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Emery, sinfonía inacabada en el PSG

Luis Miguel PascualParís, 27 abr .- Unai Emery abandona el París Saint-Germain tras dos años en los que no ha cumplido el objetivo para el que fue fichado, elevar el nivel europeo del club francés hasta las ambiciones de sus multimillonarios propietarios cataríes.
Tras reunirse con los jugadores y anunciarles una decisión que era un secreto a voces, Emery compareció ante los medios de comunicación para hacerlo público y asegurar que lo ha decidido de acuerdo con el presidente, Nasser al-Khelaifi, y por el bien del club.
"Hemos hablado como amigos y hemos concluido que era lo mejor para todos. Me voy sabiendo que en todo momento he sido honesto", aseguró el entrenador.
El técnico español, de 46 años, no ha logrado superar los octavos de final de la máxima competición europea, pese a contar con una de las plantillas más caras del continente, un pecado que le ha costado la confianza de los dueños del PSG y también de los aficionados.
Por eso, ha corrido la misma suerte que su antecesor, el francés Laurent Blanc, que se marchó con dos tripletes consecutivos bajo el brazo y once de doce títulos nacionales posibles entre 2014 y 2016. Todos menos la Copa de Francia de 2014. Pero no ganó nada en Europa.
Catar se ha cansado ya del discurso metódico del entrenador vasco y todo apunta a que será el alemán Thomas Tuchel, extécnico del Borussia Dortmund, el encargado de dirigir a la pléyade de estrellas encabezadas por el brasileño Neymar, el fichaje más caro de la historia del fútbol.
En dos años a orillas del Sena, Emery nunca ha logrado convencer en París. El PSG es un club que tiene tal diferencia de presupuesto con sus inmediatos rivales nacionales que no sacia su sed con los títulos domésticos.
A falta de la final de la Copa de Francia de este año, que medirá al conjunto parisino con el Les Herbiers, un modesto equipo de tercera división el próximo día 8, el técnico ha sumado dos Copas de la Liga, dos Supercopas, una liga y una Copa.
Casi un pleno de no haber sido por la liga del año pasado que le arrebató el Mónaco y por dos naufragios europeos. El primero contra el Barcelona en la famosa remontada del equipo catalán, un 6-1 con el que aniquilaron el 4-0 conseguido por los de Emery en la ida.
El segundo esta temporada frente al Real Madrid, ante el que apenas opusieron resistencia, demostrando que los grandes refuerzos del verano, Neymar y el francés Kylian Mbappé, no habían servido para crecer en Europa.
Emery se hizo cargo en París de su más ambicioso proyecto, un desafío que le confiaron los propietarios cataríes tras haber ganado tres veces de forma consecutiva la Liga Europa con el Sevilla.
El entrenador español llegó con la vitola de motivador, de técnico campeón, justo aquello que se le reprochaba a su antecesor.
Tenía la labor de pasar la página de unos años marcados por el influjo del sueco Zlatan Ibrahimovic, que abandonó el club sin haber conseguido, desde el césped, hacer avanzar el proyecto en Europa.
Desde su llegada, Emery estuvo en la picota. El equipo perdió el juego de toque que proponía en la 'era Blanc' y adoptó un fútbol más directo que gustó menos en Francia.
El mazazo de la remontada en el Camp Nou y la derrota en la liga contra el Mónaco mermaron buena parte del crédito con el que llegaba, pero no le costaron el puesto.
Al contrario, los propietarios cataríes pusieron en sus manos a dos estrellas de la talla de Neymar y Mbappé por más de 400 millones de euros, una inversión que ha puesto en entredicho la estabilidad financiera de la entidad.
El PSG daba un paso adelante para sentarse en la mesa de los elegidos, pero la derrota contra el Real Madrid evidenció que todavía hay camino por recorrer. Y dictó sentencia en su contra.
Emery no ha sabido controlar un vestuario en el que reinan los clanes. Las horas posteriores al anuncio de su salida no registraron mensajes de apoyo de la plantilla, un contraste con la velocidad con la que se sucedieron las críticas entre los familiares de los jugadores tras su fracaso frente al Real Madrid.

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