Dura dosis de realidad

Era el trampolín perfecto. Por la entidad del rival, la forma en la que éste está, la enjundia del estadio pero, sobre todo, por a dinámica con la que llegaba el Real Valladolid Promesas al duelo. La visita del equipo de Miguel Rivera al Real Madrid Castilla estaba definida por ser el último duelo de la primera vuelta pero, ante todo, por ser un partido marcado por la ilusionante racha que suma el filial blanquivioleta. Las dos victorias consecutivas firmadas por los pucelanos no le han valido, aún, para abandonar el último puesto de la clasificación pero sí para ver la zona del objetivo más cerca. Ahora parece un sueño alcanzable, aunque su paso por el Estadio Afredo Di Stefano no dejar ni un ápice de ilusión.

 
Es imposible creer en la salvación de este equipo tras lo visto en el duelo ante el filial blanco. La goleada final es lo menor. Las sensaciones vuelve a ser malas. Muy malas. Desastrosas. El equipo no supo responder a ninguno de sus errores y, bien pronto, vio que el partido se le ponía muy difícil. Pese al tanto de Miguel de la Fuente, que valía para recortar distancias, el equipo de Miguel Rivera cae con estrépito para cerrar una primera vuelta para olvidar.
Los primeros 19 partidos dejan al equipo como colista, con tres victorias, seis empates y ¡10 derrotas! Los 31 goles encajados hacen mucho daño a un equipo que muere por sus errores, su falta de pegada y la debilidad a la hora de superar los goles. Este Promesas cumple todas las dificultades de un equipo filial pero tiene para agarrarse a pocas de las ilusiones que genera un equipo joven de estas dimensiones.

Un cuarto de hora

Con dos victorias consecutivas e, indudablemente, en el mejor momento de la temporada se esperaba la mejor versión del Real Valladolid Promesas. El equipo parecía estar capacitado para dar la campanada ante un equipo que no conocía la derrota en las últimas ochoc jornadas. Desde el 22 de octubre. Había ilusión pero, tras el partido, sólo es posible la desesperación y la tristeza, similares a aquéllas que Miguel Rivera explicaba tras perder en Guijuelo. El equipo pucelano caía derrotado y mostraba signos de superación desde el primer cuarto de hora
A los 16 minutos, el equipo de Santiago Solari ya sumaba una renta de dos goles. Los tantos de Óscar y Seoane allanaban mucho el terreno a un conjunto que superaba al Pucela en todas las líneas. El equipo de Rivera estaba desbordado. No podía contener tanta fuerza merengue y llegaba al descanso con pocas esperanzas de obtener un buen resultado. El marcador lo mostraba lejano; las ideas y la propuesta, en otro mundo.

Maquillaje y dolor final

Pese a esa realidad, hubo unos pocos segundos en los que el Pucela sí llegó a creer en la remontada. Fueron unos pocos segundos, aquéllos que transcurrieron entre el tanto de Miguel y el autogol de Apa. Desde el 2-1 y hasta el 3-1 transcurrió apenas uno minutos. Una pequeña fracción de partido en el que el Pucela quiso creer pero en el que su realidad hizo más por mostrarle cómo de dura es su situación.

Ese tercer tanto no fue el último. A poco más de cinco minutos para el final, Cristo anotaba el cuarto y dejaba al Real Valladolid superado definitivamente. La estocada final. El juego, ideas, propuesta y marcador. Una dosis de realidad muy dura pero que vuelve a mostrar que el equipo necesita tiempo, paciencia... y fichajes en invierno. Así, la salvación es imposible. Por mucho que los objetivos de ambos equipos sean diferentes.