Acumulando vergüenzas

El Sevilla se está haciendo poco a poco el harakiri, jornada a jornada, semana a semana. En Vigo ha firmado un partido horrible, que ni se mantenía con el resultado a favor. Hubo compromiso, pero ni calidad, ni criterio, ni concentración... valores que firmaba este Sevilla no hace mucho tiempo. El caso es que por primera vez en la temporada el conjunto nervionense da la sensación de haberse caído. De hecho, más allá de la sensación, se ha caído. Se ha caído de la Copa, se ha caído de las posiciones de Champions, se ha caído de la fortaleza en casa, de la fortaleza fuera, se ha caído de la fortaleza defensiva y se ha caído de multitud de pedestales a los que se había subido.

Ante el Celta, que arrancaba como colista el partido, no tuvo ni ambición ni capacidad para cerrar un partido ante un rival débil, animoso pero desordenado. Un rival que ante un equipo que aspira a las cuatro primeras plazas debe ser carne de victoria. Pero el Sevilla se dejó ir. Se adelantó en un error local bien aprovechado por En Nesyri, pero en la segunda parte se mostró conservador, reservón. No fue nunca a por el partido, nunca a por el segundo gol. Se fio de su defensa, se fio de lo que era el Sevilla de hace meses, no el actual, es decir, se fio de una solidez que ya no existe. Ya es más frágil atrás, ya se deja ir en los minutos decisivos.

Y hasta ha perdido fuerza. Ocampos ha desaparecido, percute sin criterio y en la banda izquierda pierde peligro... para hacerle sitio a un Suso que en su debut como titular no aportó nada. Ni un remate, ni un pase, sus apariciones nunca enriquecieron el juego del equipo. Y sin banda izquierda y sin banda derecha, el Sevilla se quedó sin profundidad. Porque por el centro tampoco el Mudo intervino con decisión. El Sevilla fue la nada, salvo por el delantero marroquí, que incordiaba y aparecía y daba dinamismo.

Y cuando el Sevilla se creía con el botín logrado, como en otras ocasiones, empezó a quebrarse en defensa. El ataque, ya sin En Nesyri, hacía tiempo que había desaparecido. Porque la gestión de los contragolpes era horrible, porque parecía llegar con desgana al área rival, porque no secundaban los jugadores las apariciones ofensivas. Estaba claro a qué estaba jugando el Sevilla, y la salida postrera de Nolito con el partido ya empatado dejó claro cómo había sido el ataque sevillista, porque en dos apariciones inquietó más que el resto.

El Celta, en dos fogonazos, en dos errores locales, sacó petróleo y remontó el partido. Una subida alocada con un mal pase de Navas dejó bajo mínimos el retorno sevillista, y Rafinha y Aspas se bastaron para asociarse y marcar. Lo del 2-1 fue de remate, una jugada absurda que acaba con un mal despeje de Vaclik que posibilita una contra del Celta y el gol de Pione.

La mini revolución de Lopetegui

Realizó varios cambios Julen Lopetegui en el once conforme a lo que había utilizado jornadas atrás. En parte porque debía mover el árbol tras la última semana de malos resultados y en parte porque buscó algunas nuevas fórmulas en Balaídos para ganar el partido. La intención era clara. Un equipo más vertical, más partido, más preparado para las contras y más rápido. De hecho, hasta varió el sistema el técnico guipuzcoano, y utilizó un 4-2-3-1 con Ocampos, Mudo y Suso como línea de tres por detrás de En Nesyri. Una línea de tres que en la primera parte por cierto fue bastante nula en la generación y en las fases determinantes del juego (pase final o remate), pues ninguno acertó en su cometido.

Más amarrado estaba atrás el Sevilla, que sin ser el más seguro de la temporada tuvo metidos en el partido a Fernando, a Jordán, algo más irregular, y a los defensores. Eso no libró al equipo de Lopetegui de un par de sustos propiciados por fallos propios sobre todo en la primera fase del encuentro. Por suerte Aspas no es el mejor Aspas y perdonó. Luego Vaclik sí estuvo más acertado que cuando regaló la pelota regalando la primera ocasión del partido.

El caso es que el Sevilla no estuvo bien en cuanto a juego, pero al menos sí lució la decisión del técnico en una jugada en la que Olaza erró y En Nesyri estuvo ahí para robar, correr y definir de manera impecable. El Sevilla logró su gol en un error del rival, algo que no pudo hacer el Celta antes.

Y esa misma fórmula se repitió, aunque con menos acierto sevillista. Porque a la carrera y a la contra pudo decidir en un par de ocasiones el conjunto nervionense, sobre todo a través de Ocampos, que la estrelló en el pecho de Sergio en una jugada parecida a la del gol.

Se acordaría el Sevilla de esa ocasión porque no tuvo muchas más. Apenas volvió a merodear con espacios la portería de Sergio. Porque en la segunda mitad tuvo metros y espacios para hacerlo, pero lo desperdiciaba. Los contragolpes se gestionaron de manera penosa, y solo uno acabó en remate, del Mudo. Y poco más. Y viendo qué mal llegaba el Sevilla, el mismo equipo de Lopetegui empezó a renunciar al segundo tanto. Cada vez menos jugadores acompañaban, cada vez más se quedaban estáticos, y cada vez más dimitían de la parcela ofensiva del partido.

Y como no llegó el segundo gol, dos errores condenaron al equipo de Lopetegui, que consumó una derrota dolorosa, muy dolorosa, por la forma y el fondo, pues un Celta muy, muy, muy limitado se llevó los tres puntos y dejó al Sevilla tocado y caído.

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