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Alguacil 'detiene y 'esposa' a Garitano

Imanol Alguacil y Gaizka Garitano.
Kuitxi

Nadar contra corriente. Penosa labor la que tiene que llevar a cabo el cronista. Intentar 'colar' su análisis del partido entre un gentío que brama contra los jugadores que han saltado al césped de Anoeta. Terreno deteriorado. Horrible visión que no auguraba nada bueno.

Para la inmensa mayoría, esa que se me ha dado a leer, los culpables son los mismos que frente al Sevilla terminaron jaleados como héroes luego de librar una batalla épica sobre la 'arena verde' del Coliseo de San Mamés. Parece que, para su gusto, de una semana a otra, el corazón del león se hizo agua, el  corazón cayó al mar, el corazón perdió el alma, ay, no pudo hablar, ay, no pudo hablar.

Decir cosas en el campo. Rectángulo habilitado para que hablen los futbolistas. Pero, cuidado, no sólo los del Athletic. No caigamos en el mismo error que provoca la fanfarronería de los llamados equipos poderosos. Esos que, si reparamos en la prepotencia y soberbia de sus dirigentes y masa de aficionados, diríase que no tienen rival enfrente. Que juegan contra sí mismos. Que no son superados porque nadie los supera. Tienen días malos y días buenos. Así de sencillo. Argumento simplista que no comparto.

Y si a los que se alimentan de sí mismos no les paso ni una, la misma vara de medir habré de utilizar a la hora de juzgar partidos como el de Anoeta. Vara recia. Vara justa. Para, luego de dictar mi propia sentencia, terminar la sesión entregando el cetro inherente al sabio y astuto a Imanol Alguacil. Entrenador de la Real Sociedad. Ese 'bombero' al que recurre Aperribay para apagar los incendios aunque hacia el cielo no se eleve el humo como indicio de un fuego. Incendio. De pirómano se le acusó a Asier Garitano. A él. Tal vez de ingenuo. Pensar que de su propia casa jamás sería expulsado. A las primeras de cambio, como se dice. Y en eso llegó Alguacil.

Gaizka Garitano da instrucciones en la banda de Anoeta (Foto: LFP).

Salto alegre desde Zubieta. Donde jugaba para el 'Sanse'. Conocer la casa es una virtud que ayuda a la hora de minimizar el riesgo. El equipo dio un arreón. Buenos números. Aunque suspendiera en 'letras y poesía' en el último envite. Ante el Huesca. Empate a nada. Abucheos. Bronca. Si se estilaran las almohadillas de la Casa de Misericordia, al técnico de Orio le habrían llovido a decenas sobre su testa. Cabeza intacta. Su intelecto no sufrió daño.

Lo necesitaba brillante para preparar a conciencia el llamado 'Derbi vasco'. Vasco a medias. Seis extranjeros (ocho en total) alineó el entrenador de la Real para frenar al Athletic. O a Gaizka. Al 'Athletic de Garitano'. Los necesitaba para que 'su plan', tan trabajado durante la semana, sirviera para poner fin a la extraordinaria racha del 'hijo de Ondarru'.

Llegó y besó el santo el de Derio. A San Mamés, a quién, si no. Y su idilio con el espíritu de la Catedral se alargó hasta contar "siete". La afición, encendida. "Con cuatro cosas, ha vivificado la faz de un equipo moribundo". Era la 'cátedra', que se expresaba de manera tan sencilla. Y tan simplista. Y es que el fútbol es más complejo. Incluso el del Athletic. No se trata, no basta, ya, no, con 'alma, corazón y vida': "alma, para conquistarte; corazón, para quererte; y vida, para vivirla junto a ti".  Y si no basta, es porque esa canción no hay equipo que no la conozca y la cante. También en Anoeta.

Aunque salten al campo con un once petado de extranjeros. A besarse el escudo es lo primero que se les enseña. Sobre todo cuando llega el Derbi

Capa pugna con Oyarzabal (Foto: EFE).

Fue alcanzar el luminoso el 7' y caer en la cuenta, y anotar en previsión de un futuro olvido: "Se protege la Real con Alguacil". Se protege en defensa. Y cómo. Evitando todo resquicio a fin de que en la zaga no habitara el riesgo. Y ya con el balón en su poder, evite el entramado defensivo veleidades ofensivas. La pelota, al pie. Al de uno. Y no más. Al del virtuoso. Zurutuza. Januzaj. Willian José. Oyarzabal. Nade cada uno en solitario. Vaya eliminando rivales con su estilo. Desarbolando el sistema apenas trabajado entre semana en Lezama. Creando miedo. Generando incertidumbre.

