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Viaje a la guarida de Guayota (I)
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Viaje a la guarida de Guayota (I)

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VIAJE A LA GUARIDA DE GUAYOTA, TEIDE: 3718 m  DEDICATORIA: Al último guanche masacrado por el sable castellano
Ascensión al Teide desde Montaña Blanca (II)

CITA: … Un día Guayota, el Maligno, salió de Echeyde (nombre aborigen del Teide) para conocer el exterior. Ante tan maravilloso paisaje decidió secuestrar a Magec, el dios del sol. Sin luz, los guanches comenzaron a perder sus cosechas y sus animales. Pidieron amparo al dios supremo, Achaman, que entró en la montaña para liberar a Magec. Se entabló así una lucha feroz, tembló el suelo y salieron flechas de fuego por la cumbre. Por fin, Achaman hirió al Maligno, y su sangre se derramó arrasando los valles. El sol emergió de Echeide, la isla volvió a resplandecer y el dios supremo puso un tapón para impedir escapar a Guayota.  (Leyenda guanche que, de manera romántica, describe una erupción del Teide en la Edad Media) Especial GEO. Nº5/2006  Ascensión al Teide desde ´Montaña Blanca´    Primer ´TRAMO´: TE…
  Tenerife tiene seguro de sol…y una naturaleza exuberante  y salvaje  en la que destaca la volcánica montaña más alta de todo el estado español, el Teide. Un gigante, blanco con las nieves del invierno, rojizo el resto del año, de 3.718 metros sobre el que circulan mágicas y hermosas leyendas que se irán desgranando poco a poco y a su debido tiempo…
…Teide, Teide, Teide…Montaña y  Volcán, Volcán y Montaña, un gigante en el país, en cuanto a kilómetros cuadrados, de Liliput. Casi a cuatro mil metros su cráter despidiendo azufre, y  desde lo alto, como más adelante se relatará, no  el mar, o sí, pero no de agua, sino de nubes, un océano de algodón sobre el que el ser humano, por mucho que lo intente, sin artilugios no puede nadar, necesitaría, para ello, convertirse en ángel, o serlo por haber nacido tal por la gracia o el capricho del buen Dios. Ángel bueno, por supuesto, porque los malos, aquellos que en aquella iniciática batalla cósmica se aliaron con Lucifer, purgan soy sus penas en lo más profundo de los Infiernos, removiendo el perol de aceite hirviendo donde se asan o cuecen aquellos que en vida terrenal se inclinaron por el mal desechando las buenas obras y labores…
Entre todas las islas del archipiélago afortunado, se impuso el  Teide, de la “Montaña Blanca”, quizás por esa mitología guanche que adornaba con bellas leyendas ese gigante volcán que había vomitado por última vez en el año 1798…… …Con el paso de las horas, de los días, hablando ella aquí, allá y acullá, su primitivo deseo de hacer cumbre junto a mí se fue, poco a poco, viniéndose abajo: que si el calor del mediodía, que si la exagerada distancia, y, sobre todo, el tiempo, el implacable, el que habría de pasar desde que pusiéramos nuestro pies en el punto kilométrico llamado “Montaña Blanca”, inicio oficial de la ruta más sensata, hasta que alcanzáramos la terrible desnudez del cráter cimero… …Porque el Teide, amén de su descomunal altura, que le permite ser divisado, casi, desde cualquier punto de la isla, y desde varias de sus afortunadas hermanas, es más que una inmensa elevación en una ínsula pequeña, más que un volcán en barbecho, más que un pico hermoso y deslumbrante. El Teide es, según la mitología del pueblo guanche, aquel que fue arrasado por el sable castellano, la morada de un Dios maligno, “el Destructor”, de nombre Guayota, que en su refugio, imponente y sagrado, tenía secuestrado al sol. Cuando se enojaba, amedrentaba a la población con sus escupitajos de fuego, lava y cenizas. Los momentos previos de lo que, para nosotros, no era sino una erupción, un fenómeno devastador, pero siempre bello, eran así vividos por los poderosos pero crédulos y cándidos guanches…  “El hombre, alto y musculoso, apenas tapado con una vasta tela que le llegaba a los muslos y al torso desnudo, caminaba ya fatigado bajo el intenso calor, con el rudo cayado en la mano para dirigir al ganado caprino, cuando se detuvo asombrado ante la visión, que no auguraba nada bueno. De la inmensa boca ardiente brotaba una sustancia cobriza acompañada de atronadores ruidos que hacían temblar el suelo. No tardarían en cubrirse las laderas de fuego y destrucción. La aldea quedaba lejos, pero había que avisar a los demás de que el poderoso Guayota seguía haciendo de las suyas en el corazón de la Montaña Blanca…”  …Acompañándome en estas últimas líneas de un precioso ejemplar  de la revista Natura, me doy cuenta de que para la población precolombina de Tenerife el Teide era como el Etna siciliano en el que, para el pueblo romano, Vulcano habitaba avivando día y noche el mágico fuego. Me da la impresión, sin embargo, de que Vulcano y su fragua no provocaban pavor y no condicionaban a su pueblo como el violento Echeyde a los ingenuos y atemorizados guanches. Era tal la influencia de la Montaña de fuego entre los que la divisaban que marcó, incluso, el nombre de aquel pueblo, bautizándolo, aún sin agua, Te llamarás “guan”, o sea “hombre”, y “che” de apellido, de la “Montaña Blanca”.
Resulta curioso que, siendo el color del fuego lo que amedrentaba al original pueblo canario, fuera el color de las nieves invernales que lo cubrían lo que le diera nombre: Montaña Blanca, viéndose cómo, en última instancia, aquellas gentes tendían, por alejarse del temor, a inclinarse hacia el bien y la poesía. Ahondando un poco más y de manera definitiva  en las creencias del pueblo guanche, “el pavor que el violento Echeyde (nombre original del Teide) desencadenaba entre los aborígenes impulsó el culto al dios Abor, deidad que supuestamente los protegía contra los ríos de lava que surgían de las infernales bocas de la montaña”. La última vez que el Teide entró en erupción, los guanches, extinguidos por la crueldad de los españoles, dormían ya el sueño de los justos.

