La secuela de la conjura de Anoeta
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De las más oscuras sombras a veces nacen las luces más brillantes. Una máxima que a veces se cumplen en el mundo del fútbol y en el Málaga se sabe que puede ser así. Porque está bien la inciativa de Marcelo Romero de llevarse al equpo en bloque a Vigo, algo que ya pasó, entre otras veces recientes, en 2011 con Pellegrini, aunque en otro escenario bien distinto.
Había matices diferentes, porque entonces no se venía de un cambio de entrenador reciente y el equipo era colista. Pero en la esencia, aquella conjura de Anoeta fue una especie de catarsis para el Málaga de Pellegrini, que ganó fuera de casa y comenzó su racha espectacular. Y también se llevó a todos sus hombres excepto Baptista, que estaba todavía en Brasil, y Asenjo y Galatto, que no tenían ficha. Los demás estuvieron todos, incluso los lesionados Gámez y Rubén y el sancionado Demichelis. El objetivo, el mismo, fortalecer los lazos para ir todos a una.
Se inició entonces una exitosa racha de siete victorias, dos empates y sólo dos derrotas. Un equipo que iba colista y se salvó cómodamente terminando el curso en mitad de la tabla. Siempre hay puntos de inflexión para bien o para mal.
El valor de la experiencia propia
Pero además, es que el Gato Romero sabe perfectamente lo importante que es sumar fuerzas en un vestuario. Tiene experiencias variadas. En la temporada 2005-06, que por muchas circunstancias fue tremendamente compleja (al final se acabó descendiendo), se lesionó de gravedad, precisamente en Vigo (en la jornada 1 a los 32 minutos de partido y no reapareció hasta la jornada 33). El uruguayo, viendo que no podía aportar en el campo, se convirtió en un pilar espiritual del equipo y pretende que los que estén fuera puedan aportar igualmente al grupo.