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Ruente, Cantabria: Llamando a las puertas de ´Saja-Nansa´
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Ruente, Cantabria: Llamando a las puertas de ´Saja-Nansa´

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Kuitxi

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“Imaginando Palabras”. Cuaderno de Viajes. “REGRESO A LA ESCRITURA” (primera parte). Eskaintza: A todo ser humano que en este preciso instante esté sufriendo.

Cita: “¡Venga ¡Venga! ¡Puertas al campo! ¡Que no quede ni un área, ni un palmo, sin encerrar en un muro!… ¡Qué es eso del campo! ¡Qué significan las llanuras, las huertas y las tierras vírgenes! ¡Puertas al campo!...  Desde el día aquel en el que supe lo que para Jorge Manrique son nuestras vidas, no he dejado de pensar en ello, “Son los ríos nuestras vidas” decía el de Segura de la Sierra mientras lloraba por la muerte de su padre, “que van a dar a la mar”, continuaba, y finalizaba con un lacónico y estremecedor. “que es el morir”.
  Despejando, como si fuera maleza y hojarasca que me estorban, la subordinación que a su dicho le otorgan los dos ´que´ relativos, me quedo con la esencia, Río somos, y en ello me ensueño pensando. Y mientras pienso, a la vez que constato mi existencia, me regocijo en ese milagro natural que son todos y cada uno de los ríos, esa corriente  de agua que desciende brava de las alturas para serenarse en el llano o enloquecerse en una cascada.  Así somos también nosotros, mansos y, a la vez, violentos, cuánto de una cosa, cuánto de la otra, hay quien manso nace y manso muere, y hay, como Caín, quien en su juventud se levanta en armas contra su hermano hasta extinguirlo. Lleno de ´caínes´ está el mundo, ´caínes´ que, con su metafórica quijada al hombro, hacen sombra y minimizan al ser bondadoso y tierno, que los hay, yo mismo he tratado con alguno de ellos llegando hasta la fascinación.  Buenos o malvados, en fin, río somos todos. Río con memoria, o, simplemente, con dos ojos bien abiertos para entender que de la humanidad, entonces diseminada, un grupo aguerrido pasó, hace miles de años, de deambular por territorios ignotos, a convertirse en seres sedentarios; de balbucear, a comunicarse con signos lingüísticos; y, lo que es más importante y aquí interesa: de permitir que el viento lo que por la boca salía se lo llevara para fijarlo de garabatos en un soporte.
  Sucedió tal cosa, dicen, en lo que hoy es un infierno y antaño era Paraíso, en esa bíblica vega fértil, allá en el medio oriente, regada en desbordamiento por esos dos ríos que han hecho historia convertida en asignatura que se debe aprobar con mucho ´Arte´ en el aula de una escuela. Quién, a esas alturas de la existencia, no sabe del Eúfrates y el Tigris.   Quién, de sumerios y acadios, y algún que otro pueblo más como el conformado por los caldeos, que, a orillas de aquellos dos ríos, fundaron la ´Civilización´ a base de cultivar la tierra para que ésta pariera su fruto por causa, y no por azar. Y quién, y ya no seguiré cantando más alabanzas, que el limo de aquellas riveras se convirtió un buen día en la palabra escrita que se fijó en tablillas de arcilla, luego llegaría el papiro, y, finalmente, el papel: este, por ejemplo, en el que escribo…  No hay que irse muy lejos (y especialmente ahora que la palabra oriental es dinamita), para encontrar, a semejanza de la escritura, dos ríos que discurran mas o menos paralelos hasta encontrarse en un mar común. Giro mi vista a la izquierda, recorro el mar Cantábrico por su costa, y, mucho antes de que mis ojos se topen con el final de la tierra, descubro en la vecina en ´infinita´ Cantabria dos ríos, dos vidas, que desde tiempos remotos alimentan la naturaleza, ya sea ésta vegetal o animal, reino este último en el que nos encuadramos, no siendo de él los reyes, aunque reyes nos sintamos.   Somos, simplemente, la memoria de las piedras, los que en herencia recibimos el habla que en el papel, de ser cosa abstracta, en materia visible convertimos. Somos, en fin, los supervivientes del Diluvio que desencadenó Yhavé y el Arca que a Noé, con todo lujo de detalles, el también llamado ´el señor´ le indicó que diseñara y construyera en los astilleros de la prisa y el pánico encubierto; sobrevivientes, también, de aquel fuego de azufre que de manera horripilante castigó pecados capitales como la lujuria, y otros provinciales, nacionales, continentales, mundiales, universales como el incesto, la paidofilia, la pederastia, el ´guiri-gay-´, el lesbianismo, la orgiástica copulativa sin medida ni mesura,...
