Hace un año, la relación profesional y personal entre Stefanos Tsitsipas y su padre, Apóstolos, estaba rota. El desencuentro estalló en el Masters 1000 de Montreal 2024, cuando el griego pidió a su progenitor que abandonara la primera fila en pleno partido ante Kei Nishikori y, posteriormente, le reprochó públicamente su falta de atención. Ahora, 12 meses después, ambos han decidido darse una nueva oportunidad. “Ya no nos gritamos como antes”, asegura el actual número 29 del mundo, que vuelve a tener a su padre en el banquillo.
La separación llegó tras un largo periodo de tensiones. Tsitsipas reconoce que “estar con mi padre se había convertido en una fuente de frustración”, hasta el punto de buscar otras opciones. Su apuesta fue el croata Goran Ivanisevic, pero la experiencia no terminó de encajar. “Me di cuenta de que quizás debía darle un último intento a mi padre. Trabajar con Goran fue estupendo, pero faltaba algo en nuestra relación”, confesó el griego en L’Équipe. El regreso no ha sido automático: ha requerido autocrítica y cambios en la forma de trabajar y comunicarse.
Tsitsipas admite que la convivencia anterior con Apóstolos estaba marcada por discusiones y gritos que afectaban a su rendimiento. “Todo el mundo lo ha visto, no puedo decir que no haya pasado”, reconoce. Sin embargo, asegura que ahora su padre “escucha más” y le coloca “en el centro del proyecto”, dejando atrás la imposición de sus ideas.
Para Apóstolos, la ruptura fue un golpe que “le abrió los ojos” y le hizo valorar más la relación diaria con su hijo. “Echaba de menos no tenerme en su vida”, señala Stefanos.
El tenista, que atraviesa un momento de reconstrucción en su carrera, confía en que esta nueva etapa sea más estable, pero se mantiene cauto: “Ya veremos cómo evoluciona con el tiempo”. El reto será recuperar posiciones en el ranking y resultados de élite con una relación técnico-jugador más sana y productiva que en el pasado.