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La cordura de Pepe Mel

Pepe Mel, durante un encuentro (Foto: LaLiga).
Ardiel Almeida

Por fin algo de estabilidad en la Unión Deportiva Las Palmas. Pepe Mel está a punto de cumplir diez meses como entrenador del conjunto amarillo, un periodo que, en el contexto actual, puede considerarse extenso teniendo en cuenta la suerte que corrieron sus antecesores en el banquillo.

Tiene mérito, la verdad. Principalmente por sus resultados deportivos, sobre todo en la presente temporada (séptimo clasificado y a 11 puntos del descenso). Aunque quizás su mayor logro haya sido el sentido común que ha aplicado en su discurso.

Sin grandes pretensiones y cargado de realidad. Sin marcar objetivos demasiado ambiciosos que en el pasado más reciente sólo trajeron decepciones. "Tenemos que enganchar a la afición del Gran Canaria y es el futbolista el que debe hacerlo".

Pepe Mel, durante una rueda de prensa.

Y Mel lo ha logrado. Se palpa una comunión equipo-grada que no se veía desde la era Setién. Y con una receta, en parte también forzada por las circunstancias, bastante simple y a la vez añorada por la parroquia amarilla: la apuesta por la gente de la casa. Futbolistas que vienen desde abajo con talento y ganas de comerse el mundo. Sólo hacía falta activar el botón de la confianza. Y a jugar.

Fruto de ello nació una de las mejores sociedades de la categoría: el mago Viera junto al niño Pedri. Un niño que ya ha manifestado públicamente su "eterno agradecimiento" a Pepe Mel, la persona que decidió subir al primer equipo a esta joven perla llamada a brillar en el fútbol nacional e internacional en los próximos años.

El devenir del técnico madrileño aún no lo sabemos, pero a día de hoy sería injusto no hacerle un hueco en el cajón de los elogios. Ese que llevaba cerrado con llave demasiado tiempo.

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