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Real Valladolid
1-2
SD Huesca

No sale nada

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ElDesmarque

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Más que divina, maldita juventud. El Real Valladolid volvió a naufragar por cuarta semana consecutiva. Se derrumbó cuando había conseguido lo más difícil, marcar. Pensó que eso era suficiente para ganar e, increíblemente, el tanto le terminó por costar la derrota. El equipo juega como un paciente de manicomio. En una locura impropia de la jornada 7. Ni árbitros ni meigas. El colegiado pitó lo que tenía que pitar y de hecho perdonó la expulsión a Guitián, infausto protagonista del partido.

 
Los primeros compases hicieron temer lo peor al José Zorrilla. El equipo no daba síntomas de mejora y ser percibían las mismas sensaciones que siete días atrás frente al UCAM. Ni mucho menos se llegaba al extremo de lo vivido en el arranque del Ángel Carro, pero el Real Valladolid no iba y el Huesca amagaba con plantar algo más que el autobús. No le duró mucho esa actitud al equipo de Anquela, que se encontraba más a gusto replegado y sin pasar del centro del campo. Tampoco avanzaba líneas el Pucela, que estaba en modo pegapases con Álex López, Jose y Leao regalando balones con el aficionado padeciendo la inoperatividad de meses atrás.

Carbura Juan Villar

 
El Real Valladolid no sonaba bien y se habían vuelto a tirar 15 minutos con el consecuente riesgo de arrepentimiento.  Irrumpió entonces en el choque Juan Villar, que multiplicó la capacidad ofensiva blanquivioleta y empezó a recordar al Villar que marcó diferencias y dio puntos en su primera temporada en Zorrilla. No obstante, el equipo pecó de insistencia por la derecha, donde creaba peligro pero con un guión demasiado teledirigido. Jose tuvo que desplazarse hasta la diestra para poner de manifiesto que estaba sobre el césped. Lo hizo por la puerta grande, porque generó la mejor de lo que iba de partido con una arrancada desde la divisoria que atascó al Huesca. Lo hizo, sorprendentemente, todo bien. Levantó la cabeza cuando había que hacerlo y asistió a Juan Villar, que se precipitó en el remate por encima del larguero de Sergio Herrera. Antes había intentado, a centro de Balbi, una semivolea sin peligro y anulada por fuera de juego. Después sería Raúl de Tomás, muy activo desde el pitido inicial, el que desperdiciaría un balón servido por Javi Moyano.
Pese a las ocasiones, el Real Valladolid acusaba carencias en la creación, de nuevo con Álex López en otras tareas, con Leao sin arriesgar, y Míchel también tapado. El Pucela planteaba el 4-3-3 característico de Herrera, pero el juego distaba mucho de lo que ese sistema suele pretender. El equipo seguía agarrotado y pidiendo a gritos un gol, que no llegaría antes del descanso. De hecho, el Huesca avisó que el fantasma de Tenerife o el UCAM podía aparecer en cualquier momento, con un taconazo de Borja Lázaro tras una internada de Akapo, que pasó como un avión a Lucho Balbi.

De Tomás consigue lo más difícil

Herrera sacrificó en el intermedio a Leao, cargado de minutos y con una peligrosa amarilla que facilitó su relevo por Luismi Sánchez y su casqueta. El Real Valladoli se oxigenó en el descanso y salió con ideas frescas y las mismas ganas de marcar su primer gol en una semana que apuntaba a dramática. Fue entonces cuando apareció Raúl de Tomás, el último en llegar, para revolverse dentro del área y tirar. Muchas veces se trata de eso en Segunda: tirar, probar. De Tomás no tenía una posición clara ni una ocasión de oro, pero se zafó para complicar a Sergio Herrera, que no cerró las piernas y enjauló el balón ante la algarabía del Fondo 1928. De Tomás lo celebró con la misma rabia que le abrazaron sus compañeros, necesitados de una celebración. De hacer un mísero gol.
Como si el tanto hubiese llegado en las circunstancias del de Tito para el UCAM, sin tiempo para más, el Real Valladolid se relajó como si el Huesca se fuese satisfecho con el 1-0. Nada más lejos del la realidad. El gol destensó en exceso al Pucela, que se tumbó a la bartola y dejó correr el reloj como si quedasen cinco minutos. Se equivocó. Sin nada del otro mundo, Juanjo Camacho, el alma del Huesca, empató con un remate de cabeza facilitado tanto como el centro de Brezancic desde la banda izquierda. Volvieron las prisas.

Error imperdonable de Guitián

Pero como si hubiese entrando en el vestuario y se hubiese quitado las medias, las espinilleras y las botas, el equipo desapareció imperdonablemente del césped. Volvió la zozobra del comienzo pero con una diferencia, los errores dejaban poco margen para los apaños. Guitián cometió uno imperdonable. Con Borja Lázaro provocándole lícitamente, el cántabro le agarró la camiseta y el asistente de Prieto Iglesias vio como medio estadio algo así como una sábana blaugrana estirándose dentro del área de Becerra. Penalti de libro. Penalti egoísta sin medir las consecuencias. El colegiado, además, le perdonó la expulsión. Bien podía haberlo hecho Paco Herrera.
 

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