Una extraña teoría
La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)
Son muchos los que dicen que “jugar bien es ganar” y que cualquier otra historia que no sea doblegar al rival se acerca a la categoría de milonga. No creo ciegamente en esa afirmación, pero de lo que estoy seguro es que perder o empatar más veces que ganar no es jugar de forma excelente, por mucha literatura que lo adorne. Aceptaría ‘pulpo’ en un equipo benjamín; en uno profesional con gente gastándose los cuartos en sus abonos y con otros muchos que cobran gracias a eso, perdónenme, pero cuentos los justos.
No soy dogmático a la hora de decir cómo se debe o no jugar a algo. Estudié una carrera e hice un par de másteres pero la Licenciatura en Verdad Absoluta la cursaron otros más iluminados que yo -hay mucho ‘premio Nobel’ suelto ahí fuera, por si no lo sabían-. Adoré el toque de la España campeona de Europa en 2008 como admiro la increíble velocidad del Madrid en sus contras, y disfruté del mágico Barcelona de Laudrup (y de Barjuán) tanto como de la apisonadora de la Quinta del Buitre o de la efectividad del Atlético del doblete. Y mis ojos se abrían como platos al ver juntos a Uche, Cazorla o Viqueira, pero también valoraba al máximo que Alcaraz o Caparrós hicieran, con cuatro maderas y un poco de hilo fino, un adorable cesto de mimbre. Quizás hasta eso tenía más mérito.
Pero tengo la teoría de que el de la grada vibra más con su equipo cuando tira a puerta de forma asidua que cuando los suyos se regatean a sí mismos, cuando prima la verticalidad sobre la parsimonia, cuando ve que su defensa no es pillada adelantada siete veces seguidas por la misma jugada contraria sino que es contundente -las florituras, mejor para Valdés, Ramos, Piqué y compañía-. Vamos, que los últimos 20 minutos de Mallorca fueron significativos. Pero esa es sólo mi teoría… y sé que el Nobel nunca caerá de mi lado. Lo lograrán, sin duda, los listos de toda la vida.