Buenos golpes, en una ventana ya destrozada con anterioridad, eso debió pensar Jon Rahm al terminar la última jornada, con la segunda mejor tarjeta del día (-5) y en donde solo se pudo asomar hasta la zona (10º) y preguntarse: ¿Por qué hoy y ahora, y no pude ayer? El campo desconocido, se presentó amigo, muy tarde. En un deporte donde las buenas y malas sensaciones cohabitan en la misma cara de una moneda, cuesta mantener las primeras, como ha quedado demostrado en muchos grandes, durante todo el torneo.
Jugar sin presión suele sacar a la luz, todo tu talento, el León de Barrika disfrutaba de él, en los primeros nueve hoyos, sumaba casi más birdies que en todo el torneo, pero arrancaba de muy lejos, el camino debía ser progresar y en ello, sí estuvo. Como bien dice: “Sé de donde vengo y dónde estoy”, pero menos cabreos y más disfrute lo harían, aún, más peligroso. Pero cierto es, que esas maneras, son su ADN y a donde le han llevado.
Con Rickie Fowler y Wyndham Clark en lo más alto con (-10) seguidos de McInroy y Scheffler, prometía emociones. El Fowler de “Murrieta” California, eterno sin grandes, presentaba la mejor tarjeta del último día, con varios récords (62golpes/ 10 birdies en 1ª Jornada) y con un juego prodigioso, parecía que ahora sí, pero fue que no, con 7 bogies en la 4ª jornada, es complicado ganar.
Mc Inroy acechaba tranquilo su oportunidad, jugador acostumbrado a saborear estas mieles, hacía de los pares, un jardín perfecto, quería su 2º US Open, lejano estaba el 1º (2011), Scheffler por contra, alternaba los birdies con bogies, ninguno escalaba hacia arriba.
Pero nadie contaba con un tal Wyndham Clark (-10), frío y sin miedo, en su primera aparición en un fin de semana, en su tercer US Open y natural de Denver, quería llevar a su ciudad natal otro gran trofeo, en donde aún resuenan los ecos del triunfo en la NBA.
En los hoyos finales no le temblaron las piernas, “la semicorbata” en el 16 en forma de “bogey”, parecía llevar todo al Playoff, el norirlandés apretaba con buenos approaches a green, el último putt largo para birdie en el hoyo 18, dejaba la bola a un palmo de mano.
La presión estaba servida, pero Clark también jugaba como Rory, su “putt” también se quedaba a otro palmo, pero éste era, de la gloria. La rabia se hermanaba con el llanto, el abrazo a su caddie fue un fiel reflejo.
• Por maga