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El Portu cae y se hace añicos...
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El Portu cae y se hace añicos...

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Kuitxi

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Cuentan aquellas personas que han estado al borde de la muerte, o que por muertas han sido dadas y de repente recuperan la consciencia, que, al mismo tiempo que se veían en un túnel, y al fondo de el, una luz muy apacible, toda su vida pasaba delante de sus ojos a una velocidad tan vertiginosa como asumible. De regreso al mundo que parecían haber dejado pero no, se levantan de la cama, se desvisten de pijama, se ponen guapos y salen a la calle para seguir viviendo como si nada hubiera pasado...

Tras el escandaloso fiasco, desastre, homenaje al desatino, perversión de los valores más puros que se le supone a un equipo de fútbol de la talla histórica, social y cualitativa como el Club Portugalete, fiasco, desastre, perversión de su esencia que ha conllevado la humillante derrota, 4-0, frente al Beasain, última jornada liguera en la que ambos equipos se lo jugaban todo a la carta de los noventa minutos, la bandera de la sede social del Club jarrillero debería lucir a media asta. Luto. Duelo. Menudo duelo. Tremendo. Terrible duelo. Apasionante. Más de pasión de uno de los dos contendientes que de atractivo, de esos que crean afición así sea la persona que asiste al evento.  Toda la vida delante de sus ojos. Toda la temporada, dentro, bien apretujada, de uno de esos cilíndricos recipientes en los que el médico naturista guarda las bolitas de su medicamento homeopático. El partido de este sábado en Loinaz, feudo del Beasain, ha supuesto la puesta en escena, por parte del elenco de Ibon Etxebarrieta, de la obra "Nueve meses y ahora esto", un parto doloroso, muy doloroso, de la fallida criatura que se venía gestando en el vientre de un proyecto en el que, seamos sinceros, ni la Virgen de la Guía había llegado a creer en ningún momento de la temporada...
  No se trata de hacer leña del árbol que, ahora si, llego lo irremediable, en el suelo triste y frío de la villa jarrillera está caído. Tampoco, como tirar piedras contra mi propio tejado sería, de hacer sangre, porque esa sangre también sería la mía. Esconder la cabeza debajo de la tierra no va conmigo. Qué hacer, entonces. Por dónde hincarle el diente a esta manzana sin vida.   La persona que haya leído alguno, si no todos, de los artículos que sobre la trayectoria del Portu en este curso liguero por mi 'pluma' han sido escritos, esa persona, lector o lectora, afín o no a la suerte del equipo de fútbol jarrillero, sabe, o debería, que, a pesar de los lazos consanguíneos que me unen al Club, no me caso con nadie: será por eso que vivo en soltería. Que una persona ataviada con la zamarra gualdinegra mientras labora se atreva a decir que no escribe al dictado de nadie parece un imposible. Pero no lo es.  Más ahora que la cruz se eleva en el centro del campo como una columna que estuviera sustentando el firmamento, Padre, tengo sed, Padre, por qué me has abandonado, Padre, todo se ha consumado, sean mis primeras palabras de consuelo y homenaje para una mujer, Mari Carmen, que lloraba cual Magdalena porque lo que más amaba delante de sus ojos había perecido. Sean las segundas para un futbolista, Paul Abasolo, que, retirándose del campo de batalla derrotado, con sus manos el sollozo recogía, esa terrible desazón del que creía ser todo y ya no era nada.
Del que había escuchado, en directo o diferido, esas palabras que son dardo, equivocado, tal vez, pero en cualquier caso envenenado, "Pederesta, pederasta". Era la grada de Loinaz, que se había venido arriba exagerada por esta perversa estulticia que tan hondo calo en la Gipuzkoa profunda desde la noche de los tiempos.   Niños, jóvenes, maduros, senectos, todos fueron invitados a esta fiesta sin saber la gran mayoría, pobres criaturas, que la sesión era doble y de esas señaladas con dos rombos. Pero como los padres se quedaron en casa fornicando, o siesta se echaban en los catres de las celdas más húmedas de la trena, la infancia, dispersa por las calles, cuál ratitas de cuento, le siguieron  al flautista hasta las entrañas de un campo de fútbol, Loinaz, en el que el Beasain y el Portu se jugaban toda una temporada a un pulso de noventa minutos.
