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6.000 kilómetros en 30 horas rumbo a la Séptima: el sevillismo todo lo puede
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6.000 kilómetros en 30 horas rumbo a la Séptima: el sevillismo todo lo puede

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Basilio García / Fran Ortiz

A las 4.30 horas suena el despertador. Atrás quedan los días de zozobra por encontrar la manera de llegar a Budapest y al Puskas Arena antes de que Anthony Taylor decrete el inicio de la final de la Europa League que el Sevilla FC va a disputar ante la Roma, otro histórico al que hay que doblegar. La séptima. La séptima en 17 años. Hubo quien se juró que con la de Eindhoven ya lo había visto todo, pero es la sexta vez que se sube un avión para recorrer Europa y estar con su equipo, una vez más, en una final.

Minutos después de que el Sevilla eliminara a la Juventus de Turín, la principal preocupación de cerca de 20.000 sevillistas era cómo llegar a Budapest. Las combinaciones con la capital de Hungría no son fáciles y los vuelos chárter no son baratos. Pese a la bonificación de 200 euros a abonados que ha previsto el club, hay que perderle el cariño a cerca de 1.000 euros. Además, el Aeropuerto Ferenc Liszt de la capital de Hungría tiene una capacidad muy limitada, demasiado para acoger a miles de romanistas y sevillistas. De hecho, muchos acaban quedándose en tierra.

A las 4.30 horas, decíamos, suena el despertador. Mochila -menor que un A4- preparada con ‘arsenal’ de sevillismo y camino hacia el aeropuerto. Pasadas por poco las 5.00 horas, el vestíbulo del Aeropuerto de San Pablo parece Nervión en previa del partido y en el panel informativo de salidas la palabra más repetida es Budapest. Unos 20 vuelos salen en el día destino al Gol Norte del Puskas Arena.

En el ‘Chárter 1’ organizado por Viajes Puerta de Sevilla viajan cerca de 200 sevillistas de todas las edades y procedencias. El embarque se abre pronto, los asientos los han repartido salteados, pero un trío de sevillistas de Cantillana sentado a mitad del avión se encarga de avisar de que cada uno se siente donde mejor le parezca.

El escudo del Sevilla, en el acceso al vuelo chárter hacia Budapest.
El escudo del Sevilla, en el acceso al vuelo chárter hacia Budapest.

El vuelo, previsto a las 8.30 horas, despega puntual y comienzan los cánticos sevillistas, aunque la tranquilidad predomina. Hay que guardar fuerzas que el día es largo.

Llegada a Budapest

A las 11.51 horas, tres horas y cuarto después, el avión suena como si el Sevilla sacara de puerta en el Ramón Sánchez-Pizjuán y la aeronave de la compañía búlgara Electra Airways toma tierra en la capital húngara. El sevillismo sale por la terminal 1, la más antigua, y los autobuses urbanos facilitados por la UEFA y el Ayuntamiento de Budapest esperan para trasladarle a Kincsem Park, donde se encuentra la FanZone. Cerca del estadio, pero bastante lejos de la zona más atractiva de Budapest, unos deciden quedarse allí y otros toman taxis, metro o autobús para visitar el centro de la ciudad aunque sea durante unas horas, con la imponente Basílica de San Esteban como punto neurálgico del sevillismo.

Sevillistas, a su llegada al Aeropuerto de Budapest-Ferenc Liszt.
Sevillistas, a su llegada al Aeropuerto de Budapest-Ferenc Liszt.

La FanZone cierra a las 17.00 y el acceso al estadio comienza a las 18.00 horas. Sobre esa hora comienza al peregrinar de sevillistas hacia el Puskas Arena, unos andando desde la zona dispuesta para el sevillismo, otros en un corteo desde el barrio judío y muchos aprovechando la gratuidad de los transportes públicos para los asistentes a la final. Pasadas las 19.00 horas, el sevillismo empieza a ingresar en el estadio y se lleva dos sorpresas: la primera, que se puede consumir cerveza en el estadio. El precio está en florines, por lo que uno no sabe que cada vaso cuesta 7 euros hasta que llega dos o tres días más tarde al extracto de la tarjeta. La segunda sorpresa es que los romanistas ‘petan’ su grada desde dos horas antes. Son más, en número, y también más inexpertos en finales.

Pasadas las 19 horas, el sevillismo ingresa en el Puskas Arena y se lleva dos sorpresas: se puede consumir cerveza en el estadio y los romanistas ‘petan’ su grada desde dos horas antes.

Lo más duro, el postpartido

Mendilibar, Mourinho, Dybala, Rakitic y el poste, Mancini, en propia puerta, Ocampos, el VAR, Anthony Taylor, Lamela, Smalling y el larguero, más Mourinho, penaltis, Rui Patricio adelantado, Montiel y Jesús Navas levantando la Copa junto a Rakitic. El partido termina y el Sevilla es campeón, por séptima vez, de la UEFA Europa League. Nada ha sido en balde. Suena el Himno del Centenario y comienza la parte más dura, el camino de vuelta.