Y cuando toca replegarse porque la posesión se acabó, veremos a un Athletic al que su rival le robó el espacio: ¿permitir las 'correrías de Iñaki Williams? Bai, zera! Txakurraren bibolina. Las espaldas, protegidas. Ahora tocaba sembrar de 'minas humanas' el resto del campo para reducir a la nada el juego interior de los de Garitano. Lo combinatorio, fuera de escena. No se trataba, pues, de falta de intensidad, de no estar enchufados, de dejadez, de alma puesta en remojo, de desidia, en fin, al borde del mar.

Era Imanol, que le estaba ganando al ajedrez a Gaizka, y a las damas, y al parchís. Contaba y comía el técnico 'interino' de Orio. Contaba los minutos. Se tragaba el fútbol de su rival. El mismo agujero 'negro' que, en el duelo de filiales, terminó  absorbiendo a última hora el mejor fútbol desplegado por el Bilbao Athletic.

Imanol y Gaizka se conocen. Y daba la impresión de que no. De que Garitano llegó a Anoeta presumiendo la misma oposición con la que hasta la fecha se había topado. En este fútbol de altura conviene ser desconfiado. Pensar que tu colega ha diseñado un plan para desactivarte. Y luego destrozarte. Se veía más de lo primero que de lo segundo. Pero es que un Athletic desactivado es un equipo sin armas ni defensas. Lo que no era imaginable residía en la forma en la que los leones terminarían hincando la rodilla. En especial, la primera caída. De la que se derivó el primer gol txuri urdin.

La estrategia es del estratega. Y el estratega es Garitano. El mismo comandante que había rescatado al Athletic de las arenas movedizas del descenso estaba a punto de cometer una chiquillada. Corría el 16'. Pero, dado como se diseñó la trama, podría creerse que se trataba de la última acción de un partido en el que vas perdiendo y necesitas empatar. O empatando y te urge ganar. Falta a favor en campo propio.

Excepto Herrerin, que guardaba su portería, toda la zaga en el área rival intentando sacar rédito de falta tan lejana. Ibai Gómez se dispone a tocar. A su derecha, Dani García. El futbolista más retrasado. Sin cobertura que le ayude en caso de emergencia. Todo indicaba que el de Santutxu golpearía directo. Pues, no. Apertura hacia el de Zumarraga. El rojiblanco más próximo a su portero. ¡Sin cobertura! Alcanzó a meter el balón en la olla. "Teníamos la jugada bien pensada". Es Ibai el que nos saca del apuro de la duda.

Y resultó que Willian José, incrustado en el área para defender la estrategia, vio como a su  pie derecho le llegaba la pelota a resultas de un rechazo. Patadón. Se trata de prevenir. O patada  a seguir porque uno no sabe cuando saltará la liebre en la campa en la que se había convertido el rectángulo de juego de Anoeta. Aquel despeje, que parecía condenado a perderse en la nada, se convirtió en un pase letal. Porque Garitano, al haber enviado a la guerra a los suyos, había convertido a Dani García en el 'último hombre'. ¡Era el 17', Athletic! Faltaba un mundo y en el universo del partido reinaba un empate caótico. Pero era un punto, caramba. A qué viene hacer ascos al 'punto de la Federación'.

Dani García sufrió al quedar retratado en una jugada clave del derbi (Foto: LaLiga).

Nos quedamos en el zapatazo del ariete de la Real Sociedad. Vuela el balón. Llega a los dominios de Dani García. Que ya no son tales. Oyarzabal, listo, astuto, fino olfato. Se la olía. Bota el balón. Pelota dividida. Hace cuentas Oyarzabal y el resultado es suyo. Superado el de Zumarraga, el escenario nos ofrece una carrera del zurdo interior de la Real camino de su meta. La portería de Herrerín. Arquero que sale y se ve burlado. Se anota a portería vacía. Mientras el balón camina hacia la red, un pesaroso Ibai Gómez frena su ímpetu al entender que su carrera hacia atrás carece de sentido. En el banquillo visitante, Gaizka Garitano. Pasado de 'maestro armero'. Le pregunto, pero... ¿para qué preguntar cuando la respuesta no se espera? Porque, en esto del fútbol, los trapos sucios se lavan en casa.

La Real, que estaba siendo claramente superior merced a la batalla que le estaba ganando Alguacil a Garitano, por delante. El escenario ideal. Ahora le tocaba al Athletic revertir una situación ya de por sí muy complicada.

