Los problemas crecen

Álvaro Ramírez IIIEl Sevilla, desde hace semanas, tenía un serio problema, la defensa. Encajaba goles por doquier, mostraba lagunas, desajustes que le costaron bastantes puntos. Pero ahora, además de esas irregularidades atrás, empieza a sumar otras carencias en otros aspectos del juego, incluso en los que no dependen de él. Ante el Valencia, ante el que solo ha podido empatar a pesar de jugar casi una parte contra diez, ha mostrado una alarmante falta de ideas en ataque, ha mostrado una falta de gol que pasa a ser una emergencia y además tiene poca suerte hasta con los árbitros. Porque ante el conjunto che de nuevo fue perjudicado. 

Los mayores problemas sevillistas fueron ante el Valencia primero en defensa, pero en realidad, los que de verdad le han costado dos puntos ante los levantinos han aparecido en ataque. Este domingo Rakitic anduvo bastante plomizo, gris, no tuvo las ideas frescas, falló un penalti, y no aportó la claridad que suele en ataque. Sin la brillantez del croata, el equipo hispalense se convirtió en mediocre en el aspecto ofensivo. Pero es que además, aun sin ideas, gozó de ocasiones de sobra para llevarse el partido, y hasta claramente. Falló un penalti, y erró bastantes ocasiones claras para al menos haber marcado un gol que casi con seguridad habría dado el triunfo. A todo ello se le sumaron los errores arbitrales. Pitó uno Izquierdo, pero tuvo tres más a favor clamorosos no señalados.

El partido tuvo dos claras partes muy diferenciadas. Una primera intermitente, irregular, dividida, donde los dos equipos pudieron marcar y encajar, donde hicieron cosas bien y mal, pero que por esas cosas del fútbol acabó sin goles. La segunda tuvo un claro signo y vino marcada por la expulsión de Costa y la poca claridad y las ocasiones marradas de los locales.
El Valencia arrancó mejor, sorprendió al Sevilla buscándole en campo contrario, presionando y dificultando la salida de la pelota. Y lo consiguió. Le costaba un mundo superar al Sevilla la primera línea de presión. Tampoco Carriço e Iborra daban soluciones y la pelota, en muchas ocasiones, se quedaba en campo local. Ahí llegaban los robos de la pelota y eran, la mayoría de las ocasiones, con superioridad o igualdad numérica. De hecho, el conjunto che gozó de muchas ocasiones dentro del área que afortunadamente fueron mal ejecutadas o fueron abortadas por algunas intervenciones defensivas individuales de mérito. Individuales, porque colectivamente la zaga funcionó mal. Balanceó mal, no interpretó bien las llegadas de los laterales valencianistas. Aunque en realidad, eso fue achacable a todo el equipo, porque Reyes y Vitolo anduvieron despistados a la hora de perseguir a sus pares, porque Feghouli, Fede y Vargas ayudaban y creaban superioridad en la medular y porque el Valencia funcionaba mejor como equipo.
No todo fue mal en el Sevilla, aunque atrás estuviera débil. Porque también creaban peligro los de Emery cuando, de una forma u otra, por un robo, una recuperación o un acertado pase desde atrás (los menos) traspasaba esas nutridas líneas de presión valencianistas. Entonces es cuando cambiaban las tornas, es cuando el Sevilla se plantaba en el área de Alves con mucho peligro, con ocasiones, aunque con poco acierto. Poco acierto general e individualizado, sobre todo, extrañamente, de Rakitic, errático como hacía tiempo no se recordaba.
El caso es que ambas tendencias oscilaron en la primera mitad. Primero mejor el Valencia, luego enlazaba el Sevilla varias ocasiones en área contraria, luego recuperaba el pulso de la presión el equipo che, y finalmente parecía calmarse el Sevilla.
Todo pareció aclararse tras el descanso. Costa tocó la pelota con la mano, fue expulsado y debió señalar Álvarez Izquierdo penalti, que compensaba así una mano no pitada a Iborra en la primera mitad. Ahí comenzaría su espectáculo, que continuó con tres penas máximas clamorosas a Alberto, Fazio y a Cheryshev, ya al final del partido. Ninguna las señaló pero sí, quizás, la más discutible de todas, una obstrucción al ruso en el área.
Pero la falló, la volvió a fallar Rakitic, como el día ante el Levante. Volvía a entrar el Sevilla en ese bucle obtuso en ataque. Sin claridad. Y cuando lograba llegar a posiciones claras de remate (Iborra, Bacca) erraba. No llegaba mucho, todo sea dicho, porque el sistema che cerraba las vías de penetración, nublaba a los nervionenses. Nublaba también a Gameiro, de nuevo gris tras salir al campo, y nubló todas las opciones, todas ideas locales, que se fueron agotando hasta acabarse sin un gol y sin más alegría que llevarse a la boca. Alegría que se le resiste al Sevilla desde el albur de 2014, con aquella victoria ante el Getafe.
Al equipo hispalense, pues, le crecen los problemas. Sigue séptimo, pero con más equipos en la pelea y con una tendencia horrible, tres puntos de 18 posibles; y con carencias en defensa y ahora también en ataque. Y también con el árbitro en contra. En próximos encuentros no estará afortunadamente Álvarez Izquierdo, pero los problemas no los designa el comité arbitral. O se solucionan en casa, o persisitirán.