Y en eso falló el más fiel, Kepa Arrizabalaga

Rectificar. Rectificar es de sabios. Y humano, equivocarse. Los errores, dos gruesos, uno no tanto, fueron el caballo de batalla al que le invito a subir la prensa en la rueda de la sala a un Cuco Ziganda que, por enésima vez, invitó al personal a comulgar con ruedas de molino.

De entrada, rehusó la monta. De segundas, pluralizó. De terceras, como si se le cuestionara sobre un penalti que el árbitro no se hubiera cobrado en su propia área, se salió por la tangente diciendo que "desde el banquillo me pillaba muy mal como para apreciarlo". No colaba: "El también tiene derecho a equivocarse".  Ziganda, empecinado en defender lo indefendible. Ya lo hizo con Lekue en La Rosaleda: "Ya sabemos cómo es". A este paso, y de medrar en su modo de explicar derrotas tan estupidas como la de Mestalla, Cuco corre el serio riesgo de cambiar su profesión de entrenador del Athletic Club por la de abogado del diablo: de asumirla, ya tiene dos clientes para su bufete: Iñigo Lekue, que no tiene defensa la criatura, y Kepa Arrizabalaga, al que más le valdría estampar cuanto antes su firma en la renovación que le ofrece Josu Urrutia antes de que el riesgo de que Iago Herrerin lo siente en la bancada de la suplencia se convierta en un hecho constatable a ojos del trencilla que recibe el once inicial de manos de Andoni Imaz, delegado del equipo.
  Dos inacciones de Iñigo Lekue le privaron al Athletic de la victoria ante el Málaga. Otras tantas de Arrizabalaga, de conseguirla ante el Valencia de un Marcelino ciego, simple, o a falta de un hervor. Pues de entrenador 'cortito' es declarar a la prensa que "le hemos concedido mucho al Athletic". Hace falta valor.
El valor que le faltó, de primeras, al arquero del Athletic para reconocer que, así como a veces los porteros salen a hombros del campo, otras, las menos, se ven obligados a hacerlo en ágil carrerilla para que a uno no le pille la comentarista de Bein Sports y tenga que rendirle cuentas a su 'Dios' a las puertas del 'cielo de los porteros'. "Errores colectivos nos han penalizado". No cuela. "No he estado muy afortunado". No convence. "Me he cargado un partido que era nuestro"...  Esto último no lo llego a decir. Pero de haberlo declarado, su sinceridad le habría honrado, y habría dejado muy alto el pabellón de sus compañeros, 4-5-1 de salida, que, sin alcanzar la excelencia en su juego, si que, al menos, se elevaron muy por encima de su rival, un Valencia que por momentos fue 'ninot' a manos de una cuadrilla que, enferma de piromanía, pudo pegarles fuego a los futbolistas 'ches' hasta convertir el verde de Mestalla en un horno crematorio a cielo abierto a fin de que los 'españoles del puto vasco es' pudieran rezar sobre las cenizas de sus muertos.
  Tres goles, goles, no, golazos, en La Rosaleda no le sirvieron al Athletic sino para un empate que de triste supo a dura derrota. Dos en Mestalla, ni para la igualada. Se pudieron ir lejos los leones en el marcador. Pero más posibilista resultó a los ojos de este televidente que el Valencia se hubiera quedado tan corto como un 1 en su parcela del luminoso si Arrizabalaga no hubiera cometido dos errores tácticos más sangrantes que uno de aquellos cerdos que mi abuelo acuchillaba en el patio de esta casa de La Florida para la consiguiente txarriboda. Aunque, a fuer de ser del todo certeros en la disección de la escabechina, comencemos por decir que...  Corría el 26' cuando Lekue, listo, interceptó un pase rival y salió al contraataque. Mas tan lejos de sus dominios se le fue su control orientado que pasó el peloton al bando contrario. Zaza terminaría fusilando a Arrizabalaga. 27': 1-0. En el 34', decidió salir al ataje de un pelotazo. Delantero (Rodrigo) y defensa (Laporte) en la disputa. Nadie le había invitado a aquella fiesta que terminó como el rosario de la aurora. Choque de trenes y positivo en el control. Penalti y amarilla. Parejo desiguala aún más el marcador.   Debería llegar el descanso. El inicio del segundo acto. El salto al verde de Aduriz en el 46' y la maravilla que vieron mis ojos cuando el Zorro, asistido desde la banda por Mikel Vesga, pincho el cuero con su florete, giro 180 grados sobre sí mismo y le estoqueó hasta la bola a un portero obnubilado por un milagro semejante.
  El Athletic, que ya sojuzgaba al ejército del Turia, se prestaba a ser traicionado por su discípulo más amado, el predilecto de San Mames, un león beato con toda la curia de La Catedral reclamando su santidad. Tanto premio en lontananza cegó al portero del Athletic, a ese llamado a ser "él Iribar del XXI".
Un pelotazo. Bautizo, no invitado. Funeral, pero sin vela. Nora zoaz, Arrizabalaga?, o, como diría José Iragorri: ¿Cuánto pides, Kepa, cuanto?... A por uvas y sin racimo. Al bulto y con el molde. Barregarri. 66'. Rodrigo. De cabeza y a portería vacía. 3-1. Demasiada ventaja como para salvarla. Había tiempo, sin embargo. Y faltaba el gol de 'Rulo', en el 76'. De cabeza. A pase de 'Susa' y a pierna cambiada. 3-2.  El Athletic pudo. Y debió. En el coliseo más fiero. Ante el emperador más cruel a la hora de los gladiadores. 'Ave, Marcelino, los que van a morir te saludan'. Y el Athletic murió. Dos astracanadas tácticas lo mataron. Ziganda, tras negar lo evidente, declaró el "derecho a equivocarse" como si fuera el apartado supremo de una supuesta Constitución. A continuación le dieron la palabra a Kepa Arrizabalaga: ¡Y EN ESO FALLO EL MÁS FIEL!  Post-Scriptum: "El derecho a equivocarse: el derecho de morir".
Por Luis Mª Pérez, Kuitxi, periodista y exfutbolista