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La Marsellesa atronó en Marsella

Óscar González / EFE

La Marsellesa atronó en Marsella. Convertida en un acto liberador, el himno francés fue esta vez -pese a su belicosa letra- un canto a la convivencia, un himno contra la barbarie que ensombreció el comienzo de la Eurocopa en esta sede.

No han sido días agradables para la ciudad, con el Puerto Viejo y su zona histórica casi en estado de sitio e imagen de los informativos de todo el mundo por la violencia ejercida en sus calles.
Por eso, la visita de la selección francesa, ante un rival que no es problemático, ha cambiado el ánimo. Y entonar La Marsella, una liberación para muchos de los que la semana pasada pasaron miedo.
La Marsellesa, que nació como un himno militar, que cambió a su actual nombre por ser entonada por los voluntarios de las tropas de Marsella que acudieron en auxilio de la capital en 1872, en la guerra contra Austria, no es sólo el himno nacional francés. Es el emblema de la resistencia.
Lo fue en la Alemania nazi y, hace menos de un año, durante los actos terroristas de París. Entonces, cuando el Estadio de Francia tuvo que ser desalojado, brotó de las gargantas de los aficionados de modo espontáneo, como forma para conjurar el pánico. Y, luego, fue el vehículo de unión frente al terror en Wembley, el templo inglés, que tuvo un emocionante gesto de solidaridad en el amistoso contra 'les bleus', sin imaginar que meses después algunos de los suyos los avergonzarían en suelo francés.
En el Velodrome, La Marsella volvió a resonar emocionante, tras haber escuchado respetuosos el himno albanés.
Y pese a que no se rebajó el dispositivo de seguridad -más de un millar de policías, ampliado con 160 antidisturbios dispuestos para intervenir dentro del estadio por la presencia del jefe del Estado, François Hollande-, el ambiente fue festivo.
A nadie importó que las calles en torno al estadio se tiñesen de rojo y negro. Trece mil albaneses, llegados de Albania, pero también de Kosovo y Macedonia, quizá apoyados por parte de ese 33 por ciento musulmán que vive en los alrededores de Marsella, inundaron de sonido y color todas las vías cercanas. Y los seguidores de 'les bleus' se unieron a ellos en una competición tan ruidosa como amigable. Sin necesidad de imponer nada a su rival.
Y cuando el escocés William Collum dio comienzo al partido, el terreno de juego reclamó la atención. Por fin, el fútbol fue el centro de todas las miradas.

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