Al Málaga le valía el resultado

Para Gracia este partido de vuelta en La Rosaleda fue un bolo veraniego. Minutos para algunos de los más necesitados como Camacho y Santa Cruz. O para probar a jóvenes como Ontiveros. Y es una lástima que haya sido así porque aunque es cierto que interesa pensar en el Atlético, no ayuda mucho con vistas a la afición, que esperaba convertir en tendencia el empate de San Mamés y el épico triunfo en Vallecas.
Puso energía Málaga en el inicio. Desde el minuto 1 dispuso de ocasiones de todo tipo, incluido un gol de Tigha en fuera de juego (era). También Roque Santa Cruz gozó de alguna pero le faltó puntería, aunque trató de participar activamente en el juego y aportar en otros aspectos. Se jugaba casi todo el tiempo en el campo del Mirandés y muy cerca de su área.
Pero con el paso de los minutos el Málaga se fue disipando y la presencia era cada vez menor en zona de peligro. Al rival le iba bien su rol de oyente en este diálogo que era casi un soliloquio. Su 2-1 se lo permitía. Y el equipo de Gracia, a pesar de su tozudez y sus ganas de marcar, seguía mostrando uno de sus grandes pecados: no tiene pegada.
Lo más positivo de la primera mitad fue ver a ese joven eléctrico llamado Javi Ontiveros entre los titulares. Encara, desborda, se asocia. Y cada vez que perdió el balón luchó por recuperarlo como si fuese la última jugada de su vida. Jugador de los que te hace esbozar media sonrisa y acariciar un gatito mientras piensas: "Este niño es nuestro".
Una de las mejores noticias, al margen de lo que era la eliminatoria en sí, fue ver a Camacho de nuevo sobre el césped. Una horita -casi- para el maño, que lució brazalete. Dejó su hueco a Fornals. Gracia buscaba algo más de energía para un partido que poco a poco iba entrando en fase peligrosa. Porque lo cierto es que parecía que ahora jugaba con negras y el Mirandés con blancas.
20 minutos infames del Málaga, con un Gracia que además decidió sustituir al activo Ontiveros por Juankar, mientras que dejó en el césped a Horta y Tigha, que estaban siendo bultos sospechosos en la segunda mitad. Al final el técnico optó por jugarse su última ficha con Amrabat, que entró por su desdibujado compatriota.
Y pasó lo que tenía que pasar. O lo que se veía venir. Que tanto conformismo diese pie a un gol del Mirandés. Lo marcó Lago Junior, que se limitó a estar en el sitio (como en la ida) para empujar el balón ante la complacencia de los defensas. Desde el que dejó centrar hasta los que permitieron la ejecución, que en última instancia fue Boka.
Si alguien estaba esperando la épica es que vive instalado en el optimismo más irracional. No había ningún gesto que invitara a ello. Sobre todo porque el Málaga dio la sensación de que al fin y al cabo, estar presente en la Copa, le molestaba porque su película ahora mismo es otra. La lástima es que ha permitido que se esfume la corriente positiva generada tras sumar cuatro puntos seguidos fuera de casa.