El Tour hace rugir al estadio Velódromo

Las tribunas de un estadio rugen a la entrada de los ciclistas que completan los 22,5 kilómetros de la contrarreloj que dejará sentenciado el Tour.Luis Miguel Pascual
No es un estadio cualquiera, es el Velódromo de Marsella, un campo que lleva el ciclismo escrito en su nombre desde hace 80 años, aunque hacía 45 que no acogía ninguna carrera ciclista y 32 que Bernard Tapie prescindió de la pista para las bicicletas con el fin de ganar espacio para la tribuna.
Pero el Tour obra milagros y el ciclismo regresó por todo lo alto a un estadio con capacidad para más de 60.000 espectadores que aplaudieron como un gol de su equipo la salida del ídolo local, el francés Romain Bardet
No fue una gran entrada la que vivió el Velódromo, que incluso recuperó el espíritu del fútbol, el de aclamar a los tuyos y abuchear al rival, que no fue otro que el británico Chris Froome, que se lanzó a la conquista de su cuarto Tour entre los silbidos de una parte de la grada.
Fue el único punto discordante de la jornada que, en general, se desarrolló con ambiente festivo.
"Ha sido como marcar un gol con el pie izquierdo", aseguró Sylvain Chavanel, mientras algunos colegas se paseaban con camisetas del Marsella y otros, como Romain Barguil, confesaban que ese es su club de toda la vida.
El Tour, que se antoja de guiños, quiso hacer uno a la París-Roubaix, que cada año acaba en el velódromo de esa ciudad del norte de Francia, la única carrera que termina en ese contexto.
Pero también a su propia historia, porque se cumple medio siglo que el Tour no acaba en el Parque de los Príncipes de París, donde lo hacía antes de que los Campos Elíseos tomaran el relevo.
En el año en el que la carrera atravesará la nave central del Grand Palais de París en otro de sus alardes, Marsella, la segunda ciudad del país, no ha querido estar a la zaga de la capital.
El desafío técnico fue de talla, puesto que el Tour llegó cuatro días más tarde de un concierto de la cantante Celine Dion y cuatro antes de que el club local, el Olympique de Marsella acoja un duelo de Liga Europa.
Dos enormes planchas de aluminio de 9.000 metros cuadrados cubrieron el espacio reservado al césped, donde se instaló tanto la salida de la contrarreloj como la meta.
Pero los ciclistas rodaron por dos vías de auténtico asfalto de 70 metros de largo y 6,5 de ancho creadas para llevarles desde la rampa de lanzamiento al exterior del estadio y desde la entrada del mismo hasta la línea de meta.
Marsella, ciudad europea del deporte en 2017, que acogería las competiciones de vela si París logra los juegos en 2024, logró su apuesta turística.
El Velódromo rugió por el ciclismo mientras el Tour permitió mostrar la belleza de la ciudad, presidida por la basílica de Notre Dame de la Garde, la tachuela que ascendieron los corredores, el puerto viejo, las playas y las calles de la ciudad marcada por el fútbol. Y la pasión de una ciudad que prestó su rugido al ciclismo.