimos que un ser humano pueda equivocarse de la misma manera que nosotros también podemos errar. Si nos perjudica no vemos más allá, pues ganar es lo único que nos importa. ¡Incluso en partidos donde no hay nada en juego!  Obviamente hay excepciones, no todos los equipos muestran esta actitud. Pero en general es algo que vemos de manera más asidua en los terrenos de juego. Hemos olvidado lo que es disfrutar del juego, tanto viéndolo como practicándolo. Igual que en las demás cosas de la vida, solo importa demostrar que yo soy mejor que otro. Solo importa que nuestro equipo gane los tres puntos.
A simple vista puede parecer que esta visión es algo exagerada, nada más lejos de la realidad. Solo hay que acudir a un partido de benjamines o alevines y ver la actitud de los chiquillos. Esas actitudes son reflejo de lo que ven en la casa y en la tele.  Admitir que hay alguien mejor no demuestra inferioridad ni nada por el estilo. Tiene que ser la manera de descubrir donde fallamos y corregirlo. Así podremos disfrutar más de este deporte y quitarnos de pasar malos ratos. Eso sí, sólo vale ganar, ganar y volver a ganar.
Por Ander Cotorro, periodista

@ScottiJuve