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Es Noticia

Y al final el fútbol saltó al campo

Luis Miguel Pascual

Le ha costado a la Eurocopa superar la amenaza terrorista y los disturbios de los ultras, pero culminada la primera fase la competición parece haber dejado atrás los asuntos extradeportivos para comenzar a centrarse en el fútbol.

La competición, organizada en un país en estado de emergencia por la amenaza del terrorismo yihadista, azuzada por los enfrentamientos entre hooligans, sobre todo rusos, recobra una serenidad propia de estos eventos, en los que los hechos deportivos suben a primer plano.
Las autoridades francesas están satisfechas de cómo transcurre la Eurocopa, pese a que se han visto obligadas a arrestar a más de medio millar de personas y el ministro de Deportes, Patrick Kenner, afirmó que el balance es "globalmente positivo".
La excepción a esa regla tuvo lugar el 11 de junio en Marsella, el segundo día de competición, cuando ultras rusos y ingleses, cuyas selecciones jugaban en esa ciudad ese día, convirtieron el centro en un campo de batalla.
Dos personas siguen en coma, una de ellas tras haberse debatido durante días entre la vida y la muerte, símbolo de la agresividad de los incidentes.
En el ojo del huracán los hinchas radicales rusos, que escaparon a la vigilancia de las autoridades francesas, que se quejaron de la falta de coordinación con Moscú.
Su líder, Alexadre Shprygin, un personaje oscuro, cercano a círculos ultranacionalistas rusos y al Kremlin, fue expulsado hasta dos veces, la segunda el mismo día en que su selección, una de las decepciones de la Eurocopa, hacía las maletas de vuelta.
Shprygin simbolizó el desafío de los hoolgans rusos a la paz en el fútbol, a dos años de que Rusia acoja el Mundial, y sus contactos con las autoridades rusas, incluso con las francesas -se reunió con el cónsul galo en Moscú poco antes del inicio de la Eurocopa-, muestra todo el camino que falta por recorrer en ese país para controlar la violencia.
El efecto contagio de los disturbios de Marsella se trasladó a otras ciudades y se propagó con otras aficiones, pero la dureza de las autoridades galas, que incrementaron los dispositivos de seguridad, las expulsiones y las sanciones, fue apagándolas paulatinamente.
En el interior de los estadios también se registraron algunos incidentes, sobre todo, con el lanzamiento de bengalas, lo que obligó a la UEFA a abrir ocho expedientes, un tercio de las naciones participantes.
Las sanciones más duras fueron para Rusia, a quien amenazaron con expulsar de la Eurocopa si se repetían los incidentes registrados el 11 de junio en el estadio Velódromo.
La recta final de la fase de grupos ha estado marcada por el ambiente festivo impuesto por algunas de las aficiones, en particular Islandeses e Irlandeses, recibidas con los brazos abiertos en las ciudades por las que han pasado.
Francia no da por cerrado el capítulo de los actos violentos, ni tampoco da por terminada la amenaza yihadista, pero la competición parece haber dejado a ambas en un segundo plano.
Seguirá habiendo partidos de alto riesgo y el despliegue policial seguirá siendo muy elevado.

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