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Éxtasis en París

Antonio Torres del Cerro

La hinchada francesa festejó este martes en París el pase de su selección a una tercera final de un Mundial de fútbol, después de la de 1998 y 2006, con loas a Kylian Mbappé, el favorito de los aficionados, y a Samuel Umtiti, el goleador en la victoria ante Bélgica (1-0).

En París, unos 2.100 kilómetros de San Petersburgo, palco de las semifinales franco-belgas, el ambiente futbolístico hervía como no lo hacía desde hace tiempo.

Si la Asamblea francesa detuvo los trabajos legislativos "por razones de unidad nacional" para que los diputados siguiesen el partido, las calles de la capital gala hervían en los prolegómenos.

En un ambiente extrañamente febril, los bares y restaurantes del centro estaban ya repletos una hora antes del encuentro. También registró lleno la plaza del Ayuntamiento parisino, a las orillas del Sena, donde se agolparon miles hinchas frente a una gigantesca pantalla.

Frente a la sede del Consistorio, un imponente edificio reconstruido de mediados del siglo XIX, una multitud se vistió con los tonos azules de la selección gala acompañada por numerosas banderas y no solo francesas. Los colores de Argelia y Marruecos también se hicieron un hueco.

Las vías adyacentes a la plaza del Ayuntamiento estuvieron horas antes cortadas al tráfico. No cabía nadie más en la explanada. Se había llenado con los 20.000 aficionados calculados por las autoridades en un abrir y cerrar de ojos.

Entre los privilegiados que pudieron seguir el encuentro a pocos metros de la pantalla figuró Antoine, de 17 años, quien se había desplazado desde Orleans, a unos 150 kilómetros de París, para seguir a la selección en el meollo parisino.

"Mbappé va a marcar. O porqué no, Fekir, aunque no sea titular", pronosticaba el joven, bocina en mano y acompañado por su novia y un amigo.

Otro grupo de jóvenes estudiantes procedentes de las afueras de París ocupaban la fila más próxima de la pantalla. Para lograr ese privilegiado lugar habían tenido que llegar unas cuatro horas antes del pitido inicial del partido.

Mohamed, Marius y Simon se mostraban impresionados por la calidad del belga Eden Hazard y apostaban también por los goles de un jugador de casi su misma edad, Mbappé, de 19 años.

Junto a este grupo, un hombre en la cincuentena fruncía el ceño en el intervalo del partido: "Hace falta más agresividad".

Al inicio de la segunda parte los temores de la hinchada se disiparon gracias al cabezazo de Samuel Umtiti. "Nadie se esperaba que fuese él", reconoció Mohamed en medio del delirio que provocó el central del Barcelona.

En los minutos posteriores al gol, cánticos dedicados a Mbappé, una interpretación del himno francés de la Marsella y olés a cada toque del conjunto francés calentaron el fresco atardecer parisino.

La tensión se palpaba en los últimos diez minutos, sobre todo en el saque de una falta lateral a favor de Bélgica en la que rondó el empate.

Entre coros dedicados a Mbappé y al goleador Umtiti, los seis minutos adicionales se les hicieron eternos, pero el pitido final provocó el éxtasis.

"On est en final!" ("¡Estamos en la final!", exclamaron los aficionados, mientras se abrazaban, mandaban mensajes a sus familias o se movían frenéticamente. Todo bajo el intenso olor a pólvora y los destellos de bengalas que se encendieron al término de las semifinales.

"Ya lo había dicho. Esto será como en 1998 (cuando Francia ganó su único Mundial). Vamos hasta el final. Somos un equipo, lo demuestra que hoy marcó Umtiti, un defensor", contó con la voz entrecortada Jean-Baptiste.

Para la final del domingo, Naghmeh, una veinteañera, no escondió cuál es su preferencia, mejor Croacia que Inglaterra: "Ganaremos dos a cero", pronosticó.

Los miles de aficionados también hicieron la fiesta en otro lugar emblemático de París, los Campos Elíseos.

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