La paciencia se acaba
Lo que pronosticábamos en la anterior entrada de este blog hace quince días se ha cumplido. No había que ser adivino antes de viajar a Barcelona para suponer que el Sevilla podía encontrarse ya en la sexta jornada ante una final en la que no cabe otra cosa que la victoria.
Y no porque los puntos sean irrecuperables, que no lo son. Sino porque la paciencia no puede ser eterna, se acaba y el equipo ha de comenzar a darle a la afición motivos para creer más allá de las palabras cada vez más vacías de su entrenador y de la supuesta pegada insuperable de un ejército de medias puntas que tapan la fragilidad de un grupo de jugadores que ahora mismo son cualquier cosa menos un equipo.
Por la afición y porque no salir ya de esos puestos cuando hay que visitar San Sebastián tras un año sin ser capaz de ganar a domicilio, puede ser más grave de lo que parece. Plantarte en la novena o décima jornada en puestos de descenso te puede condicionar el resto de la temporada y más con un equipo tan joven e inexperto.
Cierto es que el calendario ha sido muy malo, cierto es que perder ante Atlético, Barcelona y Valencia entraba dentro de lo muy posible si se analiza por separado. Pero perder ante todos ellos a la vez y no ser capaz de ganar ni a Levante ni a Málaga ya no es tan normal. Podrán culparse a los árbitros y a quien se quiera, pero la realidad es que el equipo solo ha dado una imagen seria y fiable ante el Barcelona, un partido de los cinco. En el resto ni de lejos se ha acercado a lo que supuestamente apuntaba en verano, que dicho sea de paso, se demuestra una vez más que los resultados de pretemporada solo sirven para engañarse y para motivar a los abonados indecisos.
El equipo aún no sabe a qué juega ni cómo jugar, y la actitud en algunos casos brilla por su ausencia, como en las dos visitas a Valencia. Ante el Levante, salió a pasearse como si en la segunda jornada diera igual ganar o empatar y ayer otro tanto de lo mismo, aunque ya deberían saber lo que empiezan a jugarse. El mensaje con el cambio de Gameiro es evidente, el empatito vale. Con que en algunos de estos dos partidos el equipo hubiera ido a por el partido la situación sería muy diferente, con una sola victoria todo se vería de otro color.
Pues bien, ahora Emery y los suyos ya no tienen margen para sacar al club del embrollo en que lo han metido. La paciencia de la afición no va a durar mucho, hasta el miércoles y poco más y la dinámica errante del equipo y de su entrenador no contribuye a la tranquilidad. Cierto es que con 14 jugadores nuevos, con una plantilla que no se ha cerrado hasta la tercera jornada de Liga y con media defensa en la enfermería, el equipo necesita tiempo y conjunción, pero si el mensaje que se pretende mandar es que un equipo construido con 40 millones de euros no da para más que para estar colista o en descenso durante las primeras jornadas no va a encontrar mucha defensa en una afición que, no se olvide, ha aumentado su número de abonados porque espera bastante de este equipo y que, desde luego, ni en la peor de sus previsiones imaginaba a su equipo siendo el peor de la Liga a estas alturas.
Ante el Rayo, penúltimo y que va de goleada en goleada, ya no caben más excusas. Esto empieza a ponerse serio, esperemos que al menos eso sí sea capaz de transmitirlo Emery. De lo contrario, mejor que Quique empiece a seguir con cariño los partidos del Sevilla…
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