Editorial ElDesmarque: Las manos manchadas del fútbol
Este domingo 30 de noviembre debe convertirse en un antes y un después en el fútbol español, para todos los estamentos deportivos, para todos los profesionales que tengan que ver con el deporte, el fútbol y hasta con la sociedad.
Los sucesos acaecidos en la mañana de este domingo en Madrid, con una reyerta entre ultras del Atlético de Madrid y el Deportivo, y la muerte, el presunto asesinato de Jimmy Francisco José Romero tras ser encontrado del río Manzanares, adonde permanecía con traumatismo craneoencefálico tras ser tirado o haber caído, sencillamente no pueden volver a repetirse. Ya hubo que lamentar la muete de Aitor Zabaleta en 1998, y alguna otra muerte precisamente en un derbi gallego. Y para que se consiga realmente, habrá que tomar medidas, duras medidas.
Porque de entrada el movimiento ultra, mirado con cierta condescendencia por las autoridades futbolísticas y con total condescendencia y amparo por el mundo del fútbol, debe de desaparecer. Si algunos violentos, casi delincuentes, adalides de la sinrazón quieren juntarse, unirse y acometer tropelías periódicamente no debe ser bajo ninguna bandera ni ningún color futbolístico. Si son movimientos políticos, que así sean, pero que no se amparen cobardemente en el mundo del fútbol.
Y esta premisa debe tenerla el fútbol español muy clara, los clubes, la RFEF, la LFP. Nunca más puede mancharse el fútbol español de sangre, de esta sangre. Por eso, de inmediato, debe nuestro fútbol plantear sin paso atrás, sin retroceso, la erradicación de todo grupo que acredite servirse de la violencia como característica de su supervivencia misma. Son nichos de delincuencia en la mayoría de los casos, y son focos de peligro latente para la sociedad, y una muerte como la de Jimmy Francisco debe resolver la duda o el debate de quien así no lo vea.
"No puede volver a pasar, no va a volver a pasar", ha asegurado Jorge Pérez, secretario general de la RFEF. Y ese es el espíritu. El mundo del fútbol debe desligarse de actitudes radicales. Debe ir al corazón del problema a toda costa, y cualquier grito menos de animación valdrá la pena por salvar vidas. La FIFA y la UEFA ya actúan con mucha determinación en casos de racismo y violencia. A veces, puede que de forma desmesurada, puede que cometiendo alguna injusticia, pero con un objetivo claro, erradicar la violencia de los campos de fútbol. Esa línea es que la que tiene que fortalecer el fútbol español, por complicada que parezca. Debe empezar a establecer sanciones duras, si es necesario contra los clubes que no sean tajantes con sus ultras. Porque cada entidad debe ser consciente de que no puede albergar en su estadio radicales que en un momento determinado puedan servirse de la violencia para resolver o trasladar un enfrentamiento deportivo.
Si el fútbol marca la línea claramente, estos violentos podrán seguir, o intentar, cometiendo hechos deleznables como este domingo, y podrán portar banderas y enseñas de lo que quieran, pero al menos el fútbol, los clubes, los aficionados, los profesionales, tendrán la conciencia tranquila por haber hecho su parte, por haber dado la espalda a estos comportamientos y por no haber dado el más mínimo pábulo a delincuentes y en algún caso homicidas. Es el primer paso, separarse. Pero el fútbol español sabe que hasta este 30 de noviembre no ha hecho todo lo posible para que Jimmy Francisco Romero no cayera en ese momento fatal al Manzanares. Es duro, pero es así. Solo queda esperar que esta afirmación no se pueda volver a hacer jamás a partir de este 30 de noviembre y que este domingo negro, al menos, sirva para algo, para el futuro.