La afición del Sevilla, en las gradas del Puskas Arena.
La afición del Sevilla, en las gradas del Puskas Arena.

El gol de Montiel fue pasada la medianoche, así que tras media hora de disfrute toca emprender el regreso, despidiéndose probablemente de por vida del Puskas Arena, una instalación impresionante que pasa a formar parte de la historia del Sevilla y de sus aficionados. A las 0.37 se bajan las escaleras del estadio camino de Kincsem Park para tomar el autobús y una hora más tarde, a la 1.39 horas del 1 de junio, comienza la cola para acceder a la terminal antigua del Aeropuerto, ‘preparada’ con tres arcos de seguridad para meter a miles de sevillistas. Esperando a acceder, el primer mensaje apocalíptico: “Os informo que el avión ha tenido una avería en vuelo y ha tenido que volver a Praga que es de donde venia, nos mandan otro avión pero entre cambio de tripulación y avión nos han dicho que como mínimo dos horas”, llega desde la organización.

Sevillistas descansan en la Terminal 1 del Aeropuerto de Budapest-Ferenc Liszt.
Sevillistas descansan en la Terminal 1 del Aeropuerto de Budapest-Ferenc Liszt.

En un principio, el vuelo estaba programado para las 2.00 horas, pero cualquiera que haya viajado a una final sabe que era un horario era imposible de cumplir, así que toca una larga espera en un aeropuerto antiguo, con pocas sillas y mal acondicionado. Al menos, eso sí, reparten agua gratuita -en otras finales se convirtió en un bien preciadísimo- y hay una barra que sirve unos bocadillos no demasiado caros pero un tanto extraños -pan blando, chorizo y queso fundido-.

El vuelo estaba programado para las 2.00 horas, pero cualquiera que haya viajado a una final sabe que era un horario era imposible de cumplir. Toca una larga espera en un aeropuerto antiguo, con pocas sillas y mal acondicionado. Al menos, eso sí, reparten agua gratuita.

El sevillismo se acomoda como puede, muchos duermen en el suelo o en los asientos. A las 4.59 llega el avión procedente de Praga -esta vez de la compañía alemana Eurowings, la low cost de Lufthansa- y a las 5.19 informan de que el embarque se efectuará por la puerta 10. Los 200 sevillistas del ‘Chárter 1’ se plantan en la cola deseando regresar. Muchos trabajan el jueves, otros tienen otro tipo de compromisos, pero a esta hora solo hay dos pensamientos: “estoy deseando volver” y “menos mal que hemos ganado”. Mejor no vivir nunca un regreso así con la amargura de la derrota.

Con el avión en pista desde hace rato, el aeropuerto de Budapest no dispone de suficientes autobuses en los que trasladar a los viajeros a la nave, así que el embarque no comienza hasta pasadas las 6.10 horas, con los consecuentes nervios y protestas de los viajeros. Alguno ha tenido suerte, pues ha perdido su avión anterior y esta nueva aeronave tiene algunos asientos extras, así que pueden volver a casa. A las 6.30 se accede y, de nuevo, cada uno se sienta donde le plazca. A la hora del despegue el 90% de los sevillistas ya están dormidos, agotados por un día tan inolvidable como interminable.

A casa, con la Séptima

Sevillistas atraviesan la puerta de salida del Aeropuerto de Sevilla.
Sevillistas atraviesan la puerta de salida del Aeropuerto de Sevilla.

A las 10.28 el avión aterriza en San Pablo al grito de “campeones, campeones” de una hinchada agotada. 20 minutos después se desciende la escalerilla y, ya rozando las 11 de la mañana, se cruza la puerta de la gloria sevillista. Con Jesús Navas levantando la UEFA Europa League. Se había viajado para ver eso y se regresa a casa contemplando una imagen que representa perfectamente al Sevilla FC de este Siglo XXI.

A las 10.28 el avión aterriza en San Pablo al grito de “campeones, campeones” de una hinchada agotada y, ya rozando las 11 de la mañana, se cruza la puerta de la gloria sevillista. Con Jesús Navas levantando la UEFA Europa League

Tras pasar la puerta de la terminal de salidas cada uno regresa a casa como buenamente puede. A descansar, a recordar y a soñar con la próxima. Porque ahora sí, el sevillismo sueña siempre con la próxima. Han sido 6.000 kilómetros en casi 30 horas y un buen pellizco a la cuenta corriente. Ha merecido la pena.

Jesús Navas, en la puerta de salida del Aeropuerto de Sevilla.
Jesús Navas, en la puerta de salida del Aeropuerto de Sevilla.

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