Memorias de un ciclista de Ezkerraldea (I): 'Un olivo plantado en Bizkaia'

Mis padres vinieron de Sevilla a esta tierra vasca en busca de trabajo. El amor que los unía lo traían desde allí, pues fue en suelo andaluz donde se habían conocido y enamorado, en Osuna, pueblo sevillano que los había visto nacer. A Bizkaia llegaron solteros, y aquí se casaron.

Yo soy el segundo de cuatro hermanos; el tercero falleció recién nacido a causa de una negligencia de la comadrona... y la cuarta nos vino como un regalo después de quince años de pena y frustración por la pérdida de un hijo que no debería nunca haber muerto. Este 'olivo' que en metáfora soy yo  se plantó en Barakaldo, calle Arrandi, pero fue 'trasplantado' en Sestao, donde ha pasado media vida.  Desde muy pequeño siempre he estado en contacto con los juegos de la calle; siempre, también, muy despierto y tenaz. Se me daban bien todos los juegos, menos el 'juego de los estudios', mi talón de Aquiles era el aula de mi colegio, mi pesadilla. Por eso deje de estudiar a edad muy temprana, dejadez de la que no me enorgullezco, en gran medida porque ese hecho me ha penalizado el resto de mis días.
  EMPECÉ A ANDAR EN BICI a muy corta edad, con la 'burra' de un amigo, ya que mis padres no podían comprarme una en condiciones, de paseo o de carrera, como yo deseaba. No tener mi propia bicicleta tampoco me importaba mucho: cuando tenía el gusanillo del pedaleo alquilaba una en Sestao o Portugalete (detrás del Hotel, donde 'Santos') con las pagas que me daban mis tios. Y así fueron pasando los años.  Un día mi hermano hizo un trueque con un amigo suyo: le cambio una escopeta de balines por una bicicleta de paseo, bici que este amigo de mi hermano usaba en Bilbao para su trabajo, y que había dejado de necesitar ya que le habían sustituido la bici por un nuevo tipo de trasporte, un flamante ciclomotor.
Mi hermano y yo empezamos a compartir la bicicleta. Un día mi hermano se canso y me la dio, y fue así como empecé a practicar de manera intensa ESTE DURO Y BELLO DEPORTE. A los doce años comencé a salir con mis amigos por las calles del pueblo, haciendo algunos días excursiones a los pueblos colindantes. Todo destino, meta, que elegíamos nos parecía que estaba lejísimos. Las bicis eran básicas, sin ninguna clase de cambios, y nuestro entorno, plagado de cuestas con desniveles tan brutales como la Iberia y la subida al casco sestaoarra desde Galindo.

Por aquel entonces conocí al que habría de ser MI AMIGO JAIME ALBIZU MOSO, dos años mayor que yo, con unas piernas hechas para el ciclismo y una bicicleta de carreras que su hermano le había regalado, ya que este, luego de haberla probado, la tuvo que dejar por cuestiones de trabajo, y porque veía en su hermano un GANADOR EN POTENCIA. Albizu y yo empezamos a pedalear juntos. El: el 'roble de Sestao'; yo, el 'olivo trasplantado de Barakaldo'.
Yo: de frágiles kimas; el, Albizu, de potente tronco para pedalear, como si los esfuerzos no fueran con el: LAS DURAS RAMPAS DE GALINDO LAS SUBÍA SIN ESFUERZO APARENTE encima de su flamante bicicleta, mientras yo ME RETORCÍA en un intento de sacarle más rendimiento a aquel 'viejo hierro' llamado bicicleta. Bueno. Os cuento...  Un día me llevó al 'Valle', a Trapagaran. Y allí, en la puerta de su tienda, estaba Eusebio Gonzalez Ortuondo, alias 'HIERRO'. Me miro. Y vio en mi a un chaval fino, como una kima de olivo joven, apretando con sus manos un AMASIJO DE HIERROS QUE DECÍAN LLAMARSE BICICLETA DE PASEO. Con tono socarrón, 'Hierro' me pregunto: "¿Esta es la bicicleta para venir con nosotros a las excursiones?", y le dije que "SI" con respeto y desparpajo, que "Si voy a participar en todas las excursiones a las que me dejéis ir". Y así empecé a ser cliente y socio del "Club Ciclista TRAPAGARAN".

Un trabajo de Luis Mª Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista del Portugalete Club y periodista