Míchel abre el paraguas

El Málaga se juega mucho en El Molinón, más de lo que parece. Es el doble o nada. Poner ocho puntos y el golaveraje de por medio con el inmediato perseguidor o pringarse de fango hasta los ojos. Por eso Míchel, curtido en mil batallas, sabe que cualquier ruido extradeportivo exterior puede afectar al vestuario o desviar la atención de la ‘final’ de Gijón. Y por eso quiere aislar a sus jugadores de asuntos que no tengan vinculación con el partido. Los quiere metidos al cien por cien, descargados de presión y huyendo de todo lo que sea pensamiento negativo, como el mismo ha apuntado este mediodía.

Así que, de puertas para adentro, no tiene cabida nada relativo al problema del jeque con la policía local el pasado sábado, a lo acontecido con la mujer de Francesc Arnau, o a cualquier asunto extradeportivo del club o personal de los jugadores. Míchel los quiere frescos, sin atenazar y pendientes a todos los detalles futbolísticos. No más. Hay mucho en juego, todos lo saben. Por eso también el equipo se desplaza a Gijón un día antes y no el mismo día del partido pese a jugar en la noche del miércoles.