La guía de Nadal

Superar la segunda ronda de Wimbledon por primera vez desde 2011 exige una acto de fe sorprendente a Rafael Nadal. El número uno se obliga a subirse encima de la línea de fondo para restar las bombas de Lukas Rosol, que llega a tener break en el segundo set tras ganar el primero (6-4 y 4-2) y luego bola para colocarse con dos mangas de ventaja (6-4, 6-6 y 6-5) en un desempate que es todo o nada para el campeón de 14 grandes.

La apuesta es buena. Del riesgo emerge un jugador afilado como un estilete. De la valentía nace el tenista agresivo que ataca el pulso sin escudo, fiado a las dentelladas de su raqueta. Es el ganador de 2008 y 2010, y no el borrón de 2012 y 2013, el que se cita con el kazajo Kukushkin por los octavos de final tras competir en el presente con la determinación del pasado. Es evolución. Superación. Un paso al frente.
“Estaba intentando hacer cosas distintas”, radiografía Nadal. “Me he ido a restarle mucho más delante para quitarle la visión. A partir de ahí, he empezado a restar mucho. En el juego que he hecho el break -con 4-2 en el segundo set- he restado muy bien. Desde ahí hasta el final del partido he sido mejor que él”, sigue el mallorquín. “Me sentía con energía positiva. Me sentía que había vuelto al partido por el buen juego que estaba haciendo en aquel momento. Me sentía mejor. He empezado a restar muchas más bolas, le he metido presión y lo que él antes conseguía en dos tiros ya no lo lograba. El camino a seguir son los dos últimos sets del partido contra Rosol. Han sido mis dos mejores sets sobre hierba en los últimos años. Esta es mi guía”.
Ese manual no es otra cosa que seguir el rastro de los 27 golpes ganadores por solo cuatro errores no forzados que dispara entre el tercer y el cuarto set, casi como rozar la perfección en una pista llena de peligros. ”Es un camino demasiado bueno”, afirma el español. “Son muy pocos errores no forzados para jugar en una superficie como hierba. Rosol me estaba ganando porque estaba jugando muy bien. No le estaba regalando el partido, no tenía una mala sensación. No encontraba el camino porque él no me dejaba encontrarlo. Después, lo he encontrado porque he estado peleando todo el rato para que llegase esa inspiración, esa adrenalina”, insiste. “He conseguido darle la vuelta al partido con algunos restos que tranquilamente podría no haber metido. En ese momento los he metido y en ese momento ha dado la vuelta el partido. Lo más importante es que en todo momento he tenido la cabeza despierta para intentar buscar esa opción”.
A Nadal le espera mañana el 63 mundial antes de cruzar la pasarela hacia la segunda semana. Siempre que lo hizo en su carrera, cada vez que pasó el primer domingo de competición en Wimbledon, llegó como mínimo a la final. Con rodaje sobre la superficie y la hierba cada vez más rota, con tierra en el fondo de la pista, todo es más fácil para los apoyos y los golpes desde atrás, territorio de Nadal. El césped, en cualquier caso, no da tregua y presenta cada día un nuevo examen sin importar los galones del oponente porque cada encuentro se decide en un par de detalles, dos puntos entre cientos disputados.
 “Siempre estás nervioso en esta superficie, da igual el rival. Muchas veces los partidos dependen de pocos puntos. Estás en problema siempre”, asegura el número uno. “Tienes que jugar todo el tiempo con la máxima intensidad mental, tenística y física. La hierba te exige todo el rato al máximo. Sobre todo, un jugador como yo, que no voy a hacer 30 saques directos en el partido y otros 30 puntos de saque”, explica. “Hay otros jugadores que en esta superficie van con más calma porque saben que si todo va normal pueden llegar al tie-break sin hacer mucho al resto. Es una gran ventaja”, recuerda. “Kukushkin es un jugador muy talentoso. No es tan sacador como Rosol, pero desde el fondo de la pista tiene más control. Es un partido que a lo mejor se puede jugar más, con algunas alternativas. La superficie le ayuda a él porque tiene unos golpes planos, que favorecen para jugar bien en pista de hierba”.
Se acerca el ecuador del torneo y Nadal se parece cada vez más al camaleón que cambia su color en un segundo. Si hace unas semanas el mallorquín era el rey de la tierra, ahora persigue lo más difícil, que es coronarse en la catedral de la hierba y lanzarse hacia los 15 grandes después de tomar París. Algo parece evidente: por ganas, trabajo y pasión no va a dejar de conseguirlo.
 
La mejor información sobre el tenis en TennisTopic.com