Dígase, por terminar de hacerle justicia al partido, que, para cuando Oyarzabal le encajó tan duro golpe, y de manera tan sangrante, a su víctima más deseada, Mikel Merino no debería estar en el campo

El navarro, excelente futbolista, tiene dentro de su cerebro un gen que lo traiciona en cada partido. Algo que no controla. Un instinto básico que le fuerza a cometer entradas del todo violentas sobre el rival que se le interpone. Y si no se le cruza en el camino, lo busca.

Merino avanzando con el balón (Foto: Real Sociedad).

Como sucedió cuando, la pelota a punto de ser abrazada por Herrerín, se deslizó hacia el de Basurto con los tacos por delante a sabiendas de que el cuerpo de Iago sería el colchón que lo frenara. Mateu Lahoz, un auténtico 'engañafocos', lo vio. De manera nítida. Señaló falta. Pero entendió que Merino no merecía tarjeta de sanción. Ya amarilla, acaso roja. Y como Mikel es un hombre que no tiene control sobre sí mismo, que todo en él es puro impulso, al de un minuto...

Otra vez. Mikel. Merino. Fino futbolista con el balón, pero brusco con el rival cuando no lo posee. Como si le diera rabia. Como si se 'picara'. La víctima será Muniain. Iker, con el balón. Mikel, al acecho. Mateu, junto a ellos. De repente, sin motivo ni ganancia aparente para su interés, el que fuera objeto de deseo de la dirección deportiva de Ibaigane le pega una patada al 'capi' a la altura de la rodilla. Falta. Cómo no.

Pero ausencia de tarjeta. Ya amarilla. Ya roja. Porque lo del futbolista que juega para la Real fue, a mi entender, una agresión en toda regla. Con el discurrir del partido, Mikel Merino, sabedor de que a Mateu le caía en gracia su proceder, llegaría a cometer otras dos faltas merecedoras de tarjeta. Pero derecho habría de irse a la gloria del vestuario con el expediente inmaculado. Como Theo, revolucionado. Como Illarramedi. Y es que la Real Sociedad podría haber completado el partido sin tarjetas. La que vio Navas tras cometer penalti sobre Iñigo Martínez era tan fácil como obligada por el reglamento.

La Real, por delante. El Athletic, impotente. Que no inanimado o desidioso. Quería jugar como siempre. Pero lo hacía como nunca. Mal. Sin espacios que atacar, todo era agarrotamiento. Sin huecos entre líneas, todo era naufragio a la hora de hilar fútbol en el juego interior. Atorado. Perdido.

Cuando al filo del descanso Willian José, al borde del área, contactó, de manera tan violenta como mal intencionada, con el esférico reventando la red de la portería de Herrerín, el partido se terminó. No de facto. Pero si de manera virtual

El segundo acto, mejor si no se hubiera disputado. Que Garitano, viendo el castigo táctico que estaba sufriendo, hubiera arrojado la toalla en el vestuario de Mateu Lahoz. Como los bondadosos entrenadores que no quieren que su púgil sufra más allá de lo necesario. Victoria por inferioridad. O derrota por el mismo argumento. Aunque el responsable de estar perdiendo en el 'rectángulo' no fuera, en este caso, el equipo en su conjunto y cada uno de los once por separado.

Mateu Lahoz siempre protagonista gesticula en el derbi (Foto: LaLiga).

De haberse 'suspendido' la pelea, pactado el dos a cero vigente, se habría evitado asistir al 'ensayo más puro de la impotencia'. Y no ya la del Athletic sobre el verde de Anoeta, sino la de  Gaizka Garitano erguido en su área técnica. O sentado a duras penas en la butaca de su banquillo. Porque estos leones que fueron a Anoeta lo hicieron como 'corderos al matadero'. Eran, sin embargo, excepto el sancionado De Marcos, los mismos que, una semana atrás, habían conectado con la Catedral hasta en encender su 'retablo' y reventar las 'vidrieras'.

No carguen contra ellos, por favor. Que no tienen culpa. Esta vez, no. Y es que cómo exigirle a este 'elenco' que represente en el escenario de Anoeta una obra entre semana no ensayada. Esa 'versión' con la que salir triunfantes tras el bajonazo del telón. Si en siete ocasiones se le había ensalzado a Gaizka, es de justicia que a la octava, cuando el equipo 'recae', se pueda escribir que "Alguacil detuvo e hizo preso a Garitano". Porque tan solo así se puede despedir uno sentenciando que "el Athletic se ahogó en el lodo que como suelo le tenía reservado Imanol Alguacil".

Por Luis María Pérez García, 'Kuitxi'. Periodista y exfutbolista

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