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Aplausos al Reus… y pitos al Málaga

Un sector de la grada en el tramo final del partido.
D. Marín

El Málaga le amargó los Reyes a su afición. No se recuerda un bochorno igual. Tal vez, obviando el descenso, aún fresco en las retinas, alguno de los descalabros coperos recientes. Porque lo de esta fría noche en La Rosaleda no tiene paños calientes que lo remienden. Carbón a granel, hasta agotar existencias, ante un rival que compitió con coraje con sólo doce profesionales y sumido en el más profundo caos institucional y deportivo.

Los aficionados del Málaga tuvieron que soportar durante toda la semana la incertidumbre en formas de dientes de sierra que envolvió al partido. Se juega, no se juega. Y todo eso en una fecha tan especial como la del 6 de enero. Fueron los que más sufrieron la guerra de comunicados y las intenciones de casi todas las partes de suspender el partido. Al final se jugó. Se supo oficialmente apenas 27 horas antes y, aun así, 16.058 espectadores fueron al partido y no dudaron en aplaudir de forma insistente al rival por su dignidad en estos momentos difíciles.

Claro que eso fue al principio, porque cuando comenzó el partido se vio que era el Málaga el que finalmente incompareció. Estuvo de cuerpo presente, pero con el alma y la cabeza en otra parte. El Reus marcaba el primero en el minuto 11, La Rosaleda aplaudía. El mundo al revés. Esos aplausos ya no eran tan consensuados, algunos seguidores ya preveían la catástrofe que luego iba a acontecer. Los reproches llegaron pasada la primera media hora: “¡Échale huevos!”. Y los pitos, individuales y colectivos, se acentuaron al descanso y luego en la segunda parte cuando Muñiz quitó al único jugador blanquiazul que estaba jugando: Cifu.

A partir de ahí, ya con 0-2 por un penalti que no fue, todo se volvió aún más oscuro. El Málaga demostró que no era el día, y la sorna apareció con olés a los jugadores del Reus que se crecieron tanto que fabricaron el tercero, cantándolo en masa en La Rosaleda, dentro de una situación surrealista e inexplicable. Y dolorosa. Muchos aficionados se fueron, entró la humedad al estadio, y sólo los cánticos incombustibles del ‘Fondo Sur 1904’ le dieron vida a un partido inanimado: “Cómo no te voy a querer...”. Y así se llegó al final, dándole vueltas a un partido que resume la grandeza del fútbol y que da respuestas a muchos tópicos, aunque para los locales sea muy duro. El Reus se fue aplaudido, estaba previsto así, pero el Málaga muy pitado. Y eso no entraba en los planes.

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