  Excesos sexuales a los que hay que añadir la ´sodomía´ que cardaba la lana en Sodoma para hacer famosa a Gomorra hasta ese momento fatídico en el que, por la desobediencia de haber mirado hacia atrás, convirtió en estatua de sal a la mujer de Lot, nacida en Ur Kasdim, fallecida en la cumbre del monte de la perdición, dejada de la mano de Dios, la pobrecita, y desamparada por los exégetas hasta tal punto que tuvo que ser el señor Ramón Sopena, sirviéndose de la Editorial fundada en 1894 en Barcelona, el que bautizara a la criatura con el nombre de Edith (¿edith por aquello de las ´ediciones´?),...
Nunca es tarde, se dice, pero, en este caso, vete tú a preguntarle su parecer a la ´salada´ esposa del amigo de Abraham (“Coge a los tuyos y vete hacia allí, que yo tomaré a los míos y partiré en sentido contrario”)... de tanto como eso, se decía, de tantas calamidades resultamos ser, y de alguna más: de las terribles plagas de Egipto también somos los que vivos estamos: sangre, ranas, piojos, moscas, peste, úlceras, granizo y fuego, langostas, tinieblas y oscuridad, muerte de los primogénitos…. ¡Somos!…  Y al ser, y al pensar, arrastrados por la curiosidad, del monte, donde Dios no apareció, al valle regresamos. Valle de lágrimas, le dicen, pero yo apunto que el llorar se ha terminado, al menos de momento, porque aún hay tiempo para regresar a la naturaleza virgen que los antepasados nos legaron. Y a ella vamos los dos, a una que nos pilla a mano: dos ríos que corren paralelos fertilizando la tierra que encierran y a la que a ambos lados dejan.
Llevo ya un buen rato hablando de ríos en común, como si nombre no tuvieran, y lo tienen, el uno se llama ´Saja´, el otro, ´Nansa´, y hasta un tercero, que a la derecha dejan, existe, de nombre Besaya, que en este día, y en los sucesivos hasta el final de este Cuaderno, olvidaremos para no perder en ningún momento el hilo de la historia que en todos los confines de la Tierra se repite: dos ríos, un pueblo en la vega del valle, y ese lenguaje que en ondas vuela, y en la arcilla, en el papiro y en el papel se dibuja con intención de que lo dicho no se olvide. Vuelvo, luego de un tiempo de vacas muy flacas, a la palabra. Regreso, después de la tempestad, a la escritura que a mí me reconforta y al que la lee le da alas para viajar por parajes imaginarios.
  Ahora, hoy, miércoles de un mediodía con cielo de un sol nublado, retorno a lo mío. Hoy, 3 de diciembre, festividad de San Francisco Javier, me hago fuerte en mi esquina. Poderoso soy, sí, he aquí mi arsenal: el almanaque, los mapas, los folletos, y, sobretodo, las fotografías. Cuánto tiempo llevaban estas últimas, Señor, cuánto tiempo. Digamos que días y semanas, quizás algún mes, qué barbaridad, que injusticia la de la suerte de este hombre que le priva de hacer, seguramente, lo único que sabe.
Hoy, que no tiene un balón de fútbol entre los pies para hacer con él florituras, los dedos de sus manos le resultan como el índice de aquel dios que con su yema le insuflaba a la carne la vida. Miro donde hay que mirar, o sea, en los mapas, y descubro un país, como si fuera Moisés contemplando desde lo alto de un collado la ´Tierra Prometida´.   A diferencia del líder de los judíos, mis pies sí pisaran ese vergel donde los ríos, en vez de agua, traen leche y miel. Lo pisaron hacia bien poco, y no eran dos, como ya se sabe, sino cuatro, sus huellas va dejando la mujer con sus botas diminutas, pisadas sobre la nieve que, de pequeñas que son, tienden a confundirse con las pezuñas de un cervatillo o con las patitas de un pájaro. Fue la cuarta a finales de noviembre, o sea que, me quedan en la reserva otras tres. Reposan estos tres primeros viajes en la quietud de las imágenes. Son, cómo decirlo...¡son como vidas congeladas a la espera de la resurrección, o como princesas dormidas que necesitan un beso principesco para despertarse!  A Saja-Nansa le llaman oficialmente ´Comarca´, ´Reserva´, también le llaman ´Parque´, y todo ello es ´natural´, pero yo prefiero, a la hora de los nombres, ser libre, y así inventar, crearme otro mundo, un espacio como aquel, donde hoy en los ríos el agua es sangre... y entonces daba gloria verlos. Estamos, pues, en la ´Mesopotamia de la vecina Cantabria´, licencia tengo para decir tal cosa, ya que otros, antes que yo, dijeron que en la Rioja montañosa que el río Oja riega (“Ojalá que las hojas no tapen las tabillas de arcilla cuando caigan...”) hay zonas que evocan la Suiza alpina…
Digamos Saja donde pone Eúfrates, y Nansa donde se escribe Tigris. Ya lo hemos dicho, pregunto y nadie me responde, de lo que deduzco, ya que el mundo calla, que este mismo mundo otorga, me da licencia, delega en mí el derecho de la palabra. Ya estamos en el pasado. Hemos regresado a la escritura...
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista, mendizale y periodista

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