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Análisis: Like a Dragon: Infinite Wealth, contendiente a mejor juego de rol del año

LIKE A DRAGON: INFINITE WEALTH.
Alejandro Ruiz

Hoy toca analizar la nueva entrega de la saga Yakuza, octava dentro de la línea principal y segunda con el personaje Ichiban Kasuga como protagonista. Con este reinicio, Ryu Ga Gotoku Studio decide desmarcarse del resto de títulos al abandonar el estilo de juego de acción y adentrarse en el género de los JRPGs. Tras el grán éxito de su primera aparición, Like a Dragon: Infinite Wealth continúa las aventuras del carismático Ichiban, cuya imaginación desbordante y la pasión que siente por los juegos de rol le convierten en un héroe con una percepción del mundo un tanto peculiar.

En un principio, podía parecer una elección extraña mezclar el universo Yakuza, con su dramatismo y su crítica de la sociedad de los bajos fondos japonesa, con esta nueva perspectiva de Kasuga, repleta de humor absurdo y bizarro, pero lo cierto es que funciona a las mil maravillas y consigue que la saga vuelva con más fuerza que nunca, ofreciendo una historia que sigue aunando lo mejor de ambos mundos.

La versión que hemos podido analizar es la de PS5 (también disponible en Xbox Series, PC y consolas de la pasada generación), y no ha necesitado el común parche de salida para poder hacer gala de su notable fluidez. Quizás presenta algún tirón puntual en combates, pero esto no supone ningún inconveniente mayor. Completar el juego y probar buena parte de todo lo que ofrece nos ha llevado en torno a 50 horas, pero la cifra puede duplicarse fácilmente si nos paramos a profundizar en sus numerosas actividades secundarias.

Este tipo de contenido cuenta con un gran reconocimiento dentro de la saga por ofrecer variedad y diversión, pero ha llegado en esta nueva entrega a un punto álgido que parece difícil de superar. Es una auténtica locura lo que el equipo ha incluido en este sentido, y no hablamos sólo de minijuegos, sino de conjuntos de misiones paralelas que podrían funcionar como juegos independientes.

Bienvenidos a Hawái

Respecto a la trama de Infinite Wealth, no ahondaremos mucho para respetar las sorpresas y los giros que tiene preparados, sobre todo para los fans acérrimos de Yakuza. A modo de resumen, la historia se sitúa algún tiempo después de los eventos del primer Like a Dragon: Infinite Wealth, con Ichiban convertido en un honrado trabajador con el ambicioso objetivo de ayudar a todos los exyakuzas que se quedaron sin metas en la vida tras la gran disolución de los clanes más poderosos de la mafia japonesa.

Las cosas eventualmente se tuercen y le llevan a cambiar de aires, viajando nada más y nada menos que hasta Hawái para reencontrarse con su madre biológica. Le acompaña por supuesto su desbordante y estrafalaria imaginación, provocando situaciones que en ocasiones son totalmente hilarantes y a veces exageradamente ridículas.

Un punto que destacar es la buena gestión de las misiones secundarias, donde se concentra la comicidad esperpéntica del título y que genera más de una risotada en el jugador al descubrir momentos imprevisibles con pequeñas trazas de genialidad. No obstante, este humor absurdo y desenfrenado puede saturar con el tiempo, a veces rozando el mal gusto, por lo que personalmente no he llegado a disfrutar de todas estas misiones por igual.

Otro aspecto que se desarrolla muy bien en el juego es la exploración del entorno. Gracias a las numerosas actividades secundarias que se nos van presentando a medida que avanzamos por la trama, siempre hay algo que hacer y motivos que sumar para recorrer cada rincón de las calles hawaianas.

Personalidad desbordante

La gran cantidad de tareas disponibles está intrínsecamente ligada a uno de los aspectos más importantes del juego: el sistema de personalidad de Kasuga. Como buen juego de rol, nuestro protagonista cuenta hasta con seis atributos que desarrollan su progreso (Pasión, Carisma, Intelecto, Estilo, Amabilidad y Confianza), que van escalando a medida que completa diferentes hitos.

