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La triste realidad del Sevilla
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La triste realidad del Sevilla

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Sevilla FC 1-2  Real Valladolid
Botía se lamenta en el césped tras un remate fallido.

Álvaro Ramírez IIIEl Sevilla peleó, lo intentó, incluso tuvo alguna que otra ocasión para empatar, los jugadores se desfondaron e intentaron al menos terminar el partido con dignidad. Pero no se engañen, es el mecanismo de defensa que tiene este equipo cuando ya está enfermo, cuando sabe que el partido está moribundo y que solo queda la reacción.

La reacción, ese concepto tan manido en el fútbol y al que recurre tanto Míchel, y al que recurren tanto los futbolistas. Sí, el Sevilla reaccionó tras el 0-2, pero cabría decirle al técnico madrileño que lo que le hace falta al equipo es previsión, y menos reacción. Ante el Valladolid, la previsión fue nula. Sobre todo por parte del entrenador nervionense, que se equivocó de plano de inicio. En otras condiciones, quizás ese error de planteamiento del partido (intentó corregirlo el sevillista a los 27 minutos) habría pasado desapercibido, o podría no haber sido determinante. Pero con este equipo ya débil de por sí, y más si cabe por las siete bajas con las que se presentaba en el encuentro, esos errores se pagan caros.

Crónica on-line
Árbitro
Teixeira Vitienes. Amarillas a Rukavina (10'), Fernando Navarro (42'), Medel (43' y 63'), Cala (53'), Ebert (71'), Dani Hernández (79'), Peña (88'), Bueno (91'), Víctor Pérez (94'). Roja a Medel (63')
Formaciones
Sevilla FC: Diego López; Cicinho (Rabello, m. 27), Cala, Botía, Fernando Navarro; Medel, Maduro (Kondogbia, m. 50); Navas, Reyes, Perotti (Álex Rubio, m. 77); y Babá. 
Real Valladolid: El Valladolid juega con Dani; Rukavina, Rueda(Peña, m. 81), Valiente, Balenziaga; Álvaro Rubio (Sastre, m. 74), Víctor Pérez; Ebert, Óscar, Omar (Bueno, m. 84); y Manucho.
Goles
0-1, m. 1: Ebert. 0-2, m. 12: Óscar. 1-2, m. 49: Manucho en propia puerta.
Incidencias
Ramón Sánchez Pizjuán.

Reyes no hizo un mal partido. Paradójicamente fue de los mejores, pero Míchel debería haber previsto que para que el utrerano se mueva con libertad tiene que cubrirle las espaldas. No lo hizo. Míchel partió el equipo en dos, y el equipo se partió en dos, porque las líneas se separaron (he ahí la pájara) inexplicablemente, los jugadores se dejaron ir, Medel y Maduro no entendieron ni supieron jugar escalonados y ahí se ahogó el Sevilla y surgió triunfante el Valladolid, que como Pedro por su casa operaba en la medular para lanzar contragolpes. Resultado, 12 minutos, 0-2, partido casi sentenciado.
A partir de entonces, cierto, Míchel recompuso su equipo, le dio la alternativa sorprendentemente a Rabello, que por momentos se convirtió en el organizador del equipo, y casi acorta distancias en un par de acciones entre Navas y Medel. No llegó el tanto, que podría haber sido, como el día del Mallorca, estimulante. Y el Sevilla se presentó en la segunda mitad con el partido cuesta arriba en busca de lo imposible. Se hizo casi palpable con el gol en propia puerta de Manucho. Pero no era inocente el destino. El gol sevillista lo hizo el delantero del Valladolid porque en el Sevilla, sin Negredo, no hay quien los marque, no hay quien desastasque. Babá está, pero apenas participa, apenas remata, y apenas suma. Es un jugador que deambula por el equipo intentando, intentando, y nunca culminando. En sus manos está el equipo hasta la ansiada vuelta de Negredo.
Y si con un delantero negado, con poco remate, y eso que Navas se hartó de poner balones, unos buenos, otros malos, y otros muy buenos que no encontraron remate, lo tenía complicado el conjunto de Míchel, con un jugador menos...
Medel debe reflexionar sobre su partido de este lunes. No se puede pasar de cero a mil revoluciones en el mismo partido. El Sevilla no necesita que se olvide de su papel en los 15 primeros y que después aparezca con guerrero épico. Necesita al Medel controlado, mesurado, agresivo, siempre, pero concentrado, concentrado, atento, metido, comprometido... La quimera sevillista. El chileno vio la roja por su segunda amarilla, una amarilla evitable de todas todas.
A partir de ahí, un cara o cruz que no varió el encuentro. El Sevilla lo intentó con dignidad, la que tuvo tras un inicio ignominioso, pero con pocos argumentos, salvo los de Navas y Reyes, y no pudo. Porque difícilmente puede. El Sevilla, este Sevilla de Míchel, es un equipo vulgar, cada vez más, con buenos jugadores, que cuando se conjuran son capaces de mucho, pero que en el día a día no son capaces de casi nada. Y su entrenador ya demuestra que no es capaz de comprometerlos. Triste realidad, pero realidad al fin y al cabo.

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