Sucedió tal cosa en el año 1789, “casi 400 años después de la “decadencia” (¡menudo eufemismo!) de la secular cultura guanche. Aún sin el culto al dios Abor, el volcán se muestra manso o dormido. Apagado, nadie lo sabe. El caso es que hasta que, a finales del siglo dieciocho, el Teide, enfebrecido, vomitara por última vez, la furia desatada de la naturaleza tuvo el tiempo suficiente para dibujar un paisaje extraordinario que ha llegado a merecer la calificación de Parque Nacional. ¡Ay, si los guanches levantaran la cabeza…!...
…Con seis litros de líquido en la mochila salgo del hotel camino de la estación de la guagua que habrá de llevarme, en su camino hacia las cañadas del Teide, al punto kilométrico 40 de la C-821 que sale desde la Orotava. Este punto kilométrico se encuentra  a unos 10.000 metros del centro de visitantes y es popularmente  conocido como “Montaña Blanca”…
…A partir de ahora, por encima de los 2.000 metros, seré sólo yo y la “aridez que preside cañadas y circos, laderas y altiplanicies por doquier”…o, lo que es lo mismo, y según me dictan las fotografías, un suelo llano todo él de piedras rojas, como de fuego, entre las que crecen amagos de retama. Luego de él, y de ellas, el verdadero camino hacia la tierra prometida: un sendero seco y áspero que empieza a trazar sus primeras curvas. Andándolo entre ligeras laderas y lejanas montañas de piedra, el Teide es una quimera, y encima invisible: ¿Dónde estás, Echeyde, que no te veo?...Mi pregunta no recibe respuesta, entre otras cosas porque las piedras, por mucho que Jesús lo prometiera, no tienen boca, así como ojos se dice, también, que no poseen. Y ante el silencio, qué hacer que no sea seguir caminando confiando en que la senda tomada sea la verdadera…
…No tardo en salir de dudas cuando, en la lejanía (todo en el monte está lejos, ya se dijo en un cuaderno), la punta final del cono del Teide se adivina…para de inmediato ocultarse, qué cosas, es como si el Teide y sus cañadas jugaran  conmigo al escondite, o para hacerme entender que la empresa que llevo a cabo será muy ardua y sumamente costosa. Caminando por superficies tan altas, no llama la atención la falta de vegetación, pues ya se sabe que, siendo las lluvias muy escasas por estos parajes, el suelo no invita a la fiesta de las flores, pero sí choca, a mí al menos, que el paisaje se parezca más al desierto de Arizona que a los arenales del Sáhara.
O quizás esté equivocado y sea este suelo, y no otro, el que merecen las faldas de un volcán que, desde la noche de los tiempos, no se ha cansado de derramar fuego, piedra, lava y ceniza. Es todo tan árido que uno debe pensar que en la aridez reside la hermosura, adornada, en espacios muy escasos y reducidos, por… “dos de  las especies más representativas de la flora teideña, como son los arbustos de la familia de las leguminosas, la retama del Teide, cubierta de flores blancas en primavera, y el codeso o hierba  ´pajonera´, con sus típicas flores amarillas proliferando como manchas sobre el suelo”… Eso es, esa es la palabra: quemado. Dice el guanche desde su cama de roca: Guayota fue, sumamente enojado, el que provocó un incendio tan extenso como profundo… 

Por Luis Mari Pérez, 'Kuitxi'. Periodista y mendizale. 

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