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Michael Schur, del falso documental al fantástico naturalista
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Michael Schur, del falso documental al fantástico naturalista

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La carrera como guionista de Michael Schur empezó en 1997, al entrar en Saturday Night Live (1975-), donde escribió durante siete años y de hecho conoció a su esposa y madre de sus hijos, la también guionista J.J. Philbin, con quién se casó en 2005, el año en que dio su salto a la ficción semanal fuera del universo de los sketches y la televisión en directo. Y lo dio a lo grande, trabajando en dos series que tenían lo suficiente en común para pensar que la presencia de Schur en ambas comedias es más que una casualidad. La primera fue The office (2005-2013), el estupendo remake americano de la serie británica homónima, y la segunda la extraordinaria The comeback (2005-2014). En la comedia de HBO trabajó durante la única temporada que estuvo en antena antes de su resurrección en 2014, y escribió dos episodios. Sus compromisos profesionales con sus dos primeras creaciones propias, de las que hablaremos más adelante, impidieron su implicación en la sorprendente segunda tanda de la serie.

En The office trabajó durante cuatro temporadas y firmó/co-firmó un total de 10 entregas, siendo nominado al Emmy en dos ocasiones como guionista, por La fiesta de Navidad (2.10) y La negociación (3.18), y varias veces como productor. También se encargó de co-escribir la webserie spin-off The Office: The Accountants (2006), de una decena de webisodios. Como remate a su implicación en la serie, por la que de hechó ganó un Emmy en 2006 cuando se llevó el galardón a Mejor comedia, dio vida a Mose, peculiar primo de Dwight, y un rol ante el que confesaba sentirse incómodo por tener que estar ante la cámara, pero que funciona como chiste recurrente. ¿Qué tienen en común The office y The comeback? Ambas son falsos documentales, y por lo tanto la misión de los guionistas es hacer humor desde el hiperrealismo y la cotidianeidad, porque los equipos de grabación de sendas "ficciones" son la única fuente de visionado para el espectador.

Su evolución como guionista iba a desembocar irremediablemente en la creación de su serie propia, con el apadrinamiento de Greg Daniels, creador de The office y que apenas estuvo involucrado en la serie en cuestión en el día a día, lo cual revela que su crédito de co-creador fue más un necesario peaje para que el don nadie de Schur consiguiera la confianza de la cadena. Hablamos de la magnífica Parks and Recreation (2009-2015), que durante siete temporadas y 125 entregas deleitó a los seriéfilos con su peculiar sentido del humor, que repetía la estrategia formal del falso documental pero desechaba llevar esta idea hasta el final –no había ningún documental siendo grabado, como en Modern family (2009-)–, ya que los personajes eran demasiado excéntricos como para funcionar dentro de ese canon de hiperrealismo. Pero era una comedia híbrida en esa apuesta formal y tono cómico, porque de hecho se pensó originalmente como un spin-off de The office centrado en un pequeño ayuntamiento norteamericano, para acabar convirtiéndose en una hipérbole de este hiperrealismo. Esto es, la serie estaba escrita, rodada e interpretada desde la mayor naturalidad, pero sus tramas y los rasgos de los personajes eran demasiado exagerados (la sobrenatural productividad de Leslie) para ser “creíbles”. Esto no es un fallo ni un ataque al trabajo de Schur, sino una progresión en su voz autoral. Y la absoluta confirmación de su talento, con nominaciones a los Emmy como guionista y productor durante los últimos cinco años.

El siguiente paso de su carrera fue el de servir él de padrino, en esta ocasión a Dan Goor, guionista de Parks and Recreation con el que creó Brooklyn Nine-Nine (2013-) para FOX, comedia sobre el día a día de una comisaría neoyorquina. La poca presencia de Schur en la serie –sólo dos capítulos escritos y uno dirigido en las 74 entregas emitidas hasta la fecha– revela que la serie es más bien de Goor, pero el nombre y prestigio de Michael Schur ayudó a empujar el proyecto hasta su producción propiamente dicha. Aunque no es un falso documental, Brooklyn Nine-Nine sigue el camino de la comedia anclada en el realismo de las situaciones, de ahí que el elenco pasara por un entrenamiento con la policía para actuar con propiedad en las escenas de acción, que todas las referencias legales y policiales de la comedia sean reales y que esté rodada con cámara en mano.

Tras concluir a la perfección Parks and Recreation a principios de 2015, en menos de un año el hombre anunciaba nuevo proyecto, el primero en solitario: The good place (2016-), que acaba de llegar al ecuador de su primera temporada de 13 entregas. Temporada que, como muestra de la confianza de NBC en Schur, fue comprada al completo, sin necesidad de rodar un episodio piloto primero. The good place es un punto de inflexión en su desarrollo como autor, ya que la premisa es 100% fantástica (una joven muere y llega por error al Buen Lugar del título, donde pasará el resto de su existencia rodeada de todo lo que pueda desear por el bien que se cree que hizo en su vida) pero el tono sigue anclado en ese naturalismo que no enfatiza la comedia más de lo necesario. Adiós por completo al falso documental y el rodaje de cámara en mano para transmitir realismo, persiste la mano maestra del hombre para sacar oro cómico de una ligera exageración de lo cotidiano –el personaje del Arquitecto Michael comenta y celebra con asombro constante los rasgos del ser humano–.

Schur es un hombre relativamente joven, así que The good place no es necesariamente el punto final de su trayectoria. De hecho, co-escribe con la actriz Rashida Jones el recién estrenado capítulo Caída en picado (3.1) de Black Mirror (2011-), ya que tras expresar su admiración por la creación de Charles Brooker, éste se puso en contacto con él para hacerle la oferta, así que quién sabe por dónde irán los tiros de sus futuros proyectos. Pero la evolución de su voz autoral es tan clara en estos 11 años que merecía la pena ponerla por escrito. A su favor hay que decir que es un jefe fiel que suele repetir con las mismas salas de guionistas y directores, y que ha dado para la historia del género unos cuantos personajes y running gags memorables y que apuesta por la integridad y lo honorable en sus historias, aunque sus series pecan también de tardar en encontrar su equilibrio perfecto y sufrir por ello sutiles transformaciones. Revisar los primeros episodios de Parks and Recreation y Brooklyn Nine-Nine es casi no reconocer las series que eran en su mejor momento, y puede que eso suceda con The good place, que aunque divertida está algo desnortada, y quema trama e inventa reglas a llamativa velocidad. De ser renovada, seguro que presentará algunos ajustes. Pero merece la pena seguirla porque Michael Schur es garantía de calidad en el universo de las telecomedias.

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