Aumentar el nivel de personalidad de Ichiban otorga beneficios directos a sus habilidades cómo Héroe, su clase distintiva, y permitirá desbloquear clases nuevas al llegar a alcanzar niveles concretos. Estos rasgos suben con prácticamente cualquier cosa que hagamos durante la aventura: al explorar, al combatir o hasta probando los minijuegos. Conversar con nuestros aliados y elegir opciones de diálogo concretas también mejoran atributos concretos.

Hablando de aliados, contamos con un amplio abanico de compañeros que se van uniendo a las peripecias de Ichiban. Vuelven muchas caras conocidas del primer Like a Dragon, pero se suman también personajes inéditos. Cada uno de ellos cuenta con una clase única y ciertas habilidades pasivas que los distinguen del resto. Por el mapa encontramos ciertos puntos en los que podemos tener conversaciones para reforzar nuestros vínculos y, a medida que se fortalezcan, también lo harán las habilidades de los aliados durante el combate, con lo que se desbloquean ataques combinados y especiales junto a Kasuga.

Lluvia de mamporros… pero con cabeza

Vamos ahora a hablar del que en mi opinión es el punto más potente del juego: las batallas. Como en la anterior entrega, se desarrollan por turnos entre aliados y enemigos, donde la disposición de cada personaje en el escenario cumple una función muy importante. El área de movimiento nos permite plantear con cierta estrategia la aproximación al enemigo.

Al atacar, es importante que nos encontremos cerca del oponente para causarle más daño y posicionarnos estratégicamente cerca de objetos que podamos usar como arma improvisada nos permite herir a un enemigo con resistencias específicas, además de causar estados alterados.

Esto provoca que dos combates difícilmente sean iguales, ya que la gran variedad de armas de entorno y enemigos nos obliga a adaptarnos muy bien al campo de batalla, sobre todo en las situaciones más angustiosas. Eso sin contar con que algunos combates se complican más de la cuenta al plantear retos adicionales, especialmente en jefes, pues suelen potenciarse a medida que pierden salud o llaman a más aliados para que no decaiga la fiesta.

Por otro lado tenemos el sistema de clases, que otorga diferentes habilidades a los personajes y sus estilos de lucha. Las habilidades pueden clasificarse entre las que se centran en las de daño físico o mágico, las de curación y las de apoyo, que pueden mejorar los atributos de los compañeros o bajar las estadísticas de los enemigos. Hasta aquí todo muy parecido a lo que encontramos en la primera entrega, que funcionaba tan bien que requería de muchas modificaciones para seguir siendo divertida.

Porque sin ninguna duda, Like a Dragon: Infinite Wealth cuenta con uno de los sistemas de combate mejor pulidos del género: diversas resistencias y debilidades a tipo de daño físico y elemental, numerosos estados alterados y una gran variedad en los diferentes tipos de enemigos, lo que que nos obligan a tomar distintos enfoques a la hora de enfrentarnos a ellos. Las habilidades pueden lanzarse a un objetivo o a un área, resaltando de nuevo la importancia el posicionamiento de nuestros personajes.

Aunque este manejo del espacio ofrece profundidad táctica durante el combate, también nos puede llegar a jugar malas pasadas. No serán pocas las ocasiones en las que el movimiento aleatorio de nuestros aliados los coloque demasiado cerca de la línea de fuego enemiga para que se coman de lleno un poderoso hechizo, aunque dos segundos antes se encontraban bastante alejados de la contienda.

Este es el punto que personalmente considero menos satisfactorio del combate, porque una apuesta estratégica fácilmente se nos va al traste si un aliado que considerábamos a salvo de repente quedado paralizado o incluso eliminado por situarse delante del rival justo cuando este descargaba su escopeta. Quitando estos casos, hablamos de un sistema de combate concienzudo, que ofrece muchas formas de configurar el equipo y que nos obliga a experimentar con las habilidades, ya que muchas requieren secuencias de botones para maximizar el daño.

Para triunfar a largo plazo también es importante que adquiramos nuevo equipamiento, tanto armas como protecciones y accesorios, que encontraremos explorando las localizaciones que hacen de mazmorras en el juego o simplemente comprándolas en alguna de las numerosas tiendas que encontraremos por el mapa. En este sentido el dinero juega un papel muy importante en la progresión, y nos limitará por lo general en las primeras horas al escasear su obtención, pero permitiéndonos progresar con mayor libertad en los compases más avanzados de la historia.

