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El guardián de La Viña
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El guardián de La Viña

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Manolo Casal
Manolo Santander, en el Teatro Falla, durante la entrevista de ElDesmarque.
Manolo Santander, en el Teatro Falla, durante la entrevista de ElDesmarque.

Confieso que me ha faltado tiempo. Después de un fin de semana inolvidable en Barcelona, donde fue el líder indiscutible de la expedición gaditana que fue a presentar una nueva edición del Carnaval de Cádiz en uno de los teatros de ópera más importantes del mundo, no he tenido el valor suficiente para enfrentarme a su sonrisa enferma desde que se quedó sin cantar en el Liceo. Y como en la elegía más famosa de la literatura española, se me ha muerto como del rayo, cuando tanto quería de él, cuando más le necesitaba para defender la posición. La “cosita” que se lo ha llevado ha sido otro manotazo duro, otro golpe helado, otro hachazo invisible y homicida en el tronco del Carnaval. Y ha dejado un dolor intenso en el costado de una ciudad que le echará en falta por los siglos, una herida de extensión interminable en su barrio de La Viña y sin calor y sin consuelo a su mujer y sus hijos. Qué temprano ha levantado la muerte el vuelo contigo, Manolo, qué temprano madrugó la madrugada para llevarte cuando estabas a punto de acabar la chirigota del año que viene.

Manolo Santander era un pulpo caletero. Si te agarraba te dejaba señalado. A mí me pasó. A pesar de que le conocía desde “Las Brujas Piti” no hicimos amistad hasta “Las Viejas Glorias”, cuando se separa de su grupo de toda la vida y comienza su trayectoria en solitario. Entre un grupo y otro, nuestra relación consistía en agradecerme cada año mi trabajo, primero en Radio Cádiz (me felicitó efusivamente en el escenario cuando entrevisté a los Alcántara con el inalámbrico en “Las olas del Campo Er Sú” y, un año después, en “Los del perejil Lacio”), y luego en Canal Sur. En 1989, la final de “El Crimen del Mes de Mayo” me cogió en Ser-Puerto, aunque le perseguí por la calle hasta conseguir felicitarle, yo a él, como autor de la música de aquella extraordinaria chirigota. Me sorprendió siempre su actitud con los trabajadores de los medios de comunicación. Nunca criticaba nuestra función en el concurso y, con su carácter afable y abierto, hablaba siempre de forma educada en términos de respeto absoluto a la labor de la prensa.

En el verano de 1996, cuando nació “El Ritmo del Tangai”, se selló nuestra amistad. Durante el Festival “Me Río de Janeiro” en el Pemán, Manolo Santander, sin mediar palabra y con dos lagrimones en los ojos, me dio un abrazo que me dejó sin respiración. Después de muchos aspavientos y muecas nerviosas acertó a decirme que aquello no era normal, que estábamos formando un lío gordo, y que aquel programa iba a cambiar la historia. Esa emoción intensa que desató el primer espacio de televisión dedicado al Carnaval de Cádiz en Canal Sur, en los años de liderazgo de audiencia incontestado, hizo que muchos autores incluyeran referencias al Tangai y sus presentadores en los años siguientes. De todas esas menciones es inevitable para mi rescatar un pasodoble de La Familia Pepperoni, en 1998, que me unió para siempre a Manolo Santander y me metió en la historia de la fiesta porque a él le salió de sus gaditanos “cojones”. Así me lo decía cuando yo le reprochaba que me daba mucha vergüenza y que prefería que no se hubiera cantado: “Tú te has ganado esto, niño. Llevo tó la vida escuchándote y lo hace del carajo, picha. Eso es lo que hay. Y encima el Tangai. Po venga”.

Ese era Manolo Santander que, sin embargo, iba a tener que darle explicaciones, y de las buenas, a Nicolás Casal, mi padre (ya están los dos juntos ahí arriba). La conjunción “Aunque” con la que arranca el pasodoble supone un impedimento que no evita lo que se plantea en la oración principal pero que supuso un cabreo descomunal de mi progenitor por entenderlo como una desconsideración hacia la ciudad donde yo nací: San Fernando.

