El salto más difícil de Concha Montaner

Fue en 2008, la saltadora valenciana Concha Montaner sale de los Juegos Olímpicos de Pekín con una lesión en su pie izquierdo que le obliga a parar. Una parada forzosa que aprovecha para convertirse en madre. Da este paso de manera consciente sabiendo que aprovechar el tiempo de la lesión para llevar a cabo este proyecto de vida es lo que más le conviene a su carrera profesional, y así como muchas mujeres no deportistas, planifica hasta el más mínimo detalle de su maternidad para que afecte lo más mínimo a su carrera. Su decisión es una apuesta arriesgada.

Las deportistas de élite no es que no escapen del debate de la maternidad, es que para ellas supone enfrentarse al abismo de tomar una decisión tras la cual no saben si su cuerpo, que es su herramienta de trabajo, volverá a estar en las mismas condiciones. En el caso de la atleta de l’Eliana es un ejemplo de que sí: Montaner fue campeona de España a los seis meses de dar a luz, repitió gesta a los nueve. Aún así reconoce con modestia que ella no recuperó por completo su forma física hasta año y medio después.
Cuando la mayoría de las mujeres puede compaginar su embarazo con su vida profesional para muchas atletas quedarse embarazada supone un paréntesis que se abre en las primeras semanas y no se sabe cuando se cerrará.
Hasta la fecha, no hay suficiente bibliografía médica ni experiencia que indique qué efectos puede tener para el feto someterle al ritmo de entrenamiento y preparación que llevan estas mujeres. Bien es cierto, que todo parece confirmar que el ejercicio durante el embarazo es positivo, pero no hablamos de ejercicio al uso sino de alto nivel. Así que Concha paró, como ella misma cuenta, desde el minuto cero y sin saber cuándo podría volver a entrenar. Este parón no es más que una baja médica sí, una baja en la que ella tuvo la suerte de contar con el respaldo de su club de entonces que siguió pagándole. Sin embargo, si paras de competir pierdes becas, pierdes patrocinadores, en definitiva, tus ingresos merman bastante y lo hacen en un momento en el que la incertidumbre sobre tu futuro profesional crece exponencialmente a esta pérdida de ingresos.
No es un caso aislado el de Montaner, es un ejemplo más de una mujer que ve que mientras vive el momento personal más importante y más feliz de su vida éste va acompañado de multitud de renuncias a nivel profesional. No es de extrañar pues, que la mayoría de deportistas de élite decidan aplazar su maternidad hasta el final de su carrera deportiva gracias también a que hoy en día los métodos de reproducción asistida han permitido prolongar la edad en la que convertirse en madre.
Sin embargo, la saltadora valenciana tuvo a Alba a los 29 años, la media de las españolas alcanza casi los 33 para tener el primer hijo, así que Concha puede considerarse una madre joven que se enfrentó desde ese mismo momento al gran reto de las familias españolas de estos tiempos: la conciliación, ese término que cada uno va dotando de un significado particular, tomando decisiones personales poco amparadas por un marco legislativo adecuado que de verdad favorezca la integración de dos esferas laboral y familiar que la mayoría de nosotros quiere y necesita compaginar.

La crianza y sus dificultades

En el caso de una mujer que ha participado en tres Juegos Olímpicos, que ha sido once veces campeona de España en pista cubierta y nueve al aire libre, sorprende aún más cuando relata en primera persona las dificultades por las que había atravesado durante los primeros años de crianza.
Los viajes continuos, los entrenamientos programados a determinadas horas cuando precisamente un bebé si de algo no entiende es de horas, se le hicieron muy cuesta arriba a esta mujer que a pesar de todo no arrojó la toalla y decidió dar la vuelta a la situación y no renunciar a su carrera. En su agenda diaria había que ajustar niña, trabajo, entrenamientos y competición. Sí, sí, trabajo también, no lo había comentado hasta el momento pero Montaner, en un ejercicio de realismo y sensatez que a veces se echa en falta en otros deportistas, asumió que tal vez nunca volvería a ese primer nivel y que, aunque así fuera, el fin de su carrera estaba ya en un horizonte no muy lejano. Así que comenzó a trabajar de administrativa en una empresa de su pueblo. Y así, cada día, ella también hace malabares: lleva a su hija al colegio, se marcha al trabajo, a mediodía entrena y por las tardes ejerce como entrenadora en un club de la Eliana, después se vuelve a vestir de madre. Cuando hay competición, compite. Su día también tiene 24 horas, aunque a su capacidad para saltar bien lejos quizá debamos añadir la de estirar el tiempo como un chicle.
Hay una decisión personal que supone para la valenciana el punto de inflexión tras el cual ha vuelto a tener muy buenas sensaciones físicas: la decisión de entrenar sola, a su ritmo, con su entrenadora, con sus horarios, cuando a ella le viene bien, aprovechando, por ejemplo, la hora de la comida. De hecho, unas semanas después de que se haya quedado a un sólo cm del corte establecido para el Europeo de Praga, la decepción de no haberlo logrado no la ha hundido, ha estado muy cerca y eso le da fuerzas para alcanzar su próxima meta: el mundial de Pekín de este próximo verano. Pekín, de ahí partíamos al comenzar a contar esta historia, en Pekín Concha tomó el impulso que le llevó a dar el salto más difícil de su vida personal y a Pekín quiere volver este verano para dar el salto más largo de su trayectoria. Mucha suerte.
Aurora Roca
Periodista Cadena Ser Valencia