Festival de minijuegos

Si en algún momento nos llegamos a aburrir de tanto combate, podemos probar alguno de los minijuegos que nos ofrece este Infinite Wealth. En definitiva, aquí tenemos una cantidad impresionante de propuestas para elegir. Desde actividades más cercanas al realismo como jugar al golf o al béisbol hasta auténticas locuras totalmente inverosímiles como repartir comida que recogemos por la calle mientras hacemos piruetas o fotografiar a 'degenerados' mientras vamos montados en un tranvía.

Aunque con matices, es evidente que hay que reconocer el gran esfuerzo que los desarrolladores han puesto en ofrecer tal amalgama de minijuegos, además de hacer que todos sean divertidos a su manera, con algunos muy adictivos.

He querido dejar para el final dos genialidades que trae esta secuela de Like a Dragon y que lo elevan un peldaño más por encima: la liga Sujimon y la isla Dondoko. La primera de ellas es una serie de misiones que tienen como principal característica distintiva la captura y uso de los enemigos del juego como si de Pokémon se trataran. Nuestros Sujimon, que capturamos y entrenamos para componer equipos de tres contra tres, tienen sus propias habilidades, tipos y rarezas, y luchan en combate contra otros entrenadores para ganar puntos y poder desafiar al Alto Palco (sí, así de obvios han sido).

Por si fuera poco, llegados a cierto punto de la historia, desbloquearemos el acceso a la isla Dondoko, que viene a ser una retorcida parodia de la franquicia Animal Crossing. En esta isla, podremos recolectar materiales y construir edificios, completando tareas diarias que nos otorgan dinero para seguir ampliando y mejorando las condiciones del lugar.

Conclusiones

Con esto ya os podéis hacer una idea de todo lo que ofrece esta segunda parte de Like a Dragon, pero me he dejado muchas cosas en el tintero, incluyendo sorpresas que es mejor experimentar por ti mismo. Es cierto que es un juego pensado para que disfruten los grandes fans de la saga Yakuza, pero eso no quita que aquellos que se hayan iniciado con el anterior Like a Dragon, o directamente con este título, lleguen a disfrutar de sus numerosas bondades.

Like a Dragon: Infinite Wealth es un juego que bien merece ser experimentado por todos los amantes de los juegos de rol, además de ofrecer una entrada al género, con horas y horas de contenido y un nivel enfermizo de actividades secundarias. La historia en sí es, desde mi punto de vista, el punto más flojo del conjunto, ya que tarda bastante en arrancar y abusa muchísimo de tópicos, pero aun así cuenta con buenos giros de guion para mantenerte en el asiento, sobre todo cuando tienes a unos personajes tan carismáticos como Ichiban, Adachi o Nanba. Eso sin olvidar el otro buque insignia de esta entrega, el regreso de Kazuma Kiryu, principal protagonista de la saga hasta la llegada de Ichiban, con una relevancia mucho mayor en esta segunda parte. Kiryu ofrece el contrapunto serio perfecto a las payasadas de Kasuga y, sin duda, nos entrega algunos de los mejores momentos narrativos del juego.

La banda sonora que envuelve la obra es muy potente, con temas de batalla muy pegadizos y buena variedad según la situación. Debo hacer una mención especial a la traducción al castellano, un trabajo sobresaliente de localización que nos deja con líneas de texto memorables.

En resumidas cuentas, podemos considerar a este Like a Dragon: Infinite Wealth como un gran contendiente a mejor juego de rol del año (y eso que acabamos de empezar), que nada tiene que envidiar a los clásicos del rol japonés de los que bebe y que, además, cuenta con un sistema de progresión adictivo. Nos sorprenderá con novedades aunque estemos ya en los últimos compases de la historia. Su trama narrativa no es revolucionaria ni inventa nada nuevo por sí mismo, y la exploración en las mazmorras deja un poco que desear en cuanto a profundidad, pero son detalles que no empañan una experiencia global tremendamente satisfactoria y de la que muchas otras compañías harían bien en tener en cuenta como ejemplo de calidad.

  • 90/100

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