“Aunque naciera en La Isla,
aunque Manolo sea cañaílla,
¿quién me diría lo contrario
si yo les dijera que nació en la Viña?
Si al ritmo de su Tangai
vende su Cái
con tanto arte..."

Manolo y mi padre se arreglaron enseguida en cuanto yo medié con el discurso de los localismos catetos que tanto daño hacen a la provincia de Cádiz. Santander argumentó que la letra le daba valor a La Isla porque uno de sus hijos triunfaba en Cádiz, la cuna del carnaval, y que muchos gaditanos agradecidos por la promoción del programa hubieran querido presumir que el creador del Tangai era viñero. Manolo y mi padre iniciaron una larga amistad que se traducía en visitas al barrio cada varios meses para charlar del niño y del carnaval, beber, cantar y reírse un rato.

Y ahora se mezclan estos recuerdos y la rabia porque me lo han quitado, nos lo han quitado. Manuel Santander Cahué era el viñero que mejor representaba los valores de La Viña, un mundo dentro de otro mundo, una ciudad dentro de una ciudad, una república carnavalesca independiente, pero sin ánimo de separarse de su ciudad-estado a la que se amarra por los callejones. Manolo era más de La Viña que los bracitos del balneario. Era el ministro viñero del Interior y de Asuntos Exteriores, también llevaba Cultura gaditana y Educación y, en ocasiones, era el mejor portavoz del gobierno del barrio. Estaba todo el día haciendo amigos, regalando sonrisas por doquier mientras le cantaban por 42.346 veces “Me han dicho que el amarillo”. Qué paciencia.

Manolo era una piedra ostionera, un duro de mollera, porque defendía con contundencia el estilo de la chirigota clásica, porque entendió que debía ser el guardián del legado de los viejos chirigoteros de Cádiz. Sus repertorios presumían de localistas en una época de globalización y sus pasodobles, extraídos musicalmente de las pocetas y el fango de La Caleta, tenían un compás único, un soniquete personal e intransferible que hacía que todos esperáramos cada año el pasodoble de Manolito para sentirnos más de Cái que nadie, para reconocernos. Sus letras eran de tono serio, reivindicativo, emocionales, es decir, iba en sentido contrario a la tendencia actual que impregna de humor los repertorios de la modalidad. Y esa era su manera de marcar la diferencia.

Casi 40 años en el concurso desde que en 1981 entró dando un golpe en la mesa con la chirigota juvenil “Los ases del jazz”, primer premio de la categoría con su letra, música y dirección, hasta que se marchó como el gran referente de la modalidad este año con “La Maldición de la Lapa Negra” compartiendo autoría con su último gran compañero, José Manuel Sánchez Reyes, y llevándose al cielo otro primer premio. En su trayectoria reina la chirigota aunque también triunfó en cuartetos. 18 finales y 9 primeros premios. Tuvo varias etapas en su vida carnavalesca. Estuvo solo cuando no le quedó más remedio. Siempre le gustó trabajar en equipo, compartir, persuadir, competir. Y por eso disfrutó de sus compañeros de viaje y fatigas: El Libi, los hermanos Sánchez Alba, los hermanos Alcántara, Carapalo, El Petra, Antonio Martín y, siempre ahí sin que se notara, su hermano Emilio.

Se ha ido Manolo a los 56 años. Y no era edad para irse. Se va para cuidar desde arriba sus tres grandes aficiones: su familia, su chirigota y su Cádiz C.F. Se va como un duende de Cádiz, como un maestro del ingenio y del genio de la ciudad, como un ángel del “áge”, como una “rara avis” de un mundo en el que si no lo eres no eres nadie, como la máxima representación de la guasa viñera, como el defensor de las esencias más puras y castizas, como la estampa y la postura de la fiesta, como una fuerte personalidad que trasciende el carnaval para representar a toda la ciudad.

¿Y que hago yo ahora Manué? ¿Cómo voy a La Viña si ya no podré más que echarte de menos? ¿Dónde me vas a esperar la próxima vez? ¿Dónde? ………. Adiós, Manuel mío: “A las saladas almas de la orillita de La Caleta te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero”.

MANOLO CASAL

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  1. Antonio Rodríguez

    DE MANOLO A MANOLITO OLEEEEE TÚ

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