Ni fútbol... ni huevos

Hay derrotas en las que te vas con la cabeza alta. Miren al propio Atlético de Madrid, hace un par de años, cuando caía eliminado ante el Real Madrid, su eterno enemigo. Había recibido un doloroso 3-0 en la ida y el Calderón, en una noche para el recuerdo, rugía como nunca y como siempre. Saúl y Griezmann abrían la lata y ponían un 2-0 en el marcador que hacía ilusionarse a los que aquella noche acudieron a orillas del Manzanares. No acabó bien y la remontada se quedó por el camino, pero había orgullo.

Era el minuto 90 y la afición del Atlético rugía, bajo una capa de lluvia, como si consiguieran el billete a la final. Gabi se quedaba parado en medio del campo, mirando a la grada, mientras el partido llegaba a su tramo final. Simeone aguantaba el chaparrón en la banda y luego salía al centro del campo para animar a sus jugadores y levantar la cabeza. Hubo orgullo, tiraron de su mejor versión y se quedaron en la cuneta, pero con la cabeza alta. No fue lo que pasó este martes en Turín.

Un horror en Turín

Porque todo salió mal, de inicio a fin. Empezó el Atlético apostando por una camiseta que nadie entiende y que nada más que trae malos recuerdos. Empezó Simeone con un once que provocó críticas, aunque estas, sólo estas, quizás sí eran injustas, pues Filipe y Lucas, con pie y medio fuera los dos el próximo curso, estaban lesionados. Arias sufría por la derecha, algo fácilmente previsible. Juanfran sufría por la izquierda, algo fácilmente previsible. Lemar hacía aguas por la izquierda, por la derecha, por el centro y hasta cuando no tenía la pelota la perdía, algo fácilmente previsible. Y el Atleti, en definitiva, era un flan.

No fue capaz de corregirlo Simeone en el descanso, cuando todavía había vida con el 1-0 del marcador. El Atlético de Madrid acabó el partido sin tirar ni un tiro a puerta. Griezmann ni participó, ni generó peligro ni demostró que si cobra 20 millones de euros al año, es por algo. No es que estuviera mal, es que no estuvo. Al menos Morata lo intentó, aunque le cosieran a faltas.

Y ya sin Lemar, sustituido en el 53' (y demasiado aguantó), el torpe fue Correa. El argentino empezó a perseguir a Bernardeschi por todo el campo, una pesadilla el italiano de inicio a fin. Fue entrar en el área y todos los aficionados colchoneros pensaron: "le hace penalti". Y lo hizo. Cristiano no falló a su cita con la competición europea y marcó el tercero cuando aún quedaban más de diez minutos, pero el Atlético ni siquiera fue capaz de generar un mínimo de peligro. Ni un balón parado, ni una llegada por las bandas, ni una combinación, ni un arreón final. Nada.

Así que el Atlético está eliminado. De la peor forma posible, con un baño de inicio a fin completamente inverso a lo que pasó en el partido de ida, sin sensación mínima de peligro y con todos sus jugadores apagados. En Turín no se vio el fútbol de hace tres semanas en el Metropolitano, aquel en el que el Atlético aplastaba a la Juventus con 90 minutos encomiables. Y sin fútbol, tampoco se vio la testiculina con la que Simeone celebraba el primer gol aquel día. Ni orgullo ni huevos. Ni Champions.