Tropieza una y mil veces en la misma piedra

Jorge Liaño IIIDicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y eso en el Sevilla, por desgracia, pasa demasiado en las últimas temporadas. Y esa piedra se llama Diego Costa, agitador y verdugo a partes iguales de un desafortunado Sevilla.

El futbolista colchonero ha reventado el partido con dos goles, provocado faltas, tarjetas y hasta la lesión de Pareja, a la postre decisiva en el desenlace del partido. Por ahí y por la falta de recursos y músculo en el centro del campo, se ha desangrado un Sevilla que, a pesar de haber fichado mucho, ha llegado muy corto de efectivos al arranque liguero y lo ha pagado muy caro.

Llegaba tan corto en ese aspecto el equipo, que Emery ha convertido a Iborra en hombre para todo, jugando junto a Rakitic en la medular de inicio, y arrancando, hasta que se ha lesionado, la segunda parte como central. Mala suerte para el Sevilla que suma esta baja y la del propio Pareja a las muchas que ya tenía y que llegará muy tocado de efectivos al partido contra el Slask.
Por lo demás, el nuevo Sevilla tiene otro sello en ataque. Es un equipo que juega por dentro, que busca paredes cortas y que combina a la velocidad del rayo. Las bandas quedan para los laterales y para generar distracción, porque el protagonismo es para los interiores, los extremos no existen. Bacca es un delantero al que le gusta ayudar en la creación y Marin, con un poco de suerte, triunfará en España. Estará bien flanqueado por un vigoroso Perotti, autor de un golazo desde 30 metros, y por Vitolo, que la tuvo y no la metió con empate a uno.
Deben mejorar en el aspecto individual Kondogbia, nada riguroso tácticamente y distraído en batallas arbitrales imposibles, Coke, desaplicado en la marca y superado una y otra vez en su banda, y Fazio, muy lento en los dos goles postreros de Costa y Cebolla Rodríguez.
El Sevilla ha empezado mal, pero tiene coartada. Demasiadas ausencias y lesiones. El mercado está abierto y hacen falta retoques. La plantilla lo pide a gritos. Es la hora de Monchi.