Inexplicable final

El futuro del Real Valladolid, antes de medirse al Getafe CF y al Cádiz CF en el Nuevo Estadio José Zorrilla pasaba por el duelo ante el Club Deportivo Mirandés. La visita blanquivioleta al estadio burgalés, con el apoyo de casi 1.000 aficionados pucelanos, era determinante. "Todo pasa por Anduva" en la previa y así lo supo corroborar el equipo de Paco Herrera. Esa fortuna esquiva en determinadas fases de la temporada parece estar de cara en el momento determinante de la temporada. Los detalles de los partidos sonríen al equipo blanquivioleta y éste, convencido y concienciado en las últimas semanas, se ha convertido en una reloj suizo.

 
El momento del Real Valladolid es el idóneo. Ha encontrado, por fin, un estilo, un esquema y unos jugadores que se compactan de forma espléndida. El equilibrio del centro del campo, con las líneas más justas y la liberación al tener siempre dos referencias exteriores ha hecho crecer al equipo. El Pucela tiene una base y un poso. A estos detalles positivos hay que sumar el hecho de que Raúl de Tomás y Jose Arnáiz están de dulce. Tanto el '47' como el '29' están en su mejor momento. Son los jugadores diferenciales de un Pucela que ha encontrado un once fijo. Por tercer semana consecutiva, Paco Herrera repetía once titular.
Con un esquema muy definido y unos protagonistas predeterminados, el partido quedaba visto para sentencia en los primeros 45 minutos. Dos goles pucelanos y la expulsión de Roberto Gutiérrez, portero del Club Deportivo Mirandés, acercaba el sueño de llegar a las tres últimas jornadas, los 270 minutos finales, desde la zona de play off. Antes de confirmarlo, quedaba la segunda mitad. En esos segundos 45 minutos, se debía refrendar la tercer victoria consecutiva y ésta no llegó por un error garrafal de Isaac Becerra. El catalán no se hizo con un balón dentro del área en el tiempo de descuento y volaban dos puntos. Una victoria que se escapa por el error del '13' pero, también, por una nefasta lectura del Real Valladolid.

Viento en popa

Salvo Jose Arnáiz, todos los jugadores del Real Valladolid han sufrido grandes altibajos durante la temporada. Picos de juego, de rendimiento y de críticas. Ahora, en el momento crucial de la temporada, parece que no. En la actualidad, el equipo de Paco Herrera parece estar muy bien engrasado. El Real Valladolid se encuentra bien y ante el Club Deportivo Mirandés se podía comprobar en los primeros 45 minutos. Todo salía a pedir de boca de un equipo que encontraba con el mejor nivel de todos sus jugadores cuando éstos son exigidos en la primera. Becerra y la defensa ponían el cerrojo cuando se le exigía y Raúl de Tomás y Jose Arnáiz conseguían dar un toque diferencial a nivel ofensivo cuando el equipo debía dar un empujón. El Real Valladolid encontraba el camino y parecía va viento en popa. Por fin llegaría una tercera victoria consecutiva.
La carrerilla adquirida por el equipo en el juego es la misma que conseguía tener en la primera parte del encuentro disputado en el Estadio de Anduva. El duelo, marcado por el gran gol de Jose cuando se llegaba la cuarto de hora de partido, tomaba su momento determinante tras pasar la media hora de juego. Un penalti decretado a favor del Real Valladolid costaba la expulsión del portero local y un tanto diferencial para los pucelanos. El gol de Raúl de Tomás parecía sentenciar el partido al mismo tiempo que ejemplifica la situación pucelana. El viento soplaba en favor de lo vallisoletanos y éste consigue parecía volar en el momento más determinante de la temporada.

Sufrimiento pucelano

El segundo tiempo comenzaba y el duelo debía tener el dominio del Pucela. A los de Paco Herrera les interesaba que no ocurriera nada en el césped del Estadio de Anduva. En superioridad numérica y con una renta de dos goles, los pucelanos debían dormir el partido. Llevar el duelo a pocas pulsaciones y no cometer ningún fallo. Tristemente, ese fallo llegaría. Igor Lichnovsky controló mal los tiempos y una ventaja dentro del área y cometía un claro penati. Su acción, llevada a los once metros, hacía que los burgaleses recortaran distancias y entraran en el partido.

Con el tanto del Club Deportivo Mirandés, el Real Valladolid perdió la templanza. No supo entender qué necesitaba y, contagiado por los nervios del equipo local, llevaría el duelo a un encuentro frenético y nervioso en el que el Real Valladolid tenía mucho que perder. Los pucelanos necesitaban tranquilidad y no la encontraron. Las idas y vueltas del partido favorecían al equipo rival. Nervios, faltas, parones del juego... Todo añadía crispación a un duelo que el poco oficio del Real Valladolid llevaba a un camino que no favorecía en nada a los de Paco Herrera.

Traumático final

Entre locura y locura y nervios y más nervios, el duelo llegaba a sus últimos diez minutos. En ellos el Real Valladolid debía encontrar una opción de gol pero, sobre todo, dar pausa al partido. Los pucelanos debían demostrar esa superioridad numérica que habían desaprovechado durante casi 50 minutos.  En esos diez minutos finales, y en dos acciones casi consecutivas, Juan Villar y Jose Arnáiz pudieron sentenciar el partido pero no conseguían el objetivo final. Así dejaban vida al equipo burgalés para los últimos minutos de partido.
Esos últimos instantes del partido se vivían con sufrimiento pero con opciones de sentencia en el Real Valladolid. Los espacios concedidos por el equipo de Pablo Alfaro dejaban grandes oportunidades. Ninguna era aprovechado y el Real Valladolid volvía a sus peores pesadillas. En el tiempo de descuento, un garrafal fallo de Isaac Becerra devuelve al equipo a la dura realidad. Pese a que con el empate se consigue llegar a la zona de play off, los dos puntos perdidos en el último segundo del partido duelen y debilitan al equipo y a esos 1.000 aficionados congregados en Miranda de Ebro.