  ¿Qué hacían esos niños en el campo de fútbol?... Barra libre. Con o sin kalimotxo. Los insultos que les fueron enseñados por sus boquitas vomitan, y uno quiere pensar que no saben lo que dicen. Ni cuando gritan ¡Pederasta!, ni cuando, avistando a Beto, futbolista gualdinegro, ¡Puto negro!, gritan, Puto negro, si, le hacen los coros, "pero la tiene muy larga"...  Al final de la contienda, camino del autobús, mis compañeros de expedición tratan de convencerme de que, en este tipo de situaciones, tiene más culpa el que tan cerca de las bocas puso su oído que aquellos que por ellas se degradaban hasta lo infinito. "Tenías que haber estado con nosotros, en el córner, todos juntos, sentarte entre la masa casera es temeridad por tu parte, u osadía, o irresponsabilidad, te dañaron, dices, en tu mano estuvo evitar el daño y, lejos de hacerlo, en la boca del lobo tu mismito te metiste, no nos vengas ahora con el cuento y esos lagrimones que de él pretendes que se deriven".   Cuento. A lo que me sucedió le llaman cuento. A este episodio vergonzoso, humillante, vejatorio, tal vez el más canalla por mí y en toda mi vida soportado, y al dictado siempre, oigan ustedes, de eso que dijo Jesús sobre el poner y poner mejillas al alcance de una mano que se guste en el golpeo...  Se había lidiado el 'cuarto' de la tarde, siete y quince más o menos, goleada terrible y dañina donde las haya, de esas de no dar crédito pero tener que asumir, cuando, con el fin de no caer en la tentación de matar con hierro a los que con hierro me estaban matando, decidí recoger los trastos de mi faena y buscar acomodo en los burladeros, allá, detrás de la última fila de la tribuna, de pie. De pie estaba el que fuera mi presidente, Amable Martín.   Con el departí sobre los vergonzosos hechos acaecidos en esta suerte de prostibulo del fútbol en el que se había convertido el estadio de Loinaz. Con respecto a lo obsceno, templó gaitas el veterano futbolista dirigente. En cuanto a lo deportivo, estaba el hombre que se lo llevaban los demonios. Peleando con ellos lo dejé, y de mi bolsa, guardián, para regresar en busca de mí bolígrafo olvidado.
  Fue llegar al vomitorio, a la fila, clavar mis ojos en el suelo que mis pies habían pisado, y asistir a un espectáculo tan denigrante y humillante como aquel episodio de la Pasión en el que los esbirros soldados romanos se estaban jugando a suertes la ropa enjironada del que ya se aprestaba a encaminarse hacia el Calvario. Pregunte por mí bolígrafo. Silencio. La respuesta estaba mirando al suelo.    De ese modo la encontré: desnudado mí bolígrafo, uno de aquellos rufianes sin padres escribía con el plástico lleno de tinta sobre el cemento. Dos palabras. No más. Ambas muy ofensivas. Me quede de piedra. Un niño rodeado de adultos que me dicen, lo han pisado sin querer... y se ha roto. En ese momento, dos opciones tenía: o convertir de un golpe la cabeza del infante en un reguero de sesos... o quedarme a la espera, como ido, comiéndome la rabia a fin de que la rabia no me comiera a mí y cometiera una barbaridad. Mi lado humano, después de ligera lucha, se impuso al cerebro bestial del Minotauro.  Fue llegar al cobijo de Amable Martín... y empezar a recordar que en el recinto que habitaba, aparte de fechorías, se había 'cometido' un partido. Cometer, de delictivo. Cometer un partido. Tan evidente había sido todo, que yo mismo me ofrezco para declarar en mi contra. Porque quiero tanto a mi equipo que cuando el delinque también delinco yo. Cargo, pues, con mi derrota. Ese perder, ya de salida, sin ni siquiera incidir en el once de la pizarra que al árbitro en bandeja se le sirvió...  45 segundos. En tan corto espacio de tiempo, al Beasain de David Asensio le dio como para abrir el juego a la banda derecha. Uno contra uno. Pero como dos no se pelean si uno de ellos se niega, el albiazul, controlado el esférico, se dedicó al recorrer de manera inversa la trayectoria del balón. A saber. Y sin presión. Conducción hacia dentro. Semáforo en rojo que el atacante respeta. Verde. Tuerce a la derecha.   Y, aprovechando que el defensa gualdinegro se ha perdido en la rotonda, encara a Etxebarriazarraga, arquero que no por lo barroco de su apellido se haya más resguardado. Qué fácil es fusilar cuando el arma solo lo maneja uno. Uno a cero. Jon Ander. El nueve, se me dice, y yo así lo apunto. 6' 23". Parecen guarismos de baloncesto. Como si basquet fuera va anotando el Besasin. Envio largo al espacio libre de la banda derecha que defiende el Portu. Neyra corre a la par que su rival.
  Etxebarria... no lo ve claro. Sale, en su intento de abortar el previsible peligro se desmadeja de cuerpo, y de mente se desbarata. El uno por el otro, la portería vacía: gol. Dos a cero goles. Asis Martín, receptor de las malas nuevas, no da crédito, exclama, declama, Es invención mía o es que juegas al engaño... Llevaban ya un buen rato los niños insultando. "Dejad que lo niños me insulten a mi" ¿Quién lo dijo?...  Calienta el banquillo del Portu detrás de la línea de gol, esa misma en cuya portería de manera tan pasmosa el Beasain le ha dado al Portu dos sopapos. Algo hay que hacer. La revolución, una más de tantas y tantas como había intentado Ibon Etxebarrieta en esta liga, se desata. Paradójicamente, es la cabeza de Zapata la primera en caer. Como mentar la soga en casa del ahorcado. Como si el mister quisiera morir matando.   Joshua se retira (a la fuerza ahorcan), ingresa Bonilla, uno de los dos nueves que, junto a Platero, partían de salida en la bancada en beneficio de Cuberia y Abasolo, que, como en línea de ataque, semejaban el ariete bicéfalo de un sistema 1-4-4-2. Bonilla, pieza que provoca el efecto dominó por el cual Cuberia cede metros, Abasolo hace lo propio. Ambos, empero, atentos y diligentes en el juego aéreo que provoca jugar en un campo corto, estrecho, de pasto ralo como si hubiera sido roído y ramoneado.   El asma sobre la hierba húmeda de la sierra. Eso es de Guevara. Aplicable también a Zapata, que se gusta más de hierba tupida que de este campo irregular y del todo botón. Y a todo esto, Alberto castigado a una banda. Beto, como desde que ingresó en este ejército, galones de mando, se sabe de su brega, pero no de su intención. Sobre Beto, "Puto negro", que no se nos olvide, así como que... "pero la tiene muy larga", ayy si fuera una guerra, si matar no fuera pecado, "Estos niños indecentes, al paredon"... ¿O es que para mi todo no vale?  De fútbol hablamos, de que fútbol...De este partido al que el Portu aún no ha entrado. Que imagen tan lamentable. ¿Virtud del casero?... Nunca tanta simpleza generó tanto beneficio. El niño y el robo de los caramelos. El Portu no termina de entender este partido. En realidad, este partido ni tiene trama ni va de nada. El Beasain se sirve del conocimiento de su casa para servirle a su invitado dos copas de vino muy agrio.  Para la respetable afición del Beasain (¿es respetable el que no amonesta al que no respeta?), quizás la imagen que el Portu está mostrando sea fruto de una mala tarde. Yo creo que no. Nada sucede porque si. Siempre hay un pretexto, un preludio, una razón.   Entiendo, entiéndanme, que Ibon Etxebarrieta, sin ser consciente de ello, con su extraño proceder a los ojos de La Florida, ha ido sembrando tantos vientos que lo que su equipo  a duras penas esta soportando es la mortífera tempestad que al aire está dejando sus vergüenzas.  Y falta el segundo acto. Que el demonio nos pille confesados. Salta Platero. Bajo la ducha se ha quedado Jon Moya meditando.  Trece. Quince. Dos disparos. Mortales de necesidad. Querría haber seguido escribiendo. Leo. Paso de página. No hay más. Qué pasó. Lo ya contado...  Eché en falta mi arma. "Bic plástico escribe fino; bici cristal escribe normal". A Víctor Jara le machacaron las manos. A mí, unos malnacidos me hurtaron el bolígrafo y delante de su gente lo vejaron. Lo veía todo. Pero nada pude hacer. O si podía, no lo intenté. Y si no lo intente, sería porque no quise.   Y si no quise, quiero pensar que ese no querer mío está estrechamente ligado a ese frenético deseo que me llega a hacer creer que, cuando cierro los ojos, siento que soy la mezcla de la esencia más pura de Walt Witman y José Marti.  En lo deportivo, este berrinche que hemos cogido por mor del extraño proceder de nuestro entrenador pasara. Todas las temporadas terminan. Llega el verano reparador. Y a la vuelta, la enésima aventura, el enésimo proyecto de este Portu que, así que pasen los lustros, no se rinde. Demasiada historia como para hacerlo. En lo extradeportivo, y como a mí se me escapa, les pido que me socorran.   Porque, créanme si les digo que a esta hora exactamente, 01:45 del domingo 14 de mayo, me siento como aquel personaje de la parábola evangélica. Aquel que, yendo a caballo, fue apalizado y expoliado por un grupo de bandoleros. En el suelo me hallo, presa del dolor, con el corazón cargado y deshecho. A mi lado, cerca de una mano  como si a la búsqueda, hay un bolígrafo destrozado. Sangran de azul los dedos con los que escribo. Ese boli es el Portu. Ese boli soy yo.
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi'. Futbolista, periodista, montañero, pero sobre todo escritor: cuentos, relatos, cronicas, artículos radiofónicos, literatura de viajes. 

@LuismaPrezGartz

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  1. Juán Narvaja

    Estimado Kuitxi, Si del repaso que ayer le metió el Beasain al Portugalete solamente se va a quedar usted con que unos chavalillos se dedicaron a insultar a un jugador suyo…. Lamentablemente, nada nuevo en ningún campo deportivo de este país. En Beasain aún se recuerda cómo en pleno partido hace unos 14 años un aficionado del Portugalete le endosó un puñetazo a un directivo del Beasain cuando éste se dirigía a cambiar el marcador manual. Igualmente, le animo a que les diga a esos aficionados que tienen ustedes en su tribuna (no precisamente chavalillos de 11 años) de La Florida, que se dedican a gritar y a insultar a los entrenadores y jugadores del equipo visitante con gritos como “lasai-lasai”, riéndose de ellos, cuando éstos hablan o se dirigen en euskera a sus jugadores o entre ellos. Mucho ánimo al Portu, que en Beasain tenemos mucha experiencia sobre quedarnos quintos y sextos repetidamente año tras año. No saque las cosas de quicio. Hasta la siguiente temporada, Saludos.

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