La pena extendida

La pena es muy grande. Se ha extendido por los rincones de La Rosaleda. La pena vive en ese gesto inmerecido con el que se van los aficionados del Málaga a sus casas en este lunes de septiembre. Las caras de pena de los que nunca dejan de creer pese a que los sinsabores rompen el alma. Esa pena también está en el rostro de los jugadores, que da igual cuánto quieran, no pueden. Esa atmósfera, la de la pena, tiene padres. Desde la presidencia al banquillo pasando por la dirección deportiva. Hacer cosas que dan pena siembra el paisaje.
Perder el tecero partido seguido no es lo más negativo. Lo desolador es aceptar que ahora mismo esto es lo que hay. O se invitan a la fiesta nuevos comensales o se inventan nuevas soluciones. O algo. Algo que no dé pena, que no termine de manera triste. Y trabajo. Falta trabajo. Hay cosas que no se pueden permitir a estos niveles. Tanto en la mecánica colectiva como en la concentración personal.
Ante este panorama, la pena puede tornar en fatiga al ver el calendario que viene este mes, con partidos contra Atlético de Madrid, Valencia, Athletic y Sevilla. A ver si deja de desviarse el debate en otras cuestiones secundarias que ni aportan ni suman, todo lo contrario. Ya no hay mercados ni pulsos. Hay lo que hay y el Málaga y su entorno tienen que comenzar a entender que la realidad es la que es, no la que nos gustaría o la que merecemos.
Ahora, el partido. Un buen centro lateral de Rosales para Adrián, que entraba por el centro como un jabato. Un defensa de Las Palmas se tiró a la desesperada para cortar la acción, tras algún rebote, el esférico terminó dándole en la mano. Los jugadores del Málaga reclamaron con vehemencia la pena máxima, pero Estrada ordenó continuar.
Por las protestas Adrián no fue amonestado. Sin embargo sí vio la amarilla después de otra acción de peligro en la que entró desde atrás para recibir una asistencia de Bastón. El centrocampista no pudo llegar antes que el portero canario y terminó haciéndole falta tras su desesperado intento por alcanzar el balón.
Unos minutos más tarde el Málaga volvió a pedir un penalti. Esta vez los protagonistas fueron Borja Bastón y Aythami. El zaguero de Las Palmas rodea con sus brazos al ariete malacitano. Pero tampoco esta vez Estrada consideró que la acción fuese castigable. El que casi castiga a Chichizola fue Rosales, en una subida infinita en la que terminó rematando duro entre los tres palos. El meta abortó el 1-0.
Y tras estos minutos de dominio del Málaga, Las Palmas dijo en botas de Jonathan Viera "ojito que estamos aquí", después de combinar bien tras un pase horrible de Rosales que permitió armar un ataque al rival. Y justo acariciando el minuto 45, Viera remató la faena. Luis Hernández la sacó mal desde atrás y Halilovic se hizo con el balón, que fue ganando metros desde el centro del campo y terminó vistiéndose de asistente tras no acertar a cortarla Ricca.
Pero salió inyectado el Málaga en la segunda mitad y tardó poco en devolver la igualada al marcador y el brío al ambiente. Diego González cabeceó a la red con estética impecable un centro de Recio. 228 minutos de competición después, el equipo estrenó serie. Míchel celebró un gol con una rabia que transportó casi a Italia 90.
Tras reducirse el fulgor por el empate, Halilovic rozó el gol, pero Roberto y la madera se aliaron para evitar el 1-2. El Málaga volvió a mostrar una fragilidad atrás preocupante. A la siguiente, no hubo perdón. Calleri ganó la pelea cuerpo a cuerpo a Diego González y fusiló a Roberto sin piedad alguna.
Míchel retiró a Rosales y Adrián para introducir a Cifu y En-Nesyri (antes había metido a Ontiveros) dejándose llevar por la fe. Justo la que se desvanecía por los vomitorios de La Rosaleda. Aunque quedó un pequeño arranque para la ira cuando la gente vio a Las Palmas más cerca de marcar que el Málaga. Viera pegó un zapatazo que por fortuna consiguió entorpecer Roberto.
La siguiente ocasión real del Málaga la gestaron Ontiveros, En-Nesyri y Mula. Aunque de manera al accidentada, el primero encontró en el área al segundo, que con algo de dificultad hizo llegar el esférico al tercero, que tardó también en lograr armar el tiro. Tres chavales de la casa negándose a dar por buen el marcador.
Para culminar el desastre, otro roto a la defensa. Remy mató el duelo después de recibir de Dani Castellano, que se fue fácil de Cifu. El debutante canario no tuvo dificultad para controlar y colocarla donde quería pese a la cercanía de Diego González. Y la pena ganó. También a los pitos y a los cánticos contra el presidente. La pena se ha instalado, secando el aliento y la fe. La cura es ganar. No hay otra.