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Viaje al centro de la Sierra de la Demanda (I)
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Viaje al centro de la Sierra de la Demanda (I)

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Kuitxi

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ESKAINTZA: A Fernan Paz, que me habla tanto de Cuba... y se maravilla con los parajes idílicos de Noruega.

CITA:  “Valle ameno, rico nido de quietudes, melancólica vivienda de sosiego, donde apenas de la muerte y de la vida vagamamente se periciben los linderos, que se borran en los diáfanos ambientes del reposo, de la paz y del silencio”.  José María Gabriel y Galán
  Como la tierra lo es, la Sierra también es para el que la trabaja: nosotros la andamos, luego la Sierra es nuestra. La Sierra como ente que nos pide, que nos llama, que nos reclama; la Sierra como empresa, como intento.   Demanda, Sierra de la, dice el diccionario que “pertenece a Logroño”, mas nosotros la conocemos por su vertiente burgalesa, alta y delgada, estrangulada en su mitad, lo que le da forma de hueso. Demanda ibérica estructurada por las subsierras de San Millán, Mencilla y Neila, te vamos conociendo poco a poco. Van ya, para cuando este viaje se va a llevar a cabo, dos intentos con acierto.   El primero nos llevó a Pineda: te atacamos por el norte; el segundo, a Quintanar: nos acercamos a ti por tu sur lagunero. Norte y Sur. La belleza a flor de tierra: el coloso ´Millán el santo´ por arriba...y las ´lagunas de mi memoria´ cayendo hacia tierras de Soria, cerca de donde el Duero nace, ´Picos de Urbión´, de tus aguas en tu pila bautismal un día beberemos, qué rica sabe el agua bendita, si fuera curativa, miel sobre hojuelas, qué pena de miel, qué pena de hojuelas, van, para mi desgracia, cada una por su lado impidiendo que se culmine la gloria...
  Explorado el norte, y también el sur, ambos en días gloriosos, le llega el turno al centro, donde la tierra se estrecha formando el valle de Valdelaguna pueblos arriba, pueblos abajo, y muy cerca de ellos, una laguna,  Laguna de Haedillo, pequeña, como su nombre, pero cautivadora para unas conciencias, como las nuestras, que están alerta a todo capricho.   Si en el norte Pineda fue nuestro refugio, en el sur lo fue Quintanar, quedando para la mitad de la sierra cuatro pueblos, cada cual más atractivo y cautivador: Huerta de Arriba, Huerta de Abajo; Tolbaños de Arriba, Tolbaños de Abajo. Qué elegir. Si fuera por referencias, no habría dudas: la más alta de las ´Huertas´, pueblo donde la familia de Martín, compañero de Periodismo, allá, entonces, en Leioa, conserva en buen uso una casuca.   Al habla con él, un tiempo antes de acercarnos a territorio de sus ancestros, nos intimida el ´muchacho lotero´ con terribles fríos que asolan el pueblo, de tal forma que, en las madrugadas, de lo bajo cero que son las temperaturas, en las tuberías el agua se dilata tanto que las hace reventar, convirtiendo el pueblo en un ´paritorio´, todo es ´romper y romper aguas´. Y la comadrona, dónde está...
  San Millán, Mencilla, Campiña, Muñalba, menos el segundo, todos sobrepasan los dos mil metros. El Haedillo es más parco en altura, pero tiene el encanto de recoger, a sus pies, la laguna de su mismo nombre, un gran charco disimulado por las altas yerbas en toda estación menos en invierno, cuando la nieve que sobre sus aguas cayó se convierte, por el frío, en hielo que la laguna cubre convirtiéndola en glaciar donde el agua es visión remota, si no olvidada...  Elegido el lugar, falta escoger el pueblo. Decidido Huerta de Arriba, por los elogios que les dedicó Martín a sus famosísimas dehesas, veremos truncado nuestro intento, dígase también ´demanda´, por no haber sitio en las casas. Sin una huerta que llevarnos a las manos, tocamos el timbre en una casita de Tolbaños de Arriba.   Y en buena hora lo hicimos, ya que, además de procurarnos alojamiento, ´Las Hoyas´, nombre de la joya, es el punto ideal para la partida hacia la laguna de Haedillo: ni taxi caro al que llamar, ni duro asfalto que recorrer. Todo empieza y acaba a las puertas de la casa. Y allá que vamos, en una nublada mañana de Septiembre, mes en el que las hojas empiezan a caer...y los ´mareantes´ recuerdos ilderdenses de Vall de Boí se desvanecen.
  El cielo, al comenzar a andar, es como un pañuelo gris con el que alguien hubiera tapado el firmamento. No llueve, todavía, de ahí que el chubasquero permanezca anudado a la cintura del hombre. Por estar abierto el azul de las alturas, que es el de siempre en masculino, se ha vestido todo de azul, desde el dobaldillo de su pantalón vaquero hasta el pañuelo de hierbas que su ama le trajo de regalo de la vecina y amada Hendaia.   De pie, en una majada, se ha cuidado mucho de no mezclarse con los animales, dejándolos allá, detrás, al fondo, no quiere compartir con ellos la ´suerte´, no sólo la que vendrá después de la muerte, sino la que en vida a unos y a otros corresponde: la de caminar, la de alimentarse, la de descansar.   Él es el humano; ellas son las bestias, vacas marrones y claras, si están a falta de cariño, amor y unos cuantos versos, que levante Whalt Whitman la cabeza y les ofrezca su homenaje, que, en lo que a mí respecta, no estoy por la labor, me basto y sobro con ella, la mujer que hoy, un sábado cualquiera, pero especial, me acompaña, y la que mañana, domingo, también estará a mi lado, y yo al suyo, mírame, María, y por mi amor, como recita Martí, no llores, si esclavo de mi enfermedad y mis doctrinas, tu mártir corazón llené de espinas, piensa que nacen entre espinas flores...¡y setas!... también nacen y crecen setas junto a los troncos podridos de los árboles que ya murieron. Tomo una. Una seta. La arranco. Y con mi mano izquierda la sostengo, como un trofeo, o como la antorcha que, portando el fuego olímpico, hacia Atenas se dirige para encender el pebetero de un estadio...
  Denso, hermoso, feliz es el bosque que nos lleva desde el alto Tolbaños hasta la laguna de Haedillo. Por los estragos del Otoño, el suelo es todo de hojas de color ocre, quizás marrón, mullido en todo caso, una alfombra vamos pisando, el campo nos trata como a reyes que salieron de paseo para recorrer un pasadizo de robles y pinos.   Dorado el suelo, verdes las alturas, ella es la luz que ilunima la “alameda” por la que caminan dos seres libres, libres por un rato, esta mañana, el día que vendrá, en definitiva, el fin de semana, tres días y dos noches, para qué más, corta es la dicha, larga es la espera desde el lunes hasta el viernes.   Pero vendrá, hasta hoy está llegando. Y cuando un nuevo día sea nuestro aliado, ella tendrá ocasión de sentarse en este bosquecillo que va ascendiendo poco a poco, “piano-piano”, que no haya fatiga es nuestro deseo, nuestro intento, o empresa: ¡la Sierra de la Demanda!...
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista, mendizale, narrador de viajes y periodista

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