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La victoria de los creyentes
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La victoria de los creyentes

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Negredo celebra su segundo gol besándose el brazo.

Álvaro Ramírez IIIEl Sevilla se resiste a dejarse ir esta Liga. Se resiste a dar carpetazo al campeonato y se resiste a dejar de soñar con Europa. Alcanzar la clasificación continental sigue siendo difícil, pero sigue siendo una aspiración tras la victoria lograda ante el Athletic. Un triunfo que llegó tras un partido de desgaste, muy intenso, trepidante, entretenido, con muchos vaivenes, pero en el que el Sevilla, con sus defectos y sus virtudes, se vació y tuvo fe. Es lo mínimo que le pedirán los suyos a su equipo en el derbi de viernes.

Ganó el Sevilla porque se vació en el campo, como el Athletic, todo hay que decirlo, pero también, quizás sobre todo, porque ante la ausencia del todopoderoso Jesús Navas resurgió de su inopia Reyes para firmar uno de sus mejores partidos tras su retorno y porque Álvaro Negredo se convirtió en el auténtico protagonista del encuentro con sus dos goles. En esa batalla que mantiene con Rubén Castro por ser el máximo goleador nacional, toma dos de ventaja antes del derbi.

Crónica on-line
Árbitro
Mateu Lahoz. Amarilla a Fernando Navarro (24' y 73'), Coke (27'), Gurpegi (41'), Herrera (48'), Aduriz (49'), Fazio (51'), De Marcos (66'), Iturraspe (75'), Laporte (77' y  79'), Perotti (89'). Roja por doble amonestación a Navarro (73') y a Laporte (79').
Formaciones
Sevilla FC: Beto; Coke (Cicinho, m. 81), Fazio (Perotti, m. 65), Navarro, Alberto Moreno; Medel, Kondogbia, Rakitic; Manu del Moral (Botía, m. 46), Reyes y Negredo. 
Athletic CLub: Iraizoz; Iraola (Ramalho, m. 70), Gurpegi, Ekiza, Laporte; San José (Iturraspe, m. 46), Herrera, De Marcos, Ibai; Muniain; Llorente (Aduriz, m. 46).
Goles
1-0, m. 4: Negredo. 1-1, m. 55: Gurpegi. 2-1, m. 86: Negredo.
Incidencias
Ramón Sánchez Pizjuán.

Reyes y sobre todo Negredo fueron la diferencia. Porque por lo demás, con virtudes y defectos, el Sevilla y el Athletic rubricaron una oda a la locura futbolística, muy igualada, eso sí. Los dos equipos presionaban tan arriba que rompían el partido a las primeras de cambio. No difería mucho el panorama del encuentro del minuto 20 al minuto 85. Tumba abierta, a por todas. De esa locura salió vencedor el Sevilla, que en realidad fue quien propuso primero ese guión, saliendo desde el minuto uno a por el rival en el área contraria. Una presión asfixiante que imitó el equipo de Bielsa. Intensidad por doquier, errores por doquier. Porque esa presión condujo a muchas imprecisiones y en realidad no hubo ni uno entre los 22 futbolistas que pusiera calma a aquel manicomio en el que se convirtió el terreno de juego.
Por suerte para los nervionenses, Negredo los adelantó con un cabezazo en una falta magníficamente botada por Rakitic. Y pudo lograr más goles, porque en ataque el Sevilla iba bien. Emery, acertadamente, decidió no intentar suplir a Navas, ¿para qué si es imposible? Lo que intentó fue cambiar el juego de su equipo para que no se volcara a la banda derecha. Lo logró con constantes cambios de posiciones entre Negredo, Rakitic, Manu (el único que desentonó) y Reyes. Más cambios, menos orden, más espacios.
Claro que esos movimientos, unidos a la presión tan arriba, provocaron también huecos a veces llamativos en la medular, porque la línea defensiva no podía, no debía acompañar la tan loca, y a veces mal ejecutada, presión. Y Medel y Kondogbia estaban tan ocupados en tapar fugas que se olvidaban a veces de su sitio.
El caso es que el 1-0 no provocó un partido más calmado por parte de los de Emery, no dejaron que así fuera los de Bielsa. Tuvieron llegadas los vizcaínos, algunas claras desperdiciadas por un flojo Llorente, pero no las materializaron, en la primera parte.
Pero sí en la segunda. Gurpegi premió la entrega de los vascos, que ciertamente también pusieron lo suyo sobre el césped. Incluso pusieron el partido de su lado tras el 1-1 porque a los sevillistas les entró nerviosismo, el de siempre cuando las cosas se tuercen. A ello ayudó luego la expulsión de Navarro, la que se inventó Mateu, ese mal árbitro que de nuevo vino a Nervión y se equivocó más que acertó y que demostró ser de nuevo un colegiado de criterio abstracto.
Pero a pesar de la inferioridad, del momento de nerviosismo, de los continuos cambios de sistema y posiciones obligados (Botía entró al descanso, Fazio se lesionó, Alberto alternó lateral y extremo...) no se hundió el Sevilla, y es un hecho destacable cuando este equipo ha adolecido en demasía en anteriores etapas de carácter. Ese impulso, ese carácter, esa fe llegó esta vez a través de Reyes y Negredo, que construyeron el segundo tanto cuando el partido ya estaba igualado por la expulsión de Laporte, provocada por el mismo Reyes. El 2-1 fue un premio a la resitencia del equipo hispalense, a la entrega de un Sevilla que se vio casi fuera de la Liga y que creyó en sus posibilidades para meterse de nuevo en una pelea difícil, pero pelea al fin y al cabo, y presentarse en el derbi con el ánimo mejorado y con un futbolista, Álvaro Negredo, 17 goles ya, en racha, que ha dejado claro que cree, que tiene fe en Europa. Y el Sevilla puede tener fe en él.

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