Doloroso e injusto tropiezo

La primera derrota de 2017 llegó en el Carlos Tartiere. La luz se apagó para el Pucela en Oviedo, donde el equipo de Paco Herrera cayó con dignidad y posiblemente sin merecerlo. El Real Valladolid gozó de ocasiones y fue mejor que los locales, pero la ausencia de gol, otra vez la falta de gol, agotó las opciones de puntuar frente a un rival directo que ya está por encima en la clasificación de la Liga 1|2|3 2016/2017.

 
El arranque fue esperanzador, con un Real Valladolid dando continuidad a las buenas sensaciones del Ramón de Carranza. Juan Villar asumió los galones de protagonista del mercado y lo pretendió ser del partido. Suyos fueron los dos primeros avisos: un centro que no encontró rematador y un control con el pecho de espaldas con la defensa local yendo al límite en el marcaje. De hecho, el onubense pidió penalti, pero Eiriz Mata ni lo consideró. El Oviedo respondió con un balón largo a Toché que interceptó Álex Pérez antes de que fuese tarde. Las instrucciones de Fernando Hierro estaban bastante claras: poner nervioso a Pau Torres ante su primera titularidad. Un disparo desde el centro del campo lo puso de manifiesto. Los asturianos empezaron a crecer por las bandas, generando superioridades que costaba frenar. Sufrían Moyano y Balbi ante la inoperancia de Leao, excesivamente estático y pegado a los centrales. El Oviedo se volcó y empezó a hacer daño de verdad. Un córner que Balbi achicó en el primer palo y un centro envenenado desde la derecha fueron las siguientes advertencias. Hasta que el cántaro se rompió. Un desentendimiento entre Guitián y Álex Pérez permitió a Linares, el más bajo de los azulones, peinar un balón que olió Toché. Pau tampoco acertó y el ex del Real Valladolid, como no, aventajó a los locales. 
Entró entonces el partido en una fase de sesteo que favorecía al Real Oviedo, a corriente con el resultado de su lado. De hecho, el Pucela tiró otros 15 minutos a la basura y no entró de verdad en el encuentro hasta que no se cumplió la primera media hora. Entonces, el equipo de Herrera se desató y comenzó a meter el miedo en el cuerpo al Carlos Tartiere. Juan Villar, enchufado, volvía locos a los centrales oviedistas, corregidos insistentemente por Fernando Hierro desde el área técnica. El fuera de juego libraba al Oviedo del empate, pero el Pucela intensificó su asedio y Jordán se sumó a la fiesta. A punto estuvo de marcar en una gran jugada individual que terminó en saque de esquina. Acto seguido, disparó desde fuera del área y obligó a Juan Carlos a intervenir. Moyano, con mucho espacio pero poca resolución, también intentó un centro raso que Juan Villar no supo aprovechar. Jienense y onubense volverían a generar la última de la primera parte. Juan Carlos metió el pie in extremis y el descanso llegó ante la resignación de jugadores y aficionados, que sabían que el Real Valladolid había llevado el partido al punto de madurez deseado por los blanquivioleta.

La segunda parte no cambió el registro del Pucela, pero el Oviedo supo parar el cronómetro y contemporizar hasta llegar al tramo final con el 1-0. Un resultado que le quedaba grande, pero que preservaba gracias a la falta de efectividad del Real Valladolid, peaje eterno de los vallisoletanos en la carrera por el ascenso. El tiempo voló sin grandes ocasiones para ninguno de los dos equipos...hasta que llegó el minuto 80. A partir de ahí, y ya con Raúl de Tomás y Ángel sobre el césped, que habían sustituido a Mata y Balbi respectivamente, el Real Valladolid volvió a inclinar el terruño (en ninguno caso césped) hacia la portería de Juan Carlos. Un disparo de Ángel y una clarísima ocasión de Joan Jordán fueron las mejores opciones para rascar un punto del Tartiere, pero el Oviedo aguantó con más pena que gloria y dejó de vacío a un Pucela que mereció más